7/3/08

LA IGLESIA DE LOS OPRIMIDOS

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El reino de este mundo
Por Mario Burgos
Juan XXIII abre las puertas, en 1958, a una renovación que atraviesa a la estructura católica y permite que las convulsiones populares adquieran una influencia que excede a los curas y monjas de barrio para llegar a las jerarquías y sus discursos. Se discuten el ritual, la relación con otras religiones y, sobre todo, con corrientes políticas años atrás identificadas como "diabólicas".Si Pío XII justificó su benevolencia con el fascismo y los nazis haciendo referencia al "peligro rojo", en los sesenta la iglesia comienza a hablar de su relación con el marxismo sin rubores: trasladará sus diferencias a cuestiones de doctrina y ritual mientras afirmará sus coincidencias en el terreno social y económico. LOS CIMIENTOSComo señala Ruben Dri: "En 1958, el acceso al pontificado de Juan XXIII cierra la etapa de Pío XII, caracterizada por una Iglesia cerrada en sí misma, monárquica y autoritaria (...) Se inicia así una etapa de grandes renovaciones. El Concilio Vaticano II es el primero que no realiza condenas por herejías, sino que escucha los nuevos reclamos, ubicando a la Iglesia en los grandes problemas del mundo."La posguerra y la nueva división del planeta, el avance del consumismo, el cuestionamiento a las tradiciones culturales y sexuales y el avance de otras corrientes religiosas menos ligadas a las formas tradicionales de poder, confluyen para cercenar el espacio que la iglesia católica detentara hasta la Segunda Guerra Mundial. Juan XXIII percibe esta nueva situación y es posible comprender todas las acciones de su papado como una estrategia tendiente a recuperar un espacio para la iglesia: del lado de los pobres y postergados, ocupa en el terreno de la conciencia lo que tuvo que tuvo que ceder en poder terrenal y político.La nueva forma de la misa, donde el cura se ubica dando la cara a la comunidad y habla el mismo idioma, rompe el hermetismo del latín, horizontaliza la relación entre el sacerdote y la comunidad y reestablece los canales de comunicación con la sociedad. El Concilio, como dice Conrado Egger Lan, es una apuesta al cristianismo como fuerza propia de los primeros cristianos y un cuestionamiento al concepto de la institución por encima de la comunidad. La Iglesia como deja de tener el monopolio de la fe y ésta pasa a ser patrimonio de la conciencia. Si bien no define un modelo de sociedad alternativa al capitalismo, arroja sobre la mesa los problemas que el sistema capitalista origina. Exige un compromiso frente a la injusticia, pone en crisis la metafísica tradicional e instala una apertura hacia el evolucionismo y a una nueva teología.En un terreno social ávido de propuestas que definan y motoricen el cambio, el mensaje conciliar y la práctica - sobre todo- de los nuevos curas, va a germinar en innumerables formas de lucha y organización popular. La salvación pasa a ser una cuestión fundamentalmente colectiva, consecuencia de la superación por parte del hombre de los horrores de la explotación y la injusticia social. La Encíclica Pacem in Terris, del año 1963, concreta la apertura hacia el marxismo.Tras la muerte de Juan XXIII, Pablo VI continúa impulsando la renovación y se oficializa una posición plural donde el progresismo tiene su reconocimiento. La Encíclica El Progreso de los Pueblos, condena las causas de la pobreza y sienta las bases de una propuesta para el desarrollo. La Octagesimo Anno, por su parte, toma posición sobre el derecho de los pueblos a la violencia para reivindicar sus derechos fundamentales y reconoce al marxismo como método de interpretación de la realidad haciendo reservas sobre la parte doctrinaria. En poco tiempo el general de los Jesuitas, hace propios estos razonamientos. A Theillard de Chardin, paleontólogo excepcional confinado en la India, auténtico precursor de la nueva situación, se le levanta el destierro y pasa a ser valorado en el seno de la Iglesia. EL MOVIMIENTO DE AMERICA LATINAAmércia Latina se convierte en protagonista de los aires de renovación que atraviesan la iglesia y será a la vez el espacio donde mayor incidencia social tendrán estos cambios. A la tradición de las guerras de independencia, debe agregarse el papel jugado por los nacionalismos de la década del cincuenta, ya que casi todos coincidieron en asumir una posición cristiana como forma de ligar las propuestas de cambio socioeconómico con las conquistas populares.En Agosto de 1967 dieciocho obispos de América Latina, Africa y Asia encabezados por Helder Cámara, obispo de Recife, dan a conocer un documento en el que reivindican al socialismo como más cercano al evangelio que el capitalismo. Suscriben los conceptos del Patriarca Máximo IV en el Concilio Vaticano II, cuando decía :"el verdadero socialismo es el cristianismo integralmente vivido, en el justo reparto de los bienes y la igualdad fundamental de todos". En la iglesia argentina se reestablece una dualidad que perdurará hasta nuestros días: de un lado los curas y hasta algún obispo comprometidos con el reclamo y el sufrimiento de los pobres, de otro buena parte de la jerarquía bendiciendo gobiernos de facto, armas que se usan contra el pueblo y hasta campos de exterminio.Monseñor Victorio Bonamín bendiciendo la guerra sucia mientras las monjas francesas seguían el camino de Alberto Carbone, Carlos Mujica, Enrique Angelelli, los palotinos.Se comprende entonces por qué, mientras la Catedral aún alberga las misas de Onganía y en los cursillos se convalida el pensamiento conservador del onganiato, el Mensaje de los Obispos del Tercer Mundo en la Argentina se extiende en pocos días por todo el paísMonseñor Antonio Devoto, Obispo de Goya, se lo da a conocer a un cura de su diócesis, Miguel Ramondetti , y éste lo hace circular. En dos o tres meses logran más de 500 adhesiones y teniendo en vista el CELAM de Medellín surge una convocatoria que será fundante del Movimiento de Sacerdotes para elTercer Mundo. El encuentro se realiza el 1 y 2 de mayo de 1968 en Córdoba y asisten representantes de 13 diócesis. En 1967, en la Universidad Católica de Córdoba, se realizan conferencias que abordan tanto el "diálogo entre católicos y marxistas" ( ManuelVirasoro, de la orden de los Jesuitas) como el "compromiso de los cristianos con la liberación" (Conrado Egger Lan, titular de la cátedra de Historia de las Religiones de la UNBA). El sacerdote Melián Viscovich profesor de la Universidad Nacional de Córdoba, en la Universidad Católica y en los Colegios mayores de Córdoba, da a conocer su propuesta de modelo social, que reconoce su origen en la el socialismo yugoeslavo y lo relaciona con la convocatoria de Pablo VI en la Encíclica El Progreso de los Pueblos. El 26 de Agosto de 1968 tiene lugar en Medellín - Colombia - la Segunda Conferencia General del Episcopado Latino Americano - CELAM -, donde cumple un papel preponderante el obispo de Mar del Plata, monseñor Eduardo Pironio. El pronunciamiento del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo que se hace llegar a Medellín con la firma de 1000 curas latinoamericanos es la base del CELAM. Se avanza en la denuncia de la violencia que ejercen las estructuras de la dependencia en la región y el derecho de los pueblos a la legítima defensa. Medellín significa la gran irrupción del nuevo compromiso cristiano en la cúpula eclesiástica y la legitimación de la lucha liberadora.En mayo de 1969 la Conferencia Episcopal celebrada en San Miguel , provincia de Buenos Aires, se hace eco de esas definiciones, da un vuelco en sus posiciones tradicionales, denuncia las estructuras de la injusticia y convoca a los cristianos al compromiso. Es seguramente la primera vez que la institución máxima del clero argentino, que sigue alineado mayoritariamente con la derecha, toma distancia de la dictadura de Onganía..EL NUEVO COMPROMISO CRISTIANO Y SUS REPERCUSIONESMedellín subordina al Episcopado Latinoamericano a los preceptos del Concilio Vaticano II y sus postulados determinarán en el continente consecuencias mucho más dramáticas que en el resto del mundo. La renovación del compromiso social, va a traducirse en modelos como el de Camilo Torres, la unión de la cruz y la guerrilla; en curas impartiendo un evangelio de resistencia y lucha; en grupos de jóvenes definiendo su rebeldía como forma expresión de su formación religiosa.La politización de la sociedad y el carácter masivo que adquieren tanto las ideas del socialismo como el desarrollo de la violencia popular en el período, son impensables si no se toman en cuenta esta apertura y el protagonismo que adquiere en la vida política de la sociedad y hacia el interior de la Iglesia el movimiento de curas tercermundistas. En el caso especial del peronismo revolucionario esta apertura fue constitutiva de su nacimiento y desarrollo. Tras su ocaso en los primeros tiempos del onganiato, el peronismo se va a reconstruir fundamentalmente a partir de estos grupos cristianos que avanzan desde la reivindicación de los derechos de los más humildes a una búsqueda de las bases culturales e históricas del proceso popular. Sus componentes plebeyos, solidarios y combativos se sintetizarán en la reconstrucción de un nuevo tejido social que plasmará su irrupción en 1973. En este proceso, la CGT de los Argentinos constituirá una primera síntesis. Pronto, la multiplicación de trabajos barriales y el surgimiento de grupos de acción política darán lugar a un proceso rico y diverso, cuyo saldo serán el Peronismo de Base, Montoneros y sus agrupaciones sectoriales, pero también aquel conglomerado que va a expresarse en el período camporista hasta comenzar su desgajamiento tras la muerte de Perón.En el caso de la izquierda marxista la incorporación de curas y cristianos al movimiento significa una ampliación importante tanto en la base social y en la composición interna como en la ruptura de ortodoxias ideológicas y de prácticas sectarias que habían trabado durante años una relación más plena con el movimiento popular. La apertura del marxismo hacia el cristianismo no es pacífica: el reconocimiento de su fuerza revolucionaria rompe con el concepto monopólico de la revolución propio de su vertiente más ortodoxa. También da paso a un reconocimiento de la historia particular del movimiento popular y de sus mitos. Desde luego, esto lleva a una ruptura con la interpretación tradicional –casi siempre liberal- que la izquierda había formulado tanto de la formación social latinoamericana y argentina en especial, de su historia y del peronismo.Paradójicamente, un Che, marxista y socialista habrá de erigirse como puente entre estas dos culturas de la resistencia: encarnará una posición cuestionadora, del lado de los humildes, sus códigos, sus creencias y su fortaleza. Una actitud en que la idea y el compromiso, la palabra y el hecho se tornan indisolubles. Como en la vida de los pueblos.

Fuente: www.los70.org.ar

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