19/3/08

PROGRAMA 2008

Instituto Superior del Profesorado “ Dr. Joaquín V.González”
Materia: Introducción a la Historia y Disciplinas Auxiliares

Cursos: primeros años “E” ( turno mañana) “B”,”C “y “D” ( turno noche)
Profesora: Susana P. Martínez
Adscripto: Fabián Di Stéfano
Año: 2008

Objetivos:
- Desarrollar en los alumnos el espíritu crítico, de observación y reflexivo para que logren proponer y plantear problemas.
- Capacitarlos para la lectura y análisis de textos que los acerquen a la problemática de la Historia.
- Lectura y análisis de fuentes de distintos soportes que utiliza el historiador para su investigación.
- Conocimiento y práctica de distintas técnicas para el trabajo de investigación.
- Abordaje teórico y métodos de la investigación histórica.

Evaluación:
Los alumnos deberán aprobar exámenes parciales y trabajos prácticos indicados por la cátedra, para presentarse al examen final en carácter de alumnos regulares.

Parciales:
Se los evaluará en dos parciales – escritos u orales – Uno en el primer cuatrimestre y el otro en el segundo. Los parciales escritos tendrán recuperación.
Trabajos prácticos:

- Realizarán lectura y comentario de textos.
- Comparación metodológica de autores
- Realizarán trabajos referentes a distintas técnicas utilizadas en la investigación histórica.
- Trabajo práctico domiciliario . Tema a designar.
Los alumnos podrán consultar la página Web de la cátedra:COMUNIDAD DE HOTMAIL QUE SE INFORMARA EN CLASES Y ESTE BLOG


Unidad I
La Historia
Introducción a las corrientes historiográficas del siglo XIX y XX. Historia a Debate.¿Qué es la Historia? Controversias sobre su concepto. Concepto de acontecimiento. Hecho histórico. Construcción del mismo.Evolución semántica de la palabra historia. Utilización de la Historia a través del tiempo. Su ubicación como Ciencia Social.

Bibliografía
PEREZ LINDO, A. Políticas del conocimiento, educación superior y desarrollo. Biblos, Buenos Aires, 1998.
BLOCH, M. Introducción a la Historia. F.C.E. Buenos Aires, 1975.
VILAR, P. Iniciación al vocabulario del análisis histórico. Altaza, Barcelona, 1999, ps 315
COLLINGWOOD, R. La idea de la Historia. F.C.E., México, 1977.
CARR, E. ¿Qué es la Historia? Seix Barral, Barcelona, 1972.
FEBVRE, L. Combates por la Historia. Ariel, Barcelona, 1970
TOPOLSKY, J. Metodología de la Historia. Cátedra, Madrid, 1982.
LE GOFF, J. Pensar la Historia. Modernidad, presente y progreso. Paidós, Barcelona, 1991
LE GOFF y NORA, P. “Presentación”. En: Hacer la Historia. Laia, Barcelona, 1974
ROMANO, R. “La historia hoy”. En: Revista de Ciencias Sociales, vol. XXXI, nº4, Buenos Aires, 1981
PLUMB, J. La muerte del pasado. Seix Barral, 1974.
FLORESCANO, E. “ De la memoria del poder a la historia como explicación”. En: PEREYRA, C. y otros. ¿Historia para qué? Siglo XXI, México, 1982.
GONZALEZ, L. “De la múltiple utilización de la historia”. En: idem. pp.55-74
DUBY, G. La historia continúa. Debate, Madrid, 1992.
SANCHEZ PRIETO, S. ¿ Qué es la historia?. Reflexiones epistemológicas para profesores de secundaria. Siglo XXI, España, 1995.
APPLEBY, J. La verdad sobre la historia. A. Bello, Buenos Aires, 1998.
PASCALE, Pablo. ¿Lo cualitativo y lo cuantitativo?.Contiendas metodológicas en Ciencias Sociales. Página Web de la cátedra. Año 2007

Unidad II

Historia como conocimiento
Concepto de conocimiento. Distintos tipos de conocimientos. Conocimiento científico. Conocimiento histórico. Construcción del mismo. Importancia en la investigación histórica. Técnicas de la investigación.Concepto de documentos. Distintos soportes .Restos y fuente histórica. Clasificación de las mismas.Disciplinas Auxiliares,. Diplomática y Paleografía. Documento moderno – fotos, cine, TV., sónico - Documento electrónico.Diferencias entre los distintos repositorios – Bibliotecas, Museos, Archivos y Centros de Docuentación .Información de los medios de comunicación. Historia oral. Aportes de la construcción de la misma.

Bibliografía
KLIMOSKY,G. Las desventuras del conocimiento científico. A-Z Editora, Buenos Aires, 1994
TOPOLSKY, J. Ob. Cit PEREZ LINDO, A. Ob. Cit.
SIERRA BRAVO, R. Ciencias Sociales. Epistemología, lógica y metodología. Paraninfo, Madrid, 1984.
PARDINAS, F. Metodología y técnicas de investigación en Ciencias Sociales. Siglo XXI, México,1984.
REVEL, J. “la historia y las ciencias sociales”. En:AA:VV: Segundas Jornadas Braudelianas. Historia y Ciencias Sociales.UNAM, México, 1995.
GIANELLA, A. Introducción a la epistemología y a la Metodología de la ciencia. UNLP., La Plata, 2000.
TUÑON DE LARA, Metodología de la historia social de España.,Siglo XXI, Buenos Aires, 1979.
CASSANI, J. y PEREZ AMUCHASTEGUI. Las fuentes de la Historia. Cooperadora de Derecho y C.Sociales, Buenos Aires, 1966.
FINOCCHIO, S. y otros. “ Las fuentes orales en la enseñanza de la Historia”. En: Rev. de Historia Entrepasados. Año IV, nº 6, Buenos Aires, 1994, pp.165-176.
MOSS y otros. La historia oral. Centro Editor de América Latina ( CEAL), Buenos Aires, 1991
BARELA, L. y otros. Otro modo de hacer historia. Leviatán, Buenos Aires, 1992.
ROBERTS, B. “Memoria. Hacer historia y narración”. En: Voces recobradas. Nº 3 Rev. de Historia oral. Instituto de Historia de la Ciudad de Buenos Aires. 1998, pp.32-36
JOUTARD, P. Esas voces que nos llegan del pasado. FCE., Buenos Aires, 1999
KAGOME, Maina. “La historia oral y los archivos”. Rev. del AGN.nº 9, año XI, Buenos Aires, 1984, p.44
TODOROV, T. Los abusos de la memoria. Paidós Asterisco, Barcelona, 2000.
FLORIO, R. “Narrar la memoria: política de la identidad, política del recuerdo”. En: Taller. Rev. de Sociedad, cultura y política. Vol.4, nº 11. Asociación de estudios de Cultura y Sociedad. Buenos Aires, 1999, pp.121-129.
NIETHAMMER, L.” ¿Para qué sirve la historia oral?”. En: ACEVES LOZANO (Comp.) Historia oral. UNAM, Instituto Mora, México, 1992
CHEN y FOUGEYROLLAS, P. La influencia del cine y la televisión. Breviario del FCE. México, 1980, pp-9-55
SILVA, A. Álbum de familia. La imagen y nosotros mismos. Norma, Buenos Aires, 1998SMIT, J. (Coord) Análise documentaria:a análise da sítese. Grupo Temma. MCT – Brasilia, 1987
ECO, H. ¿Cómo se hace una tesis doctoral? Técnicas y procedimientos de estudio e investigación. Gedisa, Barcelona, 1982.
DURANTI, L. La Diplomática. Nuevos usos. UNC. Córdoba. 1995T
AMAYO, A. Archivística. Diplomática. Sigilografía. Cátedra, Madrid, 1996.
VAZQUEZ MURILLO, Manuel. Administración de documentos y archivos. Planteos para el siglo XXI. Alfagrama, Buenos Aires, 2004
MARTINEZ, Susana. Cuadro comparativo sobre las diferencias entre Archivos, Bibliotecas, Museos y Centros de Documentación. CD del Instituto Espacio para la memoria. (IEM), Año 2007Idem-. ¿Qué es la diplomática?. Diplomática moderna. Trabajo mimeografeado para la cátedra .Año 2006
LORENZ, Federico. Combate por la memoria. Huellas de la dictadura en la Historia. Colección Claves para todos. Ci , Año 2007
GALENDE DIAZ, J. C. El concepto de documento desde una perspectiva diplomática. Universidad Complutense de Madrid. Página de la cátedra. Año 2007A
LBERCH FUGUERAS, R. Los archivos, entre la memoria histórica y la sociedad del conocimiento. UOC, Barcelona, Año 2003
AGUIRRE, S. y otros. La vinculación entre archivos y enseñanza. Su análisis a través de una propuesta interdisciplinaria. En: Rev. Umbral 2000, Segunda época. Año 1,nº 1. IFDy T.nº 8. La Plata, 1999

Unidad III

La historia y el tiempoConcepto de tiempo histórico. Historicidad. Presente. Pasado. Futuro. La construcción del pasado. Periodizaciones. Tiempos cíclico, lineal y cósmico. Tiempo vectorial. Tiempo “eje”. Larga, media y corta duración. Influencia de las concepciones del tiempo en el hombre y en la producción historiográfica. El tiempo en la sociedad.

Bibliografía
CHESNEAU,. J. ¿Hacemos tabla rasa del pasado?. Siglo XXI, Buenos Aires, 1984
BLOCH, M. Ob. Cit. Cap. III -IV
CASTELLAN, A. Tiempo e historicidad. Biblos, Buenos Aires, 1984.
CASSANI, J. y PEREZ AMUCHASTEGUI, A. Del “epos” a la historia científica. ABACO, Buenos Aires, 1980
BRAUDEL, F. La historia y las ciencias sociales. Alianza, Madrid, 1970
VIÑAO FRAGO, A. “ Tiempo, historia y educación”. En: Rev. Complutense de educación, vol.5, Edt. UC., Madrid,1994, pp.9-45
CHAUNU, P. Historia y decadencia. GRANICA, Colec. Plural, Madrid, 1993
LE GOFF, J. Ob. Cit.
JASPERS, K. La filosofía. F.C.E. Buenos Aires, 1978
“Cita con el Apocalísis”. En: Rev. la aventura de la Historia. Año 2, nº 14, Atalaya, Madrid, 1999, pp.69-87.
JELIN. E. Reflexiones sobre tiempo y espacio. Página de la cátedra. Año 2007

Unidad IV
Ciencia y métodos
Concepto de ciencia. Ciencias sociales. Ciencia histórica. Problemas actuales. Legalidad en la historia. Etapas de la investigación como proceso. Problemas, marco teórico, hipótesis. Modelos de análisis. Comprensión, explicación.Concepto de métodos. Científico, tradicional, comparativo, cualitativos. Importancia de la construcción de modelos. Nuevos aportes.

Bibliografía
KLIMOSKY. Ob.Cit.
BUNGE, M. La ciencia. Su método y su filosofía. Siglo XX, Buenos Aires, 1980
DUBY, G. Ob. Cit.
CHIARAMONTE, J.C. “El oficio del investigador en la historia Una experiencia personal.” En: SCHUSTER,F. El oficio del Investigador. UBA. Buenos Aires, 1995, pp.95-114 WAINERMAN,C. y SAUTU,R (comp.) La trastienda de la Investigación. Unv. Belgrano, CARR, E. Ob.Cit.
SIERRA BRAVO, R. Ob.Cit.
FRANKEL, CH. “Explicación e interpretación en historia.” Cuadernos de epistemología nº 37, UBA, Buenos Aires, 1970
GIANELLA,A. Ob.Cit.
NORIEL, Gerárd. Sobre la crisis de la Historia. Frónesis Univ. de Valencia, Madrid, 1997
APPLEY y otros. Ob. Cit.
CARDOZO,C. Introducción al trabajo de la investigación. Crítica, Barcelona, 1982.
CARDOZO y PEREZ VIGOLI. Los métodos de la Historia. Crítica, Barcelona, 1982
KULA, J. “investigaciones comparativas sobre la formación de la clase obrera”. En: Historia social. Estudios monográficos 9.UBA, FF.y L. Buenos Aires, 1966
SARTORI G. y MORLINO, L. La comparación en las ciencias Sociales. Alianza, Madrid,1994, pp.29-79
TUÑON DE LARA, M. Ob. Cit.
PASCALE, P. Ob.cit.
ORTIZ URIBE, F. Anotaciones sobre la Ciencia, su método y sus postulados. Hemeroteca Virtual ANUIES , http:www.anuies,mx, México 1996

Unidad V
Historia de la historiografía
Concepto de historiografía. Evolución del pensamiento histórico. Aportes de modernidad. Principales corrientes historiográficas del siglo XX. Críticas a la escuela de Annales. Influencia del marxismo. Nuevas tendencias para el siglo XXI.Manifiesto de Historia a Debate (HaD)

Bibliografía
COLLINGWOOD, H., Ob. Cit.
FINLEY, M. Uso y abuso de la historia. Crítica, Barcelona, 1979
KOROL, J. “Duraciones y paradigmas de la escuela de Annales”. En: Rev. Punto de vista, nº 5, Buenos Aires 1985, pp.18-25
FONTANA, J. Historia. Análisis del pasado y proyecto social. Barcelona, Crítica 1982.
BURKE, P. La revolución historiográfica francesa. La Escuela de Annales. 1929-1989. Gedisa, Barcelona, 1993.
LE GOFF, Ob.Cit..
NOIREL,G. Sobre la crisis de la historia. Frónesis. UV.,Madrid, 1997
AROSTEGUI, Julio. “El fin de la contemporaneidad o el presente como historia”. En: Rev. Historia 16,Madrid, 1999,pp.62-67
DIETRICH,H. “Teoría y praxis del nuevo proyecto histórico”.En: Fin del capitalismo global. El nuevo proyecto histórico. Editorial 21, Buenos Aires, 1998
RUIZ DOMENEC,J. Rostros de la historia. Veintiún historiadores para el siglo XXI. Península, Barcelona, 2000.Manifiesto de HaD. Barcelona , 1992 Está en la página de la CátedraConsultar bibliografía en la página web de la Cátedra


Prof. Susana P. Martínez

17/3/08

SEAMOS LIBRES....

Seamos libres, lo demás no importa nada”
Por Norberto Galasso
La historia mitrista -aun predominante en escuelas, medios de difusión, calles y plazas- nos habla de “un gran argentino que dio libertad a Chile y Perú”. Sin embargo, cabe preguntarse: ¿era San Martín “un argentino”, si por tal entendemos, como lo quiere la historia oficial, un hombre blanco, “civilizado”, ajeno a la América morena? Si tenemos presente el medio cultural en que nació y vivió sus primeros cuatro años (1777-1781) estaba marcado por la cultura guaranítica, lo cual le da un perfil más bien paraguayo. Si, por otro lado, observamos su hogar, la mayor parte de su infancia, su adolescencia, su juventud, sus estudios y la primera novia, sus 30 batallas en Europa y sus veintidós años de vida militar en España era, más bien... un gallego. Así lo recuerda María Rosa Oliver, en sus memorias, reproduciendo un juicio de su tatarabuela: “El tío Pepe era un ordinario... Hablaba como un gallego”. ¡Y cómo iba a hablar si a los 34 años, había pasado 27 en España!Un siglo atrás, sin los conocimientos de psicología y sociología de los cuales disponemos hoy, podía aceptarse la leyenda de este oficial del ejército español que un día -ya veterano de guerra- siente “el llamado de la selva misionera” y decide regresar a su país natal para pelear contra el mismo ejército en el cual ha llegado a teniente coronel. Esa tesis es hoy insostenible. ¿Por qué viene entonces San Martín, al Río de la Plata, en 1812?
En primer término, digamos que San Martín forma parte de esa España popular que se levanta contra el invasor francés, en 1808, constituyendo juntas democráticas, insuflada del liberalismo revolucionario de 1789. El pueblo español lucha por la soberanía pero también contra el viejo orden de escudos y blasones de la España reaccionaria. Allí pelea San Martín y cuando su causa está casi derrotada en la península, se traslada a América, para proseguir aquí la misma lucha contra el absolutismo, en la línea de la revolución de Mayo que no fue fundamentalmente separatista -como pretende Mitre- sino democrática, por el gobierno popular en lugar del Virrey, dejando la ruptura con España para decidirla según los acontecimientos (razón por la cual recién la declara en 1816). Ese militar -que no podía ser antiespañol después de haber luchado 22 años bajo la bandera española- era, sí, enemigo de la España negra, monárquica, de la nobleza y la Inquisición, tan
to allá como aquí y partidario de la revolución popular, aquí como allá, integrante de una vasta oleada revolucionaria que abarcó tanto a España como a América, entre 1808 y 1811.
Ese carácter de revolucionario hispanoamericano lo trae a San Martín al Plata y luego lo lleva a Chile, donde llega enarbolando una bandera que no es la argentina sino la del Ejército de los Andes, pues se trata de un ejército argentino-chileno, y después, a Perú, enarbolando bandera chilena. En ambos casos, procede como jefe de un ejército latinoamericano, del mismo carácter del que quería construir el Che, en Bolivia, cuando fue asesinado. Por eso, abominaba de quienes, como Rivadavia, se subordinaban al capital extranjero y denigraban a indios, negros y gauchos que eran “mis paisanos”, como él decía. Y cuyo apego a la libertad exalta en ese bando famoso propugnando “ser libres”, aunque tengamos que andar “en pelotas”.
De ahí también su condena a quienes, por oponerse a Rosas, apoyaron la prepotencia de las escuadras francesa e inglesa, en el Río de la Plata.
Este es el San Martín verdadero, el que quería retar a duelo a Rivadavia, el que contradecía a Sarmiento respecto a Rosas, el amigo de Bolívar cuyo retrato tenía en su dormitorio, frente a su cama, para contemplarlo con afecto, el amigo del pueblo que se declaraba “enemigo de toda aristocracia” y del invasor extranjero, mientras redoblaba esfuerzos por la Unión de la América morena.Ese auténtico San Martín -rescatado ahora del vaciamiento a que lo sometió Mitre- se incorpora hoy a nuestra lucha por la dignidad, por la liberación y la unión de nuestros pueblos, así como también por la realización de las profundas transformaciones económicas y sociales que urgen.Pero para que abandone la estatua de bronce y rompa las verjas que hoy cercan los monumentos es preciso concluir con una historia falsa, donde “los héroes” son los amigos del extranjero, despreciativos de nuestro pueblo y partidarios de la libre importación. Hay, pues, que rever muchas “verdades consagradas” en el camino hacia las verdades populares que iluminarán necesariamente los tiempos por venir.
Proclama al Ejército de los Andes:
Ya no queda duda de que una fuerte expedición española viene á atacarnos: sin duda alguna los gallegos creen que estamos cansados de pelear y que nuestros sables y bayonetas ya no cortan ni ensartan; vamos á desengañarlos. La guerra se la tenemos de hacer del modo que podamos. Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos ha de faltar; cuando se acaben los vestuarios nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajan nuestras mujeres, y sino andaremos en pelotas como nuestros paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada. Yo y vuestros oficiales os daremos el ejemplo en las privaciones y trabajos. La muerte es mejor que ser esclavos de los maturrangos. Compañeros, juremos no dejar las armas de la mano hasta ver el país enteramente libre ó morir con ellas como hombres de coraje.
Sª Martin. Mendoza, 1819

13/3/08

NUNCA MAS


Eduardo Aliverti - 30 anios del golpe militar.mp3
Radio del Plata Especial 30 años del golpe militar (parte 1).mp3
Radio del Plata Especial 30 años del golpe militar (parte 2).mp3

piero - para el pueblo lo que es del pueblo.mp3


Eduardo Aliverti - 30 años del golpe militar.mp3

24 de marzo de 1976


El 24 de marzo de 1976 no solo descendió la noche más negra y cargada de dolor sobre la Argentina. Al son de las marchas militares y los comunicados golpistas que difundían los medios de comunicación, las jaurías militares, en defensa del sagrado estilo de vida occidental y cristiano, salieron a la caza de dirigentes políticos, sindicales, obreros, profesionales, familias. El mismo 24 era secuestrado, entre otros cientos, el secretario general de Smata Córdoba, René Salamanca, era asesinado el coronel Bernardo Alberte, arrojado desde un balcón de su propia casa, y era desaparecido Gastón Roberto José Goncalvez, de la JP de Zárate, alfabetizador de niños de barrios humildes.

El golpe está vivo
En cada idiota que pide mano dura para acabar con la inseguridad urbana, como si las causas del delito no fueran estructurales y, otra vez, se tratase de arreglar las cosas a sangre y fuego, el golpe está vivo.
En el registro de que no hay una clase dirigente de edad intermedia con cojones y eficiencia patrióticos, porque desaparecieron y asesinaron a los mejores cuadros técnicos y militantes, el golpe está vivo.
En cada dólar de la deuda, cuyo crecimiento geométrico nació con la dictadura y que sigue condicionando a, por lo menos, la próxima generación de argentinos (más allá del golpe de efecto de haber cancelado las facturas del Fondo, que son una mínima parte del total) el golpe está vivo.
En el atraso científico y tecnológico de la Argentina, porque una enorme porción de sus hombres más brillantes no tuvo otra ruta que un exilio del que la mayoría no volvió, el golpe está vivo.
En los estúpidos que confunden a los piqueteros con el enemigo, como se lo confundió hace 30 años, el golpe está vivo.
En esos amplios sectores desconcientizados de la clase media, que después de fantasear con las divisas baratas y los viajes al exterior del cuarto de hora milico volvieron a hacerlo con el amanuense milico Domingo Cavallo, y que volverían a equivocarse una y otra vez, el golpe está vivoEn los periodistas y en los grandes medios de comunicación apologistas del golpe, intelectuales del golpe, escribas del golpe, y capaces de no ensayar ni tan sólo un atisbo de arrepentimiento en 30 años, el golpe está vivo.
En las cúpulas eclesiásticas que bendijeron las armas y las torturas y las descargas de 220 voltios en la vagina de las embarazadas, tan preocupados los monseñores y su séquito de miserables por el derecho a la vida, el golpe está vivo.
En las mafias policiales, que no reconocen su origen pero sí su desarrollo en aquellos años de repartir el botín de las casas de los secuestrados, el golpe está vivo.
En los votos a Rico y a Patti; en los votos a los candidatos empresarios que vieron crecer sus empresas en la dictadura, gracias al extermino de las luchas sindicales y a los negocios con los asesinos; en los votos a todas las crías milicas disfrazadas de intendente, diputado o senador, el golpe está vivo.
En la explotación agropecuaria concentrada en unas pocas y monumentales manos, el golpe está vivo.
En una Ley de Radiodifusión firmada en 1980 por Videla y Harguindeguy, y vigente 30 años después, el golpe está vivo.
En la desprotección gremial, en el trabajo precario, en la desarticulación del tejido social, obras todas paridas por los monstruos de 1976, el golpe está vivo.
En cada oprimido que reproduce el discurso del opresor, en cada pobre y en cada pobre diablo que se enfrenta con otro pobre y con otro pobre diablo, el golpe está vivo.
Como tampoco se trata de tener una visión tragicista de la historia, porque eso implica abonarse a las profecías autocumplidas de la derrota y la única derrota asegurada es la de los pueblos que se resignan y no toman nota de sus conquistas, a 30 años corresponde, también, decir que en muchos aspectos estamos mejor.Ya no se violan los cuerpos así como así. Ya no tienen forma de hacer sin más ni más lo que les venga en gana. Ya los argentinos demostraron que tienen reflejos de resistencia activos y eficaces, contra el andar impertérrito de la clase dominante, muy por encima de cualquier sociedad latinoamericana. Ya siguen sin articularse los espacios populares, y algo de eso se reflejó el viernes en el acto de la plaza, pero la derecha tampoco tiene partido y, menos que menos, partido militar. Ya tanto diputado y tanto senador no tiene la ocurrencia de continuar como si nada con su papel de oscuros gerentes del sistema: les cuesta, los putean, los ignoran, y de hecho es mucho más lo que se interpela desde la calle que desde sus edificios lamentablemente casi inútiles. Ya la policía se cuida mucho más de lo que sus deseos le estimulan. Ya los milicos no existen, que no quiere decir que los sectores del privilegio hayan renunciado a la violencia como última instancia pero sí que no les es tan fácil imponer condiciones. Ya hay mucha calle y mucha plaza que lleva el nombre de desaparecidos. Ya hay la anulación del Punto Final y la Obediencia Debida, y quizás de los indultos.
Según quiera verse, a 30 años todas esas conquistas pueden parecer caca de paloma. O bien una epopeya de los imprescindibles, visto que acá a la vuelta supo estar prohibido "El Principito", y quemados libros en pira pública, y exterminados y torturados y exiliados decenas de miles de argentinos. ¿Cerramos en que las dos cosas son ciertas?
Y que tomamos la segunda para decirles a los asesinos y a sus mandantes: pudieron, pero no del todo. Tan no del todo que acá estamos, diciendo estas cosas.
Eduardo Aliverti, 2006

12/3/08

LOS REINOS GERMANOS (1)


n primer problema que plantea todo estudio de las invasiones bárbaras de fines del siglo IV y de la siguiente centuria es el de determinar sus causas. Antes que nada conviene advertir que éstas no constituyen un hecho histórico aislado y de súbita aparición. Desde finales del siglo II a.C. ya se habían producido los primeros intentos migratorios germánicos hacia tierras mediterráneas. Sólo la conquista romana de las Galias y la constitución del limes o frontera del Rin y del Danubio las habían contenido durante un largo periodo. Pero de nuevo, a finales del siglo II y en el III d.C., se produjo una gran oleada invasora. Tras un nuevo intervalo -producto de la reconstrucción de las defensas imperiales por los emperadores ilirios- se produciría un nuevo y definitivo asalto a partir del último tercio del siglo IV. ¿Cuáles eran las causas de estas periódicas migraciones? Se ha hablado de motivos climáticos, demográficos y sociológicos, y hasta de presiones de pueblos de las estepas eurousiáticas (hunos, principalmente). Sin duda todos estos factores tuvieron su influencia. Pero, sobre todo, parece que deben tenerse en cuenta los importantes cambios que se produjeron en el seno de las sociedades germanas en los primeros siglos de la Era cristiana. Éstos se habrían concretado en un proceso evolutivo conducente a un progreso social y económico, con la constitución de estructuras sociales y económicas muy jerarquizadas. Proceso en el que el contacto con el mundo romano no habría dejado de tener importancia. Para el momento previo a las grandes invasiones de fines del siglo IV habría que poner como base de todo poder social y político en las diversas agrupaciones populares germánicas lo que se conoce como "Soberanía doméstica" (Hausherrschaft). Es decir, en un momento determinado se había concentrado en manos de unos pocos un dominio territorial sobre el que se ejercía una plena soberanía (munt) Esta última alcanzaba a todos los que habitaban y trabajaban en esa unidad territorial, que también lo era económica, y que podía abarcar a una aldea entera. Entre dichos habitantes se encontraban gentes de condición no-libre, esclavos siempre asentados con su familia en una tierra, pero sobre todo un extenso grupo de semilibres según las concepciones jurídicas romanas. Estos últimos se encontraban unidos al señor de la casa (Hausherr) mediante un estrecho lazo de obediencia, lo que les obligaba a formar parte de su mesnada cuando aquél decidía realizar alguna expedición militar contra terceros. Cercana a esta forma de dependencia era la que se conoce bajo el nombre alemán de "Gefolge" (séquito). Por medio de ella hombres de condición libre, con frecuencia jóvenes extranjeros en busca de aventuras y fortuna, se unían a un señor con un lazo de fidelidad y mutua ayuda, pero conservando en todo su libertad personal. No cabe duda que estos séquitos, de exclusiva significación militar, jugaron un gran papel entre los pueblos germanos de la época, acelerando el proceso de jerarquización sociopolítica y consolidando una auténtica nobleza guerrera. Sin embargo no debe olvidarse la estrecha unión entre dicha institución y la de la soberanía doméstica antes mencionada. De forma que siempre continuarían existiendo los otros séquitos compuestos de aldeanos y gentes no-libres. De tal modo que en algunos pueblos pudo producirse una confusión entre ambos séquitos, denunciando los nombres utilizados para su miembros -gardingi, entre los visigodos, gasindi entre los longobardos- un primitivo origen doméstico o incluso servil de los mismos. No cabe duda que en tiempos como los de las grandes invasiones tales séquitos, de funcionalidad militar, supusieron algo esencial. Muchas de las realezas germánicas de la época tuvieron su origen en tales séquitos. En esos casos se trató de la elección como rey del pueblo en armas (Heerkönig) del jefe de uno de tales séquitos. Ante las expectativas de grandes ganancias de botín o de tierras pudieron entrar a formar parte de los séquitos más potentes gentes de condición social elevada, jefes a su vez de otros séquitos, estableciéndose de esta forma una verdadera jerarquía dentro de éstos. Como consecuencia de una invasión exitosa y del inmediato asentamiento (Landnahme) en tierras del Imperio dichas monarquías militares no pudieron por menos de consolidarse. También conviene tener en cuenta, a la hora de explicar las causas y desarrollo de las grandes invasiones, los mecanismos de formación de las unidades populares que participaron en las mismas y que aparecen mencionadas en las fuentes romanas de la época. Este proceso es conocido en lengua alemana como "Stammesbildung" (Formación de las estirpes). Sin duda siempre ha sorprendido la facilidad con que aparecen en el escenario histórico grandes agrupaciones populares con unos nombres y una definición étnica muy determinada en apariencia, que sin embargo pueden desaparecer al poco sin dejar la menor huella ante el primer gran descalabro militar sufrido. La explicación de dicha aparente paradoja la ofreció R. Wenskus. Según su teoría, la mayoría de los pueblos germánicos de la época de las invasiones comportaba como elemento aglutinante un linaje real en torno al cual se adhería un núcleo reducido de otros linajes, portador del nombre y las tradiciones nacionales de la estirpe. Mientras este núcleo se mantuviera más o menos intacto, la agrupación popular subsistiría, pues podría ir aglutinando y dando cohesión a elementos populares heterogéneos en un proceso de etnogénesis continua. Dicha teoría resuelve, además, otra de las paradojas de los relatos antiguos sobre las invasiones: la exigüidad de las llamadas patrias o lugares de origen de las varias estirpes germanas -con frecuencia ubicadas todas en Scandia, auténtica vagina de pueblos- y la gran importancia que éstas pudieron alcanzar en el apogeo de su carrera histórica. Tradicionalmente se suele dividir a los diversos pueblos germánicos en tres grandes grupos, en atención a su lengua: germanos del norte, del oeste y del este. Ahora bien, esta división tradicional y que se suele utilizar por su comodidad y fácil comprensión, no parece que se corresponda con una real diversidad étnica o cultural, comprobable en la cultura material detectada por la Arqueología. Incluso desde un punto de vista lingüístico se han propuesto otras clasificaciones alternativas, como la de E. Schwarz en: gotoescandinavos, germanos continentales y germanos del Mar del Norte. Y desde la Arqueología se han llegado a diferenciar nada menos que nueve grupos culturales diferentes desde el punto de vista del utillaje encontrado. Así, los germanos occidentales se testimoniarían en las culturas del Elba, del Mar del Norte y del Rin-Weser, con el gran nombre étnico de los suevos, frisones, longobardos, anglos y varnos, entre otros, y los diversos grupos que darían luego lugar a las varias ligas francas y alamanas, respectivamente. En lo que podríamos llamar historia militar de las grandes invasiones se distinguen varias oleadas o etapas. La primera de ellas sería la protagonizada en lo fundamental por pueblos germanos de los llamados ósticos (del este) -godos, vándalos, burgundios-; aunque con frecuencia se les unirían en su migración facciones más o menos numerosas de nómadas sarmáticos o iranios (alanos) de las llanuras del sur de Rusia y/o del Danubio central y oriental Esta primera oleada se caracterizó por la amplitud de los movimientos migratorios, desde las orillas del Mar Negro a la Península Ibérica y el norte de África, y por haber dado lugar a la aparición de los primeros reinos bárbaros en suelo imperial. La segunda oleada fue mucho menos aparatosa, pero sus resultados serían bastante más duraderos. La primera afectó a grupos minoritarios de inmigrantes bárbaros en comparación con los provinciales invadidos, lo que les condenaba a diluirse a corto o medio plazo. Y, con la excepción de los visigodos, ninguna de las fundaciones estatales a las que dieron lugar pudo pasar la barrera de mediados del siglo VI. Por el contrario, la segunda oleada por lo general significó la penetración continuada y en masas bastante cerradas de grupos germanos en las Galias, Baviera y Gran Bretaña, llegándose a producir hasta una germanización lingüística de territorios otrora dominados por el latín y el celta (Galia renana y Gran Bretaña). Fue protagonizada en lo fundamental por germanos occidentales, cuyas etnogénesis -proceso de formación de grandes unidades étnicas- eran bastante recientes, en caso de existir; siendo en una inmensa mayoría de casos el resultado de agrupamientos de fragmentos de diversas estirpes anteriores: francos, alamanes, bávaros, anglos y sajones. Una tercera oleada habría tenido como resultado principal el establecimiento de los lombardos en Italia, y el dominio de las estepas y llanuras de Europa central y oriental por los bávaros. Éstos no eran germanos sino un pueblo posiblemente de origen mongol, encontrándose por completo ecuestrizado y seminómada. En buena medida esta tercera oleada participaría de las características señaladas como propias de la primera, aunque la diferente situación existente en la Europa de la segunda mitad del siglo VI produciría resultados distintos, sin duda más duraderos, como sería el caso del establecimiento longobardo en la Italia septentrional. Además, durante esta época en toda la fachada atlántica europea continuarían las incursiones de los germanos ribereños del Mar del Norte. Éstas serían protagonizadas sobre todo por grupos de la llamada Liga Sajona y por otras unidades étnicas menores, como anglios y hérulos, terminando por germanizar toda la antigua Gran Bretaña celtorromana. La primera gran oleada se centra en dos grandes hitos: la batalla de Adrianópolis (378) y el paso del Rin (406). Ambas fueron protagonizadas en lo esencial por germanos orientales -visigodos, ostrogodos, burgundios y vándalos-, más diversos grupos occidentales agrupados bajo la prestigiosa denominación de suevos, y los iranios alanos. Sin duda para comprender las causas de ésta gran invasión hay que conocer lo que estaba ocurriendo por detrás del mundo germánico, en las grandes y abiertas llanuras y estepas centroeuropeas y eurousiáticas. Tras una larga emigración desde territorios ribereños del Báltico, los pueblos góticos se encontraban hacia el 230 asentados al norte del Mar Negro. Además de los elementos populares agregados durante su larga migración, en su nueva sede asumieron importantes contingentes de nómadas iranios (alanos), adoptando ciertas tradiciones de éstos, en espacial los godos situados más al este, o greutungos. Éstos habían constituido un reino relativamente centralizado y extenso, mientras que en zonas boscosas más occidentales habitaban los godos tervingios, con una menor centralización política. A lo largo del siglo IV ambos grupos, en especial los tervingios, sufrieron la influencia de Roma, penetrando el Cristianismo en su variante arriana. Esto último les dotó de una mayor conciencia étnica, gracias también a la creación por el obispo misionero Ulfila de un alfabeto para traducir la Biblia al gótico. Pero toda esta situación se desmoronó cuando el poderoso Reino de los greutungos, regido por el linaje de los Amalos, fue derrotado en 375 por unos recién llegados a las estepas pónticas, los jinetes hunos. Tras la derrota y muerte trágica del Amalo Ermanerico, un pánico indescriptible se apoderó de ambos grupos godos. Mientras que una porción muy importante, compuesta especialmente de tervingios, pidió y obtuvo del Imperio asilo en Tracia, otros se asentaron en la región de los Cárpatos y en Moldavia, bajo el protectorado de los hunos. Sería entonces cuando ambos grupos góticos iniciasen un nuevo proceso de etnogénesis que llevaría al grueso de los tervingios a transformarse en los históricos visigodos, y a lo principal de los greutungos bajo predominio huno a convertirse en los ostrogodos. Sin embargo, al poco de su entrada en el Imperio el emperador Valente trató de aniquilar a los grupos godos, ante el peligro que representaba para la vecina Constantinopla la continua rebelión de unos godos explotados por traficantes y funcionarios romanos. Pero resultó derrotado y muerto en la batalla de Adrianópolis (9 de agosto de 378), donde se perdió una buena parte del ejército de maniobras romano-oriental. Teodosio el Grande consiguió apaciguarlos, beneficiándose de las luchas internas entre diversos nobles y linajes godos, establecerlos en la evacuada provincia de Mesia y utilizarlos como tropas federadas para la reconstrucción del ejército imperial. La muerte del emperador Teodosio, las desavenencias entre el gobierno de Constantinopla y el de Roma, dirigido por Estilicón, serían utilizadas por el balto Alarico para crear una monarquía militar visigoda en su persona. A partir de entonces Alarico y sus godos iniciaron una ambigua política que combinaba los saqueos en las provincias romanas con los ofrecimientos de sus servicios como tropas federadas a cambio de subsidios alimenticios, con el objetivo final de un alto cargo militar para el rey godo y un territorio donde asentar a su pueblo en condiciones de cierta autonomía. Política primero seguida con el gobierno de Constantinopla y a partir del 401 con el de Ravena. A partir del 401 Alarico presionaría a este último, jugando, y siendo utilizado también, con la oposición entre Estilicón y otros círculos cortesanos romanos. Tras la caída y asesinato de Estilicón, Alarico se vio obligado al golpe de efecto que supuso el saco de Roma en el 410. Desaparecido al poco Alarico, su política será seguida por su cuñado y sucesor Ataúlfo. Tras el fracaso de éste de entroncar con la familia imperial, a través de su matrimonio con la princesa Gala Placidia, y de hacerse una posición fuerte en el sur de las Galias, los visigodos serían finalmente estabilizados en virtud del pacto de alianza (foedus) firmado entre el rey godo Valia y el general romano Constancio, nuevo hombre fuerte del gobierno occidental, en el 416. En virtud de ese pacto los visigodos se comprometían a servir como tropas federadas al Imperio occidental; y como primera prueba de ello, en el 416, lograrían aniquilar a una buena parte de los grupos bárbaros que habían invadido la Península Ibérica en el 409. A cambio, en lugar de obtener los tradicionales subsidios alimenticios el Imperio permitía a los godos su asentamiento en la Aquitania, entregándoles a tal efecto dos tercios de una serie de fincas que serían repartidas entre los diversos agrupamientos nobiliarios godos y el del rey con sus séquitos. Aunque quedaba la antigua administración civil provincial romana, sin embargo el rey godo recibía amplias atribuciones que de hecho implicaron el establecimiento de un embrión de Estado visigodo en territorio imperial, con una corte y un núcleo de administración central de molde imperial en la ciudad de Tolosa. Había nacido lo que se conoce como Reino visigodo de Tolosa. La presión creada por la estampida goda sobre los pueblos bárbaros situados más hacia Occidente y las dificultades militares creadas al gobierno de Ravena por las andanzas de Alarico en Italia terminaron por romper la tradicional frontera del Rin. Este hecho sería protagonizado por una invasión compuesta de elementos populares muy dispersos. Los orígenes de la misma estarían en dos vastos conglomerados formados en el Danubio medio. Uno de ellos, constituido esencialmente por ostrogodos huidos del dominio de los hunos bajo el mando de Radagaiso, invadió violentamente la Italia septentrional en el 405, para ser por completo masacrado por Estilicón en la batalla de Fiésole al verano siguiente. El otro sería más heterogéneo, pues bajo las jefatura del alano Respendial y del vándalo hasdingo Godegiselo incluía a vándalos silingos y hasdingos, marcomanos, quados, gépidos, sármatas y alanos; a los que se unirían en su migración a lo largo de la frontera danubiana colonos germanos allí establecidos por el Imperio y campesinos romanos. Todos juntos lograrían atravesar las defensas del Rin a la altura de Estrasburgo en la Navidad del 406. Tras ello los bárbaros, divididos en varios grupos y en un proceso interno de etnogénesis con la formación de una tercera monarquía militar bajo el étnico de sueva, saquearían con extremada violencia las Galias, primero la septentrional en la ruta hacia Boulogne, para posteriormente dirigirse hacia el sur a lo largo de la costa atlántica. En septiembre del 409 la parte principal de los bárbaros invasores franqueaba los Pirineos occidentales y penetraba en las Españas. La desviación de su primera ruta de invasión hacia el norte de las Galias se habría debido a un importante hecho sucedido del lado romano. En el 406 triunfaba en la Gran Bretaña la sublevación del general romano Constantino III. Pasando con su ejército a las Galias, el usurpador logró ser fácilmente reconocido por los restos del ejército de las Galias, que vieron en él al defensor de su país ante los invasores bárbaros. El nuevo emperador trató de controlar lo más rápidamente posible los puntos vitales de las Galias, pasando de inmediato a la Península Ibérica, donde logró derrotar a las tropas y nobles leales a la dinastía de Teodosio, representada entonces por el emperador Honorio (395-423). Sería precisamente la lucha que a partir del 409 se desarrollaría en las Galias entre el usurpador y las tropas leales a Honorio, reorganizadas por el patricio Constancio, lo que facilitaría la invasión hispana del 409, pues los invasores pudieron penetrar casi como aliados de la rebelión contra Constantino III surgida en el seno de su propio ejército destacado en la Península, recibiendo en pago de sus servicios el derecho a la exigencia de subsidios a los provinciales: los vándalos hasdingos y los suevos la Galaecia, los silingos la Bética, y los alanos la Lusitania y la Cartaginense. La recuperación de las fuerzas legitimistas en la Galia, con la derrota final de los usurpadores (Constantino III y sus hijos en el 411), bajo el mando del poderoso generalísimo Constancio, acabaría posibilitando la solución del problema visigodo con la firma del foedus del 416. Y como consecuencia del mismo el gobierno imperial se propuso seguidamente restablecer la situación en las provincias hispánicas, utilizando para ello la fuerza militar aliada de los visigodos de Valia. A lo largo del 416-417 Valia conseguiría destruir las monarquías militares de alanos y vándalos silingos, cuyos restos populares acudirían a engrosar las filas de los vándalos hasdingos. Si éstos y la débil monarquía sueva no fueron destruidos se debería más a que Constancio optó por hacer venir a Valia a las Galias, donde se fundaría en el 418 el Reino de Tolosa, posiblemente interesado en culminar la limpieza de las provincias hispánicas con tropas mayoritariamente romanas. De esta forma hacia el 420 el gobierno imperial parecía haber restablecido la situación en todo Occidente. Los restos de los invasores de finales del IV y principios del V estaban aniquilados, en vías de serlo o se esperaba su final integración como soldados aliados del Imperio. Además, los destinos de la dinastía teodosiana parecían asegurados, no obstante la falta de descendencia de Honorio, con el matrimonio del poderoso general Constancio con la princesa Gala Placidia y su asociación al trono. Pero la muerte prematura de Constancio (421) y la de Honorio (423) desbaratarían la situación. La elección como emperador del infante Valentiniano III (425-454), hijo de Constancio y Gala Placidia, no sirvió más que para convertir al gobierno de Occidente en presa de ambiciones e intrigas, en las que jugó un papel muy importante la bella Gala Placidia. Sería en esta situación, y aprovechándose de tales disputas, como los visigodos de Tolosa bajo la inteligente dirección del rey Teodorico I (418-451) tratarían de extender su dominio hasta la estratégica Provenza, mientras en las Españas los suevos consolidaban su poder en el noroeste y los vándalos saqueaban a su placer las provincias meridionales y levantinas. Finalmente el nuevo rey vándalo Genserico (428-477) optaba en el 423 por evacuar la Península y pasar con su pueblo, estimado en 80.000 almas, al norte de África, amenazando así una región vital para el aprovisionamiento de grano de la propia Roma e Italia. La recuperación imperial sólo se produciría a partir del 432, cuando el general Aecio -un semibárbaro que se apoyaba en un séquito personal de hunos- logró hacerse con el control total del gobierno y ejército romanos. Como en otro tiempo hizo Constancio, Aecio se esforzó en restablecer el dominio romano en la rica y estratégica Galia. Ésta se encontraba amenazada en las tierras renanas y septentrionales por nuevas penetraciones germánicas (francos y burgundios), en Normandía y costas atlánticas por otras sajonas y bretonas, y en el sur por las ambiciones de los visigodos de Tolosa. Las soluciones aportadas por Aecio a estos problemas reflejan sin embargo que los tiempos habían cambiado. Pues además de utilizar ejércitos romanos Aecio se apoyaría cada vez más en la labor de bárbaros federados, a los que concedió un alto grado de autonomía: con el asentamiento de los burgundios en Sapaudia se constituía el segundo reino germánico en tierras galas. La concentración del esfuerzo imperial en las Galias hizo abandonar un tanto la situación en otras regiones. En la Península Ibérica el dominio imperial se concentró especialmente en las regiones mediterráneas, y confiando además demasiado en la lealtad de tropas federadas visigodas. Lo que permitió una clara consolidación sueva en sus bases galaicas y el comienzo de una serie de acciones de pillaje en la Bética y Lusitania. Pero el mayor fracaso de la política de Aecio radicó en África. Dejada a sus solas defensas, con una población provincial dividida por querellas internas entre donatistas y catolicos, y amplias regiones del interior y de Occidente dominadas por jefes bereberes, el corazón del Africa romana -Numidia, Proconsular y Byzacena- sucumbiría a la invasión vándala de Genserico, que culminó con la conquista de Cartago en el 439. Con la constitución del Reino vándalo de Cartago se creaba el primer Estado germánico que no reconocía ninguna superioridad al Imperio ni mantenía con él alianza alguna. Dueño de una poderosa flota romana y de bases en las Baleares, y pronto en Sicilia, Genserico iniciaría una política de presión sobre el gobierno de Ravena con acciones piráticas sobre las costas italianas y haciendo pagar cara la continuidad de los envíos del grano africano. En estas condiciones se comprende que Genserico fuera capaz de conseguir la mano de Eudoxia, hija de Valentiniano III, para su hijo y sucesor Hunerico. Pretextando vengarse del asesinato de Valentiniano III, Genserico saquearía Roma en un raid marítimo en junio del 455. Sin embargo, la viabilidad de la reconstrucción imperial realizada por Aecio recibió su prueba de fuego con el comienzo de las invasiones de los hunos de Atila sobre Occidente a partir del 450. En los años anteriores Atila había logrado unir bajo su cetro los diversos clanes y grupos de hunos, de los que dependían, además, otros agrupamientos nobiliarios y populares germanos muy diversos, entre los que destacaban ciertamente varios ostrogodos. Con ellos Atila había logrado constituir un vasto Imperio por toda Europa central y oriental, basado en la potencia y rapidez de los desplazamientos de su caballería y en los subsidios exigidos al gobierno de Constantinopla con su constante presión sobre las provincias balcánicas. Las causas por las que Atila optó entonces por dirigir sus saqueos sobre Occidente no son claras: tal vez porque estaba encontrando mayores dificultades en Oriente y porque el ejemplo vándalo le hizo pensar en fundar un reino que incluyera territorios imperiales muy extensos, haciendo entrar bajo su cetro a los visigodos de Tolosa. Sin embargo, el ataque frontal sobre la Galia lanzado por el enorme ejército de Atila encontró cruel respuesta en la batalla de los Campos Cataláunicos del 20 de junio del 451. La derrota de Atila también se conoce con el nombre de batalla de las naciones, pues el ejército romano que combatió en ella basaba una buena parte de su poder en las tropas federadas de los visigodos de Tolosa, comandadas por su rey Teodorico I, que murió en el combate. Sin embargo, el fin del peligro de los hunos no desaparecería sino con la muerte de Atila en el 453, puesto que en el 452 éste habría intentado una peligrosa invasión en Italia. La victoria sobre Atila había puesto al descubierto las bases del poder imperial en Occidente: éste se basaba esencialmente en las alianzas personales y dinásticas que los emperadores y generales romanos fueran capaces de mantener con los reyes bárbaros asentados en las Galias y con la poderosa nobleza hispano-gala. En esos momentos ambas cosas habían descansado en Aecio y en el legitimismo teodosiano de Valentiniano III. Intrigas cortesanas acabaron violentamente con el primero en el 454 y con el segundo en el 455. A partir de entonces las cosas tomaban un rumbo muy distinto: de consolidación definitiva de los Reinos romano-germanos y de desaparición del poder central del Imperio. En las Españas y las Galias esta última tendencia se reforzaría tras el fracaso de Avito (455-456) como emperador. Era éste un senador galo perteneciente al mismo grupo nobiliario que la desaparecida dinastía, que contó con el apoyo de los federados visigodos de Tolosa, pero que fracasó ante la oposición de buena parte de la nobleza senatorial romana y del ejército de Italia, que comenzaba a estar dominado por un suboficial de Aecio, el suevo visigodo Ricimiro. Sería precisamente éste el responsable de la deposición y muerte de Mayoriano (457-465). Era éste un militar romano elevado a la púrpura por el propio Ricimiro, y que por última vez habría intentado una restauración del poder imperial fuera de Italia. Pero tras restablecer el dominio en la Galia mediterránea y en las zonas mediterráneas hispánicas fracasó con su intento de atacar al Reino vándalo con una expedición marítima desde Cartagena (460). El final de Mayoriano supuso prácticamente el de toda esperanza de restauración del poder imperial en las Galias y las Españas. Pues éste habría sido el último emperador en contar con el apoyo de la nobleza senatorial de ambas, vinculada anteriormente con la casa de Teodosio. A partir de entonces los miembros de ésta o intentarían una aventura de práctica independencia del Imperio, como fue el caso de Egidio (461-465) y su hijo Syagrio (465-487) en la Galia septentrional; o comenzaron a reconocer el dominio de los visigodos de Tolosa como la mejor forma de defender sus intereses. Así los reyes visigodos Teodorico II (453-466) y su hermano y sucesor Eurico (466-484) lograrían extender su efectiva área de dominio a la Provenza y hasta el Loira en las Galias; mientras, en la Península Ibérica lograrían constituir, a partir del 456, un eje estratégico de poder entre Barcelona-Toledo-Mérida-Sevilla y en la Submeseta norte, obligando a la Monarquía sueva a reconocer su superioridad, impidiéndole cualquier posible extensión hacia el este y el sur. Mientras tanto lo que quedaba de gobierno imperial central fue quedando cada vez más reducido a la sola península italiana, y a merced de los generales del ejército de maniobras en ella estacionado, cada vez más compuesto por soldados de origen bárbaro unidos a aquellos por lazos de fidelidad de tipo germánico (séquitos militares). Entre ellos ejerció un indiscutido predominio Ricimiro hasta su muerte en el 472. Las mismas debilidades militares de éste y la necesidad de reconquistar la vital África motivaron su acercamiento al gobierno de Constantinopla, aceptando apoyar como emperador al oriental Antemio (467-472). Pero el fracaso de la gran expedición constantinopolitana contra los vándalos (467) y la firma de una paz perpetua entre éstos y el nuevo emperador oriental Zenón, supuso la deposición y muerte de Antemio. El inmediato fallecimiento de Ricimiro permitió el que otros intentaran heredar su posición hegemónica en el ejército imperial y en Italia. De éstos destacaría el general romano Orestes, que en el 475 colocó en el trono imperial a su propio hijo, el todavía niño Rómulo, llamado Augústulo despectivamente por sus contemporáneos. Pero se trataba de un ejército debilitado, más dividido e indisciplinado ante las dificultades del gobierno para satisfacer sus demandas salariales. Por eso unas facciones del mismo buscarían el apoyo del gobierno de Constantinopla, aceptando emperadores nombrados por aquél, como Julio Nepote (474-480). Mientras otros buscarían el del rey burgundio Gundovado, eligiendo a emperadores fantasmas como Olibrio (472) y Glicerio (473-480). Cuando en el 476 el general de origen esciro Odoacro mató a Orestes, depuso a su hijo y envió las insignias imperiales al emperador de Constantinopla, Zenón, casi nadie pensó que algo nuevo había sucedido. Sin embargo, el ejército itálico en que se apoyó Odoacro se encontraba compuesto casi de tropas de origen bárbaro; y éstas le habían elegido como rey con el fin de que, constituyéndose una nueva monarquía militar a la manera de otras germánicas, solucionara también de igual modo su problema económico y social: asignando a sus jefes y oficiales unas tierras sobre las que recaudar sus impuestos fiscales y sus rentas domaniales, exactamente como con anterioridad se había procedido al constituirse los reinos federados de visigodos y burgundios. Por lo demás en Occidente nadie se preocupó mucho de esta desaparición de facto del gobierno imperial en Italia y del acto de fuerza de Odoacro. Salvo tal vez el rey visigodo Eurico que trató en vano de apoyar militarmente el gobierno del oriental ausente Julio Nepote; a cambio de ello este último debió reconocerle poco antes su completo dominio sobre el sur y centro de las Galias y sobre la España oriental. Con ello se completaba el final del Imperio en Europa occidental. Lo que para entonces no obedecía a algún rey germano eran núcleos aislados y periféricos gobernados por aristocracias locales, generalmente urbanas; aunque la mayoría de éstas habían optado ya por reconocer a los nuevos reinos romano-germánicos, como hiciera Sidonio Apolinar y sus amigos de la Auvernia en el 477.

EL IMPERIALISMO Y EL COLONIALISMO EN EL SIGLO XIX.


Entenderemos por Imperialismo al período histórico en el que las principales potencias establecieron dominación efectiva sobre amplios territorios, organizando su administración y afrontando costosas guerras y otros gastos para asegurar su posesión. Este período comienza con la madurez del capitalismo hacia 1880 y con diversas variantes se prolonga hasta los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, donde tuvo lugar el proceso de descolonización e independencia de los países africanos y asiáticos. principios del siglo XIX, Inglaterra y Estados Unidos, que habían alcanzado un alto grado de desarrollo económico e industrial, comenzaron a expandirse con mayor fuerza por diversas regiones del planeta.
Inglaterra colonizó Australia, Nueva Zelanda, la India, Sudáfrica, y muchas otras regiones del mundo. Esta colonización tuvo, como primer objetivo, adquirir materia prima para abastecer su industria y establecer puestos de aprovisionamiento para sus barcos mercantes. Posteriormente, en estas regiones los ingleses instalaron gobiernos dirigidos desde Inglaterra. Sin embargo, la colonización trajo consigo la explotación y esclavitud de los nativos de esas tierras.
En el caso de Estados Unidos, luego de lograr su independencia de Inglaterra en 1776, iniciaron una política de expansión hacia la costa oeste. Negociaron con Inglaterra los territorios del noreste; compraron a Francia el territorio de Luisiana en 1803; España les cedió la Florida en 1819, y anexaron Texas a su territorio en 1836. En los territorios ocupados, Estados Unidos permitió a los colonizadores crear gobiernos propios que se unificaron en un gobierno federal. Los nativos de las regiones colonizadas fueron expulsados, recluidos en espacios delimitados llamados reservaciones, o exterminados.
Para lograr la colonización territorial, y el dominio político y comercial de regiones tan distantes, el desarrollo del transporte marítimo cobró especial importancia. Los lentos barcos de vela fueron sustituidos por buques de mayor tonelaje que transportaban más mercancía en menor tiempo.
Conforme avanzaba el siglo XIX, nuevas potencias pasaron a ocupar un lugar importante en el equilibrio político mundial: Alemania, Rusia y Japón.
A principios del siglo XIX, no existía lo que hoy conocemos como Alemania. Los pequeños reinos que se encontraban ahí, no habían formado una nación debido a la organización política feudal que imperaba. Hacia 1830, un acuerdo económico que permitía el libre tránsito de productos constituyó el antecedente para la unificación de los pequeños reinos germanos en un gran Estado alemán.
El canciller prusiano Otto von Bismarck logró finalmente la creación de un nuevo imperio alemán, después de haber derrotado a Francia en la guerra franco-prusiana en 1871.
Por otra parte, la situación del Imperio ruso en los comienzos del siglo XIX era incierta. Rusia vivía bajo una organización feudal: los campesinos trabajaban la tierra para los terratenientes o señores feudales; el zar gobernaba el imperio y rechazaba cualquier intento de reforma democrática.
A partir de 1856, la situación comenzó a cambiar. El zar Alejandro II liberó a los campesinos de su condición de siervos, mediante un pago que hizo el gobierno a los terratenientes; permitió la creación de asambleas locales y promovió la formación de una asamblea llamada Duma.
En el Lejano Oriente, Japón había sido gobernado durante siglos por antiguas casas dinásticas de tipo feudal, haciendo a un lado el poder del emperador. En 1868, el emperador Meiji recobró la autoridad imperial e inició una serie de reformas que pretendían introducir en Japón los avances políticos, económicos y sociales de Occidente.
Las reformas emprendidas por Meiji consideraron: la liberación de los siervos del poder de los shogunes o señores feudales; la división territorial de Japón en prefecturas para descentralizar el poder, y la elaboración de una constitución que se fundamentaba en las constituciones elaboradas en Occidente.
Las reformas político-sociales adoptadas en Alemania, Rusia y Japón, prepararon el camino para que se llevara a cabo en esas naciones un impresionante desarrollo industrial.
En Alemania, el gobierno fomentó la libre compra y venta de productos elaborados en su territorio, alentando así el crecimiento de su industria. Los bancos alemanes apoyaron con préstamos y créditos a los industriales para que establecieran fábricas, impulsando preferentemente la industria siderúrgica por la demanda de acero que había en el mercado internacional, convirtiéndose la economía alemana en una de las más vigorosas de Europa.
Por su parte, la economía rusa se favoreció con la construcción del ferrocarril. A partir de 1870 se transportaron hierro, carbón y petróleo, desde lugares alejados. Sin embargo, la falta de bancos e instituciones de crédito fue uno de los principales obstáculos para el desarrollo de la industria rusa. Este problema se comenzó a resolver cuando algunos bancos franceses invirtieron capitales en el ramo industrial ruso.
En Japón, el establecimiento de una industria moderna de corte capitalista, apoyada en maquinaria y obreros, inició el proceso de industrialización del país. El gobierno imperial ordenó una serie de impuestos sobre el uso de la tierra, los cuales se destinaron a la construcción de las industrias necesarias para el despegue de la economía moderna. La ayuda del exterior consistió en la llegada de asesores técnicos y expertos ingenieros occidentales, que se encargaron de echar a andar la joven industria japonesa.
Así, Alemania, Rusia y Japón en poco tiempo alcanzaron el nivel de desarrollo de otras potencias industriales y políticas en el plano internacional.
En el caso de las regiones dominadas por las potencias colonialistas, éstas padecieron los estragos de la desmedida ambición y poder, producto de la industrialización.
En la India, hacia 1820, los ingleses conquistaron el territorio por medio de campañas militares, convirtiéndose en dueños de casi toda la región y obteniendo el control comercial de la zona. Sin embargo, estas formas de control no impidieron las rebeliones de los hindúes, que fueron reprimidos sangrientamente.
En China, los mercaderes ingleses encontraron en el opio un negocio muy lucrativo. En la Guerra del Opio, entre 1839 y 1842, China perdió y tuvo que entregar a los ingleses la isla de Hong Kong, y permitir el tráfico de opio en su territorio.
El caso de Africa es más dramático aún. Muchas naciones europeas colonizaron este continente desde el siglo XVI, pero con más fuerza en el siglo XIX.
Entre 1800 y 1865, comerciantes, militares, administradores, aventureros y misioneros ingleses, franceses, belgas, portugueses, estadounidenses y holandeses comenzaron a dominar extensas regiones africanas: El Cabo, Sudán. Maputo, Ghana, Argelia, Gabón, Gambia, Guinea, Mozambique, Suazilandia y varios mas.
A partir de 1860, las potencias entraron en conflicto por el dominio de diferentes regiones del mundo. Esta situación llevó a los países colonialistas a arreglar sus diferencias en la Conferencia de Berlín efectuada en 1884. Quince países colonialistas europeos, americanos y asiáticos se repartieron los territorios de Africa, la cual no pudo liberarse totalmente del dominio colonial hasta 1960.
Los efectos del colonialismo por la búsqueda de materia prima para alimentar la industria de las grandes potencias, se pueden apreciar en los actos de guerra y violencia mediante los cuales se hicieron presentes los dominadores sobre los dominados.
Imposición de sistemas económicos, agotamiento de los recursos naturales y destrucción de culturas autóctonas son algunas de las consecuencias de la industrialización y de los afanes colonialistas de las potencias en el siglo XIX.

7/3/08

“Chaupi punzhapika tutayashka” “Anocheció en la mitad del día”

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“Chaupi punzhapika tutayashka”. “Anocheció en la mitad del día”, este fue el grito que corrió de boca en boca de los pueblos indios cuando los españoles invadieron la Abya Yala (América). Como eco desde las cavernas del tiempo, vuelve el grito cuando las pantallas de televisión muestran la agresión de una persona contra una adolescente ecuatoriana en un tren de Barcelona. La causa, suficiente en demasía para el atacante, venir de otro continente, tener otro tono de piel… estar lejos de su tierra. Anocheció en la mitad del día. No hicieron falta más palabras para describir la conquista. Cuando el sol llena de luz la tierra, cuando sus rayos iluminan y abrigan, su luminosidad se apagó bajo las sombras del despojo, el derramamiento genocida de sangre y la violación de los Derechos Humanos, motivados por el interés de acumulación originaria de capital.La conquista de América dejó inmenso rédito para los invasores. El saqueo del oro y la plata que abundaban en estas tierras, la matanza de millones de personas, la subyugación de sus culturas y siglos de colonialismo oprobioso, fueron el saldo doloroso.El dolor de siglos de la pobreza y exclusión de los pueblos indios, se repitió en cada palabra agresiva, en cada golpe del neo-agresor contra la joven ecuatoriana. La desproporción de la fuerza y la ventaja del gratuito atacante revive la triste imagen del abuso del poder del más fuerte contra el más débil. Cinco siglos así. Sin importar el lugar ni el tiempo, cuenta solamente el uso de la fuerza, la humillación y el desprecio, con la fatal indiferencia como testiga. En la agresión del tren en Barcelona, se pinta de cuerpo entero la relación entre el mundo “desarrollado” (¿civilizado?, ¿cristiano?) y el mundo “en desarrollo”. La imagen refleja el brutal despojo de los consorcios transnacionales del capitalismo mundial a los pueblos de nuestra América, encabezados por los intereses de Estados Unidos y sus aliados.Sin embargo, nadie puede negar que, aquí o allá, perviven los pueblos indo – afro americanos y vive su ancestral búsqueda de libertad, justicia y equidad. Mientras la imagen de la agresión gira por las pantallas del planeta, de mil formas, los pueblos de nuestra América mantienen su fe sin romperse. Con su lucha, su organización y su movilización –junto a los sectores populares- repiten que viene el tiempo del cambio, el “pachakutik” está llegando. Se puede parafrasear, con la venia del pueblo kichwa, que “Chaupitutapi, pakarinkami”, es decir, “Amanecerá en la mitad de la noche”.EN:http://prodh.org/blog/ COLECTIVO PRODERECHOS HUMANOS

LA IGLESIA DE LOS OPRIMIDOS

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El reino de este mundo
Por Mario Burgos
Juan XXIII abre las puertas, en 1958, a una renovación que atraviesa a la estructura católica y permite que las convulsiones populares adquieran una influencia que excede a los curas y monjas de barrio para llegar a las jerarquías y sus discursos. Se discuten el ritual, la relación con otras religiones y, sobre todo, con corrientes políticas años atrás identificadas como "diabólicas".Si Pío XII justificó su benevolencia con el fascismo y los nazis haciendo referencia al "peligro rojo", en los sesenta la iglesia comienza a hablar de su relación con el marxismo sin rubores: trasladará sus diferencias a cuestiones de doctrina y ritual mientras afirmará sus coincidencias en el terreno social y económico. LOS CIMIENTOSComo señala Ruben Dri: "En 1958, el acceso al pontificado de Juan XXIII cierra la etapa de Pío XII, caracterizada por una Iglesia cerrada en sí misma, monárquica y autoritaria (...) Se inicia así una etapa de grandes renovaciones. El Concilio Vaticano II es el primero que no realiza condenas por herejías, sino que escucha los nuevos reclamos, ubicando a la Iglesia en los grandes problemas del mundo."La posguerra y la nueva división del planeta, el avance del consumismo, el cuestionamiento a las tradiciones culturales y sexuales y el avance de otras corrientes religiosas menos ligadas a las formas tradicionales de poder, confluyen para cercenar el espacio que la iglesia católica detentara hasta la Segunda Guerra Mundial. Juan XXIII percibe esta nueva situación y es posible comprender todas las acciones de su papado como una estrategia tendiente a recuperar un espacio para la iglesia: del lado de los pobres y postergados, ocupa en el terreno de la conciencia lo que tuvo que tuvo que ceder en poder terrenal y político.La nueva forma de la misa, donde el cura se ubica dando la cara a la comunidad y habla el mismo idioma, rompe el hermetismo del latín, horizontaliza la relación entre el sacerdote y la comunidad y reestablece los canales de comunicación con la sociedad. El Concilio, como dice Conrado Egger Lan, es una apuesta al cristianismo como fuerza propia de los primeros cristianos y un cuestionamiento al concepto de la institución por encima de la comunidad. La Iglesia como deja de tener el monopolio de la fe y ésta pasa a ser patrimonio de la conciencia. Si bien no define un modelo de sociedad alternativa al capitalismo, arroja sobre la mesa los problemas que el sistema capitalista origina. Exige un compromiso frente a la injusticia, pone en crisis la metafísica tradicional e instala una apertura hacia el evolucionismo y a una nueva teología.En un terreno social ávido de propuestas que definan y motoricen el cambio, el mensaje conciliar y la práctica - sobre todo- de los nuevos curas, va a germinar en innumerables formas de lucha y organización popular. La salvación pasa a ser una cuestión fundamentalmente colectiva, consecuencia de la superación por parte del hombre de los horrores de la explotación y la injusticia social. La Encíclica Pacem in Terris, del año 1963, concreta la apertura hacia el marxismo.Tras la muerte de Juan XXIII, Pablo VI continúa impulsando la renovación y se oficializa una posición plural donde el progresismo tiene su reconocimiento. La Encíclica El Progreso de los Pueblos, condena las causas de la pobreza y sienta las bases de una propuesta para el desarrollo. La Octagesimo Anno, por su parte, toma posición sobre el derecho de los pueblos a la violencia para reivindicar sus derechos fundamentales y reconoce al marxismo como método de interpretación de la realidad haciendo reservas sobre la parte doctrinaria. En poco tiempo el general de los Jesuitas, hace propios estos razonamientos. A Theillard de Chardin, paleontólogo excepcional confinado en la India, auténtico precursor de la nueva situación, se le levanta el destierro y pasa a ser valorado en el seno de la Iglesia. EL MOVIMIENTO DE AMERICA LATINAAmércia Latina se convierte en protagonista de los aires de renovación que atraviesan la iglesia y será a la vez el espacio donde mayor incidencia social tendrán estos cambios. A la tradición de las guerras de independencia, debe agregarse el papel jugado por los nacionalismos de la década del cincuenta, ya que casi todos coincidieron en asumir una posición cristiana como forma de ligar las propuestas de cambio socioeconómico con las conquistas populares.En Agosto de 1967 dieciocho obispos de América Latina, Africa y Asia encabezados por Helder Cámara, obispo de Recife, dan a conocer un documento en el que reivindican al socialismo como más cercano al evangelio que el capitalismo. Suscriben los conceptos del Patriarca Máximo IV en el Concilio Vaticano II, cuando decía :"el verdadero socialismo es el cristianismo integralmente vivido, en el justo reparto de los bienes y la igualdad fundamental de todos". En la iglesia argentina se reestablece una dualidad que perdurará hasta nuestros días: de un lado los curas y hasta algún obispo comprometidos con el reclamo y el sufrimiento de los pobres, de otro buena parte de la jerarquía bendiciendo gobiernos de facto, armas que se usan contra el pueblo y hasta campos de exterminio.Monseñor Victorio Bonamín bendiciendo la guerra sucia mientras las monjas francesas seguían el camino de Alberto Carbone, Carlos Mujica, Enrique Angelelli, los palotinos.Se comprende entonces por qué, mientras la Catedral aún alberga las misas de Onganía y en los cursillos se convalida el pensamiento conservador del onganiato, el Mensaje de los Obispos del Tercer Mundo en la Argentina se extiende en pocos días por todo el paísMonseñor Antonio Devoto, Obispo de Goya, se lo da a conocer a un cura de su diócesis, Miguel Ramondetti , y éste lo hace circular. En dos o tres meses logran más de 500 adhesiones y teniendo en vista el CELAM de Medellín surge una convocatoria que será fundante del Movimiento de Sacerdotes para elTercer Mundo. El encuentro se realiza el 1 y 2 de mayo de 1968 en Córdoba y asisten representantes de 13 diócesis. En 1967, en la Universidad Católica de Córdoba, se realizan conferencias que abordan tanto el "diálogo entre católicos y marxistas" ( ManuelVirasoro, de la orden de los Jesuitas) como el "compromiso de los cristianos con la liberación" (Conrado Egger Lan, titular de la cátedra de Historia de las Religiones de la UNBA). El sacerdote Melián Viscovich profesor de la Universidad Nacional de Córdoba, en la Universidad Católica y en los Colegios mayores de Córdoba, da a conocer su propuesta de modelo social, que reconoce su origen en la el socialismo yugoeslavo y lo relaciona con la convocatoria de Pablo VI en la Encíclica El Progreso de los Pueblos. El 26 de Agosto de 1968 tiene lugar en Medellín - Colombia - la Segunda Conferencia General del Episcopado Latino Americano - CELAM -, donde cumple un papel preponderante el obispo de Mar del Plata, monseñor Eduardo Pironio. El pronunciamiento del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo que se hace llegar a Medellín con la firma de 1000 curas latinoamericanos es la base del CELAM. Se avanza en la denuncia de la violencia que ejercen las estructuras de la dependencia en la región y el derecho de los pueblos a la legítima defensa. Medellín significa la gran irrupción del nuevo compromiso cristiano en la cúpula eclesiástica y la legitimación de la lucha liberadora.En mayo de 1969 la Conferencia Episcopal celebrada en San Miguel , provincia de Buenos Aires, se hace eco de esas definiciones, da un vuelco en sus posiciones tradicionales, denuncia las estructuras de la injusticia y convoca a los cristianos al compromiso. Es seguramente la primera vez que la institución máxima del clero argentino, que sigue alineado mayoritariamente con la derecha, toma distancia de la dictadura de Onganía..EL NUEVO COMPROMISO CRISTIANO Y SUS REPERCUSIONESMedellín subordina al Episcopado Latinoamericano a los preceptos del Concilio Vaticano II y sus postulados determinarán en el continente consecuencias mucho más dramáticas que en el resto del mundo. La renovación del compromiso social, va a traducirse en modelos como el de Camilo Torres, la unión de la cruz y la guerrilla; en curas impartiendo un evangelio de resistencia y lucha; en grupos de jóvenes definiendo su rebeldía como forma expresión de su formación religiosa.La politización de la sociedad y el carácter masivo que adquieren tanto las ideas del socialismo como el desarrollo de la violencia popular en el período, son impensables si no se toman en cuenta esta apertura y el protagonismo que adquiere en la vida política de la sociedad y hacia el interior de la Iglesia el movimiento de curas tercermundistas. En el caso especial del peronismo revolucionario esta apertura fue constitutiva de su nacimiento y desarrollo. Tras su ocaso en los primeros tiempos del onganiato, el peronismo se va a reconstruir fundamentalmente a partir de estos grupos cristianos que avanzan desde la reivindicación de los derechos de los más humildes a una búsqueda de las bases culturales e históricas del proceso popular. Sus componentes plebeyos, solidarios y combativos se sintetizarán en la reconstrucción de un nuevo tejido social que plasmará su irrupción en 1973. En este proceso, la CGT de los Argentinos constituirá una primera síntesis. Pronto, la multiplicación de trabajos barriales y el surgimiento de grupos de acción política darán lugar a un proceso rico y diverso, cuyo saldo serán el Peronismo de Base, Montoneros y sus agrupaciones sectoriales, pero también aquel conglomerado que va a expresarse en el período camporista hasta comenzar su desgajamiento tras la muerte de Perón.En el caso de la izquierda marxista la incorporación de curas y cristianos al movimiento significa una ampliación importante tanto en la base social y en la composición interna como en la ruptura de ortodoxias ideológicas y de prácticas sectarias que habían trabado durante años una relación más plena con el movimiento popular. La apertura del marxismo hacia el cristianismo no es pacífica: el reconocimiento de su fuerza revolucionaria rompe con el concepto monopólico de la revolución propio de su vertiente más ortodoxa. También da paso a un reconocimiento de la historia particular del movimiento popular y de sus mitos. Desde luego, esto lleva a una ruptura con la interpretación tradicional –casi siempre liberal- que la izquierda había formulado tanto de la formación social latinoamericana y argentina en especial, de su historia y del peronismo.Paradójicamente, un Che, marxista y socialista habrá de erigirse como puente entre estas dos culturas de la resistencia: encarnará una posición cuestionadora, del lado de los humildes, sus códigos, sus creencias y su fortaleza. Una actitud en que la idea y el compromiso, la palabra y el hecho se tornan indisolubles. Como en la vida de los pueblos.

Fuente: www.los70.org.ar

6/3/08

LOS "VOLUNTARIOS" DE LA GUERRA DEL PARAGUAY

Pocho Roch_Antonio Tarragó Ros - Pueblero de alla ite.mp3
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Los soldados "voluntarios" del interior.
El paisanaje de las provincias, que intervino tantas veces voluntariamente en las luchas ante la sola convocatoria de los caudillos, se negó a participar en una guerra que no sentía suya. Sintiéndose más cercanos a la provincia hermana del Paraguay que a los porteños y a los “macacos” brasileros, se negaban a enrolarse, lo que motivo la deserción y levantamiento de muchos batallones del interior. Consta en el archivo histórico, la Factura de un herrero de Catamarca, “por doscientos grilletes para los voluntarios de la guerra del Paraguay”.“...el reclutamiento de los contingentes no fue fácil. (...) Para llenar las cuotas provinciales se autorizó reclutarlos mediante paga, pero pocos lo hicieron. Entonces los gobernadores, mitristas en su totalidad, y los comandantes de frontera se dedicaron a la caza de “voluntarios”. Emilio Mitre , encargado del contingente cordobés, escribe el 12 de julio que manda los “voluntarios atados codo con codo”; Julio Campos, porteño impuesto como gobernador de La Rioja, informa el 12 de mayo:”Es muy difícil sacar los hombres de la provincia en contingentes para el litoral…a la sola noticia que iba a sacarse, se han ganado la sierra”. Los “voluntarios” de Córdoba y Salta se sublevan en Rosario apenas les quitan las maneas"; el gobernador Maubecin, de Catamarca, encarga 200 pares de grillos para el contingente de la provincia. (Revista de la Biblioteca Nacional, XXI, n° 52)¿Cobardía? Eran criollos que lucharon en Cepeda y Pavón, y bajo las órdenes del Chacho Peñaloza. No desertaban – como acotan algunos – y lo demostrarán en 1867 alzándose tras Felipe Varela y Juan Saa. Simplemente no querían ir “a esa guerra”. (JM Rosa Historia Arg.t.VII.pag 140)Felipe Varela en un manifiesto proclamado por él mismo el 1º de enero de 1868, afirmaba lo siguiente: "En efecto, la guerra con el Paraguay era un acontecimiento ya calculado, premeditado por el general Mitre".Urquiza también tiene problemas para juntar los contingentes, y a pesar de decirles que la guerra es “contra los porteños”, las divisiones de Victoria y Gualeguay se niegan a marchar, y López Jordán le escriba a Urquiza: “Usted nos llama para combatir el Paraguay. Nunca, general; ese es nuestro amigo. Llámenos para pelear a los porteños y brasileros; estaremos prontos; ésos son nuestros enemigos. Oímos todavía los cañones de Paysandú.”Se recurre inclusive al reclutamiento de mercenarios europeos mediante el engaño y promesa de tierras como campesinos. Según testimonios de un integrante de un contingente suizo, se los embarca engañados y se le retiran los documentos. Al llegar a Buenos Aires son llevados al frente por la fuerza o encarcelados. (Declaración de un “enganchado siuzo”, cit.por Chiavanetto: O genocidio Americano. A guerra de Paraguai)
28 de octubre de 1865 – Amotinamiento de reclutas en Catamarca
La tarea que el gobernador de Catamarca, Victor Maubecín, acometió con mayor entusiasmo durante su gobierno fue la formación del contingente con que la provincia debía contribuir al Ejército del Paraguay. Guerra impopular esta de la Triple Alianza.Tradiciones y documentos nos hablan de la resistencia que demostró parte de nuestro pueblo frente a la recluta ordenada por el Gobierno Nacional. Algo decía al sentimiento de nuestros paisanos que esa contienda ninguna gloria agregaba a los lauros de la patria, y que tampoco existían motivos para pelear contra un pueblo más acreedor a su simpatía que a su rencor.En Entre Ríos, los gauchos de Urquiza desertaron en masa, pese a que en otras ocasiones fueron leales hasta la muerte con su caudillo. En La Rioja, el contingente de 350 hombres asignado a la provincia se reclutó entre la gente de la más baja esfera social. Un testigo calificado, el juez nacional Filemón Posse, explicaba al Ministro de Justicia, Eduardo Costa, los procedimientos compulsivos que había utilizado el gobierno local al expresar que “se ponían guardias hasta en las puertas de los templos para tomar a los hombres que iban a misa, sin averiguar si estaban eximidos por la ley”.El método usado para el reclutamiento, tanto como el duro trato a que fueron sometidos los “voluntarios” durante los tres meses que duró la instrucción militar, fueron causa de varias sublevaciones. El mismo testigo señala, a ese respecto, el estado de desnudez de la tropa, lo cual movía la compasión del vecindario cuando salía a la plaza para recibir instrucción. “Más parecen mendigos que soldados que van a combatir por el honor del pueblo argentino”, afirmaba sentenciosamente, agregando que tal situación suscitó la piadosa intervención de la Sociedad San Vicente de Paul que les proveyó de ropa y comida. Acusaba también al gobernador Maubecín de incurrir en una errónea interpretación del estado de sitio, cuando exigía al vecindario auxilios de hacienda y contribuciones forzosas para costar los gastos de la movilización.La situación que se ha descrito veíase agravada por el trato duro e inhumano que se daba a los reclutas. José Aguayo, uno de los oficiales instructores, ordenó cierta vez por su cuenta, la aplicación de la pena de azotes en perjuicio de varios soldados. Olvidaba o ignoraba, quizás, que la Constitución Nacional prohibía expresamente los castigos corporales.Este hecho motivó un proceso criminal en contra del autor, cuando los damnificados denunciaron el vejamen ante el Juzgado Federal. Su titular falló la causa condenando a Aguayo a la inhabilitación por diez años para desempeñar oficios públicos, y a pagar las costas del juicio. Dicha sentencia disgustó a Maubecín, quien negó jurisdicción al magistrado para intervenir a propósito de los castigos impuestos en el cuartel “a consecuencia de una sublevación”. El gobernador calificaba de “extraña” la intervención de Filemón Posse y afirmaba que esa ingerencia era “una forma de apoyo a los opositores sublevados”. El choque entre el juez y gobernador originó un pleito sustanciado en la esfera del Ministerio de Justicia y dio materia a una sonada interpelación al ministro Eduardo Costa por parte del senador catamarqueño Angel Aurelio Navarro.
Los “voluntarios” se sublevan
El mes de octubre de 1865 llegaba a su término. Faltaban pocos días para la partida hacia Rosario del batallón “Libertad” cuando un incidente vino a conmover a la población. La tropa de “voluntarios”, cansada de privaciones y de castigos, se amotinó con el propósito de desertar. No es aventurado suponer que para dar ese paso debe haber influido un natural sentimiento de rebeldía contra la imposición de abandonar la tierra nativa, a la que seguramente muchos no volverían a ver. Actores principales de la revuelta fueron poco más de veinte reclutas, pero la tentativa fue sofocada merced a la enérgica intervención de los jefes y oficiales de la fuerza de custodia.Inmediatamente, por disposición del propio Gobernador, jefe de las fuerzas movilizadas, se procedió a formar consejo de guerra para juzgar a los culpables. El tribunal quedó integrado con varios oficiales de menor graduación y la función del fiscal fue confiada a aquel teniente José Aguayo, procesado criminalmente por el Juez Federal a raíz de la pena de azotes impuesta a otros soldados.Actuando en forma expeditiva, el cuerpo produjo una sentencia severa y originalísima en los anales de la jurisprudencia argentina. Los acusados fueron declarados convictos del delito de “amotinamiento y deserción”. Tres de ellos, a quienes se reputó los cabecillas del motín, fueron condenados a la pena de muerte aunque condicionada al trámite de un sorteo previo. Solamente uno sería pasado por las armas, quedando los otros dos destinados a servir por cuatro años en las tropas de línea. Los demás acusados, 18 en total, recibieron condenas menores que variaban entre tres años de servicio militar y ser presos hasta la marcha del contingente.
La muerte en un tiro de dados
La sentencia fue comunicada a Maubecín, quien el mismo día - 28 de octubre - puso el “cúmplase en todas sus partes” y fijó el día siguiente a las 8 de la mañana para que tuviera efecto la ejecución. Un acta conservada en el Archivo Histórico de Catamarca nos ilustra sobre las circunstancias que rodearon el hecho.A la hora indicada comparecieron en la prisión fiscal, escribano y testigos. El primero ordenó que los reos Juan M. Lazarte, Pedro Arcadé y Javier Carrizo se pusieran de rodillas para oír la lectura de la sentencia. Enseguida se les comunicó que “iban a sortear la vida” y, a fin de cumplir ese espeluznante cometido, se les indicó que convinieran entre sí el orden del sorteo y si la ejecución recaería en quien echara más o menos puntos. En cuanto a lo primero, quedó arreglado que sería Javier Carrizo el primero de tirar los dados, y respecto de lo segundo, que la pena de muerte sería para quien menor puntos lograra.Ajustado que fue el procedimiento, se vendó los ojos a los condenados y se trajo una “caja de guerra bien templada”, destinada a servir de improvisado tapete. Cumplidas esas formalidades previas, Javier Carrizo recibió un par de dados y un vaso.No cuesta mucho imaginar la dramática expectativa de aquel instante, el tenso silencio precursor de esa definición. La muerte rondaba sombría y caprichosa como la fortuna en torno a la cabeza de esos tres hombres. Es probable que hayan formulado una silenciosa imploración a Dios para que ese cáliz de amargura pasara de sus labios.Javier Carrizo metió los dados dentro del vaso. Agitó luego su brazo y los desparramó sobre el parche... ¡Cuatro!. Tocaba a Lazarte repetir el procedimiento de su compañero de infortunio. Tiró... ¡Siete!. Las miradas se concentraron entonces en la cara y en las manos del tercero. Pedro Arcadé metió los dados en el cubilete, agitó el recipiente y tiró...¡Sacó cinco!. La suerte marcaba a Javier Carrizo con un signo trágico.El acta nos dice que se llamó a un sacerdote a fin de que el condenado pudiera preparar cristianamente su alma. Después de haber sido desahuciado por los hombres, sólo le quedaban el consuelo y la esperanza de la fe. El pueblo catamarqueño, que tantas veces fue sacudido por hechos crueles derivados de las luchas civiles, nunca había sido testigo de un fusilamiento precedido de circunstancias tan insólitas.En otro orden de cosas, parece necesario decir que la pena de muerte aplicada a Javier Carrizo cumplió el propósito de escarmiento que la inspiraba. A lo que sabemos, no se produjo más tarde ninguna sublevación del batallón de “voluntarios” Libertad. Conducido por el propio Maubecín, hasta el puerto de Rosario, llegó a destino y sus componentes pelearon en el frente paraguayo dando pruebas de heroísmo. Estuvieron en las más porfiadas y sangrientas batallas: Paso de la Patria, Tuyutí, Curupaytí y otras. De los 350 soldados que salieron del Valle, el 6 de noviembre de 1865, solo regresarían 115 al cabo de 5 años. Los demás murieron en los fangales de los esteros paraguayos.En el Archivo Histórico de la Nacion, hay una factura de un herrero de Catamarca, "Por cuatrocientos grilletes para los voluntarios de la guerra del Paraguay"
Fuente:


Armando Raúl Bazán – La Pena de Muerte por Sorteo en Catamarca


Antook – Reclutamiento en Catamarca (2007).Todo es Historia – Año 1, Nº 1, Mayo de 1967