31/7/08

Tucídides


1. Biografía

Pocos son los datos que sobre la vida de Tucídides se conocen y casi todos los conocidos son gracias a lo que sobre sí mismo escribe en su obra. Sabemos que era hijo de Oloro y que pertenecía a una familia aristocrática ateniense, pues el mismo se llama ateniense (Tuc. I 1); por el nombre de origen tracio de su padre se ha querido ver una relación entre Tucídides y la familia de los Filaidas, a la que pertenecía Cimón -cuyo abuelo materno también se llamaba Oloro-, quien se oponía al imperio naval ateniense tal y como propugnaba Pericles. Como, según la ley ateniense, era preciso tener más de treinta años de edad para ser elegido estratego y debido a que Tucídides participó como estratego en el sitio de Anfípolis en el 424 a.C. (Tuc. IV 104), es preciso que Tucídides naciera con anterioridad al 454 a.C. Tal nombramiento para una acción en Tracia se debió a la influencia de Tucídides entre los personajes más destacados de Tracia -recordemos su posible origen-, donde además tenía adjudicada la explotación de unas minas de oro (Tuc. IV 105). Educado en el seno de una familia aristocrática, frecuentó las escuelas de la sofística a juzgar por su estilo, su lengua y su pensamiento. Destinado a ejercer las más altas magistraturas, debido al desastre de Anfípolis frente a Brásidas, sufrió un destierro de 20 años (Tuc. V 26), tras una previa condena a muerte por rebeldía, en el año 423 a.C. hasta el final de la guerra. No obstante, fue el destierro el que le sugirió la idea de historiar y narrar los acontecimientos de su guerra contemporánea, ya que tenía acceso a lo ocurrido en ambos bandos, con cierta calma e imparcialidad. Como fecha de su muerte se suele tomar como término post quem el elogio a Arquelao de Macedonia, que falleció en el 399 a.C., elogio incluído en su obra.
2. Tucídides historiador

Heródoto y Tucídides

Si bien ambos son considerados padres de la historiografía clásica y mundial, no obstante, son muy marcadas y notorias las características y diferencias por las cuales ambos merecieron tal título. Mientras Heródoto afirma que su obra es el fruto y resultado de sus investigaciones (historíe), Tucídides nunca llama así a su obra; el primero era heredero de la logografía jonia (también escribe en jonio), mientras que el segundo era heredero de los sofistas, de la escuela sofística ateniense (y por ello también escribe en ático). Por otro lado, si bien aquél se mueve en el terreno épico y religioso, ateniéndose a hechos antiguos, fiel a las tradiciones orales donde la especulación religiosa, la gloria del pasado de dioses y héroes, es reflejada para darles eternidad a modo de aedo primitivo que escribe en prosa, por contra Tucídides no da pie a la especulación religiosa, se atiene a la naturaleza humana para narrar unos acontecimientos contemporáneos a él, algunos incluso vividos por él mismo y otros que le fueron transmitidos, pero no por el fruto de una larga tradición oral: para él su obra tiene un valor ejemplar: ktêma eis aeí (tesoro para siempre);. Por su parte Heródoto se limitó al conflicto entre griegos y persas, pero con el recuerdo constante del pasado, recogida de datos sin criticarlos: antologías, genealogías, historias locales, geografía descriptiva y etnográfica (todo ello herencia de los logógrafos griegos), frente a Tucídides que innovará al introducir la crítica histórica de las ideas políticas, los acontecimientos, las causas profundas y los detonantes externos del conflicto entre griegos con una mezcla de objetividad. Finalmente la utilización del pasado en Tucúdides -la Arqueología - está en función de hacer comprensible el presente, mientras que en Heródoto está en función de buscar la anécdota (casi como una enciclopedia etno-geográfica e histórica).
La historia políticaSi Tucídides recibió el título de padre de la historia fue en gran parte por culpa del enfoque político que le dio a su historia. Cuando trazó el programa de su historia ya definió que no pretendía narrar los acontecimientos de la guerra exclusivamente, sino que pretendió plasmar lo que para él era lo más importante: las ideas políticas de ambos bandos, de los protagonistas de la guerra, en cada momento de la guerra y de la paz -incluyendo aquí la paz de Nicias. Por ello, para dar una perspectiva política a su obra, utiliza dos recursos: la crítica que hace a lo largo de toda la obras y los discursos de los distintos dirigentes políticos de ambos bandos a cada momento; es así como dibuja los planteamientos políticos, aunque no sabemos, eso sí, con cuánta fidelidad a la realidad o si bien están hechos a posteriori en función de su propia subjetividad y de la finalidad de su obra (cf. infra). Es notorio que en los discursos se reflejan personajes favorecidos por la crítica de Tucídides -como Pericles- y que ello se debe achacar a la proximidad de ideas políticas de Tucídides y los distintos protagonistas. Al mismo tiempo busca en cada acontecimiento y en el conjunto de la guerra en sí misma la causa profunda; de hecho, gran parte del libro I desarrolla lo que para él son causa profunda del conflicto, por un lado, y, por otro, los detonantes externos del mismo, derivados, no obstante, de la causa profunda: la expansión del imperialismo de Atenas y, encadenado a esto, el conflicto de Corcira, el conflicto de Potidea y el decreto megárico. Relacionado con tal concepto están todas las alusiones y meditaciones que Tucídides va haciendo sobre el poder: su mayor procupación como político y militar es analizar el fenómeno del poder, del imperialismo y del hecho revolucionario. Para nuestro autor la ambición de poder es un impulso innato de la naturaleza humana y es éste el que, como motor de los impulsos humanos, explica la conducta de los estados en la idea de que el débil está dominado por el fuerte -la filosofía del más fuerte. Por ello la Historia de la Guerra del Peloponeso es la historia del intento de conservación y aumento del poder imperialista de Atenas, resultado de un plan prefijado de expansión imperialista y excusado en el temor del propio imperio a perder su poder a manos de potencias rivales. Es por ello que el imperialismo es el centro focal de la reflexión de Tucídides en boca primero de los grandes políticos atenienses (Pericles, Cleón, Nicias y Alcibíades) con las matizaciones y precauciones de cada uno de ellos y después de los principales personajes del bando contrario (Hermócrates, Arquídamo, Brásidas) con sus temores e individualismos, con la idea subyacente de que la gran beneficiada de la guerra fue Esparta. Es por ellos que autores de la talla de Maquiavello -en El príncipe - y de Hobbes -en su Leviathan - se basan en ideas políticas de poder expuestas en distintos puntos de la obra de Tucídides para elaborar sus propias tesis, así como la idea surgida en grandes estudiosos de Tucídides que ven en él un acérrimo defensor de la Machtpolitik -política del poder- de Pericles y lo describen como "el político que escribió para políticos".
La historia contemporáneaLa madurez de Tucídides coincidió con el desarrollo de la guerra: al comienzo de ésta -431 a.C.- debía de rondar la treintena. Es gracias al destierro de 20 años cuando decide contar y analizar la historia de lo sucedido, ponerla por escrito con la intención de ser leída con espíritu crítico (xyngrafeîn), no para ser escuchada por un auditorio: contar cómo se han producido y quiénes fueron los participantes desde el punto de vista propio como partícipe durante un tiempo y después como observador de la misma y desde el punto de vista inmediato de gentes que participaron en los avatares de la misma y con el análisis del semblante psicológico y político de los grandes personajes de la misma mediante no ya la narración, sino mediante los discursos. Es la narración de la historia con información de primerísimo orden, tamizada eso sí por por el filtro objetividad-subjetividad de Tucídides. Es, por tanto, el primer autor que escribe una historia sobre hechos contemporáneos y por ello se constituye como principal fuente histórica de dicho período -junto con escritores como Eurípides y Aristófanes que en sus piezas teatrales incluían alusiones, burlas, noticias y críticas sobre la guerra-, aunque, eso sí, de un modo incompleto, pues murió al parecer antes de poder acabarla. Sólo Jenofonte, Cratipo, Teopompo y las Hellenica Oxyrhynchia continuaron el relato donde aquél lo dejó, pero con una menor calidad, con una mayor falta de testimonio y documentos inmediatos y con la falta de la concepción histórica tucidídea.

Tucídides escritor

Influencias Como escritor

Tucídides es heredero de la sofística ateniense y del espíritu de esta ciudad, así como de las corrientes científicas y filosóficas del momento. Cómo se muestran estas corrientes e influencias en el autor, es fácil de indagar. Una tendencia del espíritu filosófico y político ateniense de la época es la preocupación por el presente, de ahí el giro total de la concepción histórica de Tucídides respecto a la historiografía anterior. Al mismo tiempo, el gusto ateniense por la preocupación humana como ser social, por su conducta privada -su moral- y su conducta pública -su política-, se traduce en la búsqueda tucidídea de la historia política y humana alejada de toda influencia divina y de la historia legendaria. Por otro lado la influencia sofística se plasma a lo largo de la obra en distintos puntos: en la estructura y el estilo de su lengua, en el poder supremo de la razón -si en Sócrates lo era como factor moral, en Tucídides aparece como factor político e histórico (gnóme y synesis)-, el estudio de lo verosimil -tò eikós- como fundamento de la crítica junto a una oposición al relativismo -la historia de Tucídides es una lección de política e historia universal, un ktêma eis aeí. De la filosofía natural de Anaxágoras y de Demócrito toma la concepción de que el espíritu humano actúa de acuerdo a sus leyes, leyes naturales, sin intervención divina: la vida y la historia se manifiestan como el encadenamiento de circunstancias naturales y materiales junto con los hechos humanos. De la escuela hipocrática hereda Tucídides la metodología médica: deducir las causas por observación e inducción, mediante la experiencia y el raciocinio; la distinción entre causas -aitía como causa profunda- y síntomas -profásis como pretextos y motivos ocasionales-; la influencia del carácter moral -nómos- y físico -fysis- de los pueblos y su interés médico y minucioso por describir la peste de Atenas.

La metodología

El programa: en Tuc. I 22 se dedica a exponer parte del método seguido para la elaboración de su obra, todo él emparentado con las ya vistas sofística, filosofía y ciencia. El método indica que la narración consta de dos elementos básicos: discursos y narración de hechos, con la mayor objetividad en la medida de lo posible para acercarse a la realidad de lo sucedido. Los discursos: hay discursos que realmente Tucídides sí pudo oír, pero no son la mayoría (los de fuera de Atenas antes de su destierro y los de Atenas durante el mismo). Al mismo tiempo ofrecen un aspecto muy sintomático: presentan analogías de estilo y pensamiento con fórmulas que se repiten casi a modo de correspondencias. Al mismo tiempo, dicursos de personajes que no gozaban de la simpatía de Tucídides -Cleón, por ejemplo- son pesados, mientras que discursos de los personajes favoritos de Tucídides -Pericles o Alcibíades- son más amenos y ágiles. Por tanto, al margen de que fueran auténticos o reelaborados, han sufrido la actuación de un criterio estilístico al tiempo que están todos ellos escritos en ático, lo que hace sospechar en cierto modo de la objetividad de Tucídides. No obstante, hay que tener en cuenta que, como ha indicado de Romilly, el criterio de objetividad en Tucídides no se basa tanto en distinguir lo verdadero y lo falso, sino en distinguir con inteligencia y con elección lo que cuenta y lo que no cuenta, lo importante y lo insignificante.Otro dato que lleva a pensar en la reelaboración de los dicursos es que la duración de éstos en el ágora era mucho mayor que la extensión que los discursos tucidídeos presentan: al parecer lo que Tucídides habría hecho es concentrarlos para hacer de ellos unos discursos para ser leídos y no para ser escuchados.Con todo, la variedad de los discursos es muy grande: los hay encomiásticos, como el elogio fúnebre de Pericles y el discurso en honor de éste; los hay deliberativos, como los de la conferencia de Esparta o la de Camarina; los hay dialogados, uno sólo, entre embajadores melios y atenienses; y, por último, están las arengas de los generales y estrategos a los soldados. Narración de los hechos: respecto a los hechos, Tucídides dice en su programa que se ha limitado a una crítica profunda recibida de los mejores testigos. Algunos eran de primerísimo orden y muy famosos como Alcibíades, pero siempre pasando por el tamiz de su objetividad. Tucídides selecciona lo que, a su juicio, es historiable de los hechos y lo acontecido, lo que siempre es importante para él y el objetivo de su obra, aunque en ocasiones también lo que calla es importante. No obstante, de lo que calla da parte por consabido y conocido y, al mismo tiempo, enfatiza lo que es de gran trascendencia. El estilo tucidídeo: si Tucídides ha perdurado a lo largo de los siglos como modelo de historidor y de prosista debe gran parte de su éxito a la originalidad de su prosa y la peculiaridad de su estilo, en parte único y en parte modélico para la posterior prosa ática. El léxico: el carácter del léxico tucidídeo, a pesar de ser historiador y prosista, se caracteriza por ser muy poético, aunque parezca paradójico; cómo lo hace y lo consigue es fácil, al menos para él: toma términos y construcciones típicas de la poesía, al tiempo que carga determinados pasajes con un dramatismo, plagados con un ritmo prosístico muy distinto del habitual, adoptando y adaptando para ello palabras de poetas como Homero y los dramáticos o tomando palabras y términos de la prosa jonia e incluso creando él mismo nuevos términos y expresiones. La lista de neologismos inventados y utilizados por Tucídides es tremenda: los sistemas de composición de palabras alcanzan con Tucídides unas de las mayores cotas de la lengua y literatura griega. Cualquiera, al traducirlo, habrá podido comprobar que, de un lado, términos normales aparecen utilizados con distinta significación en Tucídides y sólo en él, ya ningún otro autor utiliza tal acepción, y, de otro, términos que sólo aparecen recogidos en Tucídides, bien por primera vez o bien por única. Esto nos puede dar idea de un rasgo de Tucídides: la precisión de su vocabulario y la riqueza de matices de su lengua. Figuras retóricas: Tucídides es un autor que usa de un modo prolífico distintas figuras retóricas y estilísticas; de los sofístas heredó el gusto por la antítesis, una antítesis exacerbada, ya que la usa no sólo para contraponer elementos de una oración, subordinadas u oraciones enteras, sino que también hace antitéticos los discursos: los discursos se contraponen unos a otros -a veces unos son respuesta a otros-, pero siempre cargados con el mayor retoricismo, a pesar de su brevedad, con un estilo recargado con largos períodos de subordinación. El estilo tucidídeoAl mismo tiempo el estilo de Tucídides brilla por una dureza de construcción (tò trachy tês harmonía), una falta de delicadeza en el estilo que junto a su amaneramiento presenta una gran violencia, lo que se ha dado en llamar inconcinidad (inconcinitas) de estilo y figuras: el autor une elementos que no coordinan entre sí normalmente. Relacionada con la inconcinidad de estilo hay una serie de figuras tales como la variatio (metabolé), que actúa como verdadero motor estilístico de la obra tucidídea. Otro pricipio estilístico es la brevedad de sus expresiones, una concisión, que hace que a veces su prosa parezca un telegrama que provoca en el lector-traductor la necesidad de ejercitar constantemente la atención, debido a la tremenda economía sintáctica y léxica del autor: da muchas cosas por sobrentendidas en sus oraciones. Por ello brila más la léxis katestramméne que la eiroméne.También aparecen algunos ejemplos de la típica construcción arcaica en anillo, la Ringkomposition. Frecuente es, a menudo, relacionado con la inconcinidad de su estilo, la utilización del anacoluto para cambiar el tipo de construcción sintáctica de la frase y asímismo la utilización del paréntesis para añadir explicaciones.

La cuestión tucidídea

Tucídides no concibió su historia como una mera narración objetiva de acontecimientos bélicos; su posición como estratego procedente de una familia aristocrática y sus conocimientos de política no le permitieron dejar al margen de su historia su propia opinión sobre todo lo que envolvía ésta y sobre ella misma. A partir de aquí la investigación se encamina a determinar qué partes son nuevas y cuales están retocadas, así como cuándo comenzó a escribir.Ullrich, en 1846 descubrió que había diferencias entre las dos mitades de la obra (en el libro V aparece un nuevo prólogo casi paralelo al que da inicio a la obra tucidídea), y esto le hizo sospechar de un posible cambio de plan a la hora de escribir su obra. Para Ullrich la intención primera de la obra era escribir una narración de la guerra Arquidámica -hasta la paz de Nicias-, pero cuando de nuevo estallaron las hostilidades, se dio cuenta de que era la misma guerra y alargó su obra afirmando que la causa de la guerra era el temor lacedemonio al poderío ateniense. Durante muchos años los críticos se limitaron a retocar las teorías de Ullrich. En 1919 Schwartz se plantea la problemática de los discursos; para él los discursos son concebidos y realizados en dos períodos distintos, que se notan por un corte en sus ideas sobre la guerra y una evolución interna respecto a la cuestión del poder; en un principio los causantes de la guerra son los aliados de Esparta, pero en el segundo momento es Esparta la culpable de la guerra: Schwartz dice que Tucídides, convencido al acabar la guerra de que la verdadera beneficiada de la misma había sido Esparta, fue ésta la responsable de la misma y que, una vez acabada la misma, Tucídides orientaría lo que estaba escribiendo a demostrarlo e incluso retocaría partes, como el discurso de Pericles donde expone una política de intransigencia con Esparta, para demostrar que tal política era la apropiada para Atenas para haber vencido en la guerra. La teoría de Schwartz parece ser que indica que realmente comenzó a escribir una vez acabada ya la guerra, pero que, no obstante, durante la misma, se habría dedicado a redactar alguna parte y a tomar notas y apuntes. En 1920 Max Pohlenz expone una tesis que coincide en lo básico con Schwartz, pero para él la evolución en Tucídides es más lenta y su límite o punto de cambio es más difícil de marcar. En 1929 Schadewaldt, atendiendo al análisis de los libros VI, VII y VIII indica que Tucídides, según él, primero quiso escribir una historia 'objetiva', pero que una vez acabada la guerra su narración adquirió un matiz de 'interpretación'. En 1930 Momigliano expone que en un principio, siguiendo las tesis de Ullrich, escribió la guerra Arquidámica, pero que después decidió continuar el relato de la guerra interesándose más por la política interna de la guerra y de los dos bandos y fue entonces cuando introdujo los discursos. En 1973 Dover indica que la afirmación de que comenzó a escribir cuando empezó la guerra es compatible con el hecho de que todo fue escrito a partir del año 404 a.C. en el orden actual.
Roberto Lérida Lafarga (IES Serranía Baja, Landete -Cuenca-) Proyecto Clío

Campaña del Encuentro Memoria, Verdad y Justicia

¿Y Julio López?18 de julio a 18 de septiembre de 2008
El EMVJ comienza hoy una campaña nacional que culminará el 18 de septiembre, día en que se cumplirían dos años de la desaparición de nuestro compañero Jorge Julio López. Durante los próximos dos meses el Encuentro impulsará actividades en todo el país tendientes a replantear la desaparición de Julio López y la larga cadena de encubrimientos que permite la impunidad absoluta en que permanecen los responsables de su secuestro. Para ello proponemos utilizar como símbolo la hermosa y contundente silueta de la cabeza de Julio realizada por el Grupo de Artistas Plásticos Solidarios y como disparador una sola pregunta: ¿Y Julio López? Con estos dos elementos reproducidos en afiches, pañuelos, remeras, banderas, paredes, carteleras, autoadhesivos, cuadernos, volantes, correos electrónicos, carpetas, pretendemos traer al hoy no solo la desaparición de Julio sino los silencios, las mentiras, los dobles discursos, los encubrimientos, las complicidades con que durante estos 22 meses, los poderes del Estado trataron de naturalizar el hecho. Intentamos que todo aquel que entienda que no es natural que Julio esté desaparecido, todo aquel que necesite y reclame una respuesta, reproduzca la silueta y la pregunta sobre cualquier superficie y con cualquier técnica: pintura, aerosol, fibras, serigrafía, crayones, fotoduplicación, tintura, grabado. Que la pregunta se multiplique, se expanda, se reproduzca, que cubra todo espacio público, que llegue de a miles a los ojos de quienes deben responderla. Instalaremos también mesas en lugares de gran afluencia de público, plazas, estaciones de ferrocarril, parques, facultades, paseos, exposiciones, en las que sobre la misma imagen impresa en papel, cada hombre y mujer de nuestro pueblo pueda elegir y escribir el destinatario de la interpelación que significa la lisa y llana pregunta: ¿Y Julio López? Las hojas se juntarán para exponerlas durante la marcha de Congreso a Plaza de Mayo y frente a la Casa de Gobierno en el acto con que se cerrará la campaña, el 18 de septiembre. Y hemos elegido este día 18 de julio, en el que se cumplen 14 años del atentado a la Amia, para comenzar esta campaña porque la llamada "causa AMIA" es, indudablemente, el paradigma de la impunidad y el encubrimiento en nuestro país.
Encuentro Memoria, Verdad y Justicia

24/7/08

REVOLUCION DE LOS PRECIOS SIGLO XVI

El oro africano llevado a Lisboa por los portugueses y, sobre todo, los metales preciosos americanos importados por los españoles contribuyeron de forma muy importante a la transformación económica de Europa y al proceso de desarrollo del capitalismo inicial. La razón de esta realidad fue la dilatación del stock metálico del Continente y la intensificación de los circuitos de circulación monetaria. El efecto más evidente de esta nueva situación en el plano de la coyuntura fue un incremento generalizado del nivel de los precios, lo suficientemente importante como para ser nítidamente percibido por los observadores coetáneos, que se manifestaron con preocupación acerca del fenómeno. En 1934 un historiador-economista norteamericano, Earl J. Hamilton, daba a la luz una obra capital que ha oficiado desde entonces como eje de los estudios sobre la coyuntura europea del siglo XVI y la primera mitad del siglo XVII, titulada "El tesoro americano y la revolución de los precios en España, 1501-1650". En esta obra Hamilton parte de los presupuestos de la teoría cuantitativa de la moneda, que pone en relación el índice de precios con el volumen de moneda circulante y la velocidad de circulación. Hamilton estudió la evolución de las remesas de oro y plata americanos arribadas a España anualmente a través de los registros de la Casa de Contratación de Sevilla, organismo oficial encargado de la organización del monopolio comercial castellano de las Indias, estableciendo que el ritmo de arribadas mantuvo una tendencia constante al crecimiento a lo largo de todo el siglo XVI. Este crecimiento fue más lento en la primera mitad del siglo, aunque luego se aceleró de forma importante a partir de 1550-1560. Durante el período 1590-1620, la llegada de metal precioso americano alcanzó su cenit, para luego comenzar una fase de fuerte contracción. En estas importaciones la plata, extraída en los grandes yacimientos de Zacatecas y Potosí, predominó de forma absoluta sobre el oro. Los efectos de esta avalancha sobre el stock monetario europeo fueron fulminantes. Durante las primeras décadas del siglo XVI desde el África occidental portuguesa llegaba a una media tonelada anual de oro, cantidad aún pequeña. Las cifras se vuelven sin embargo espectaculares cuando se refieren al metal americano. Según los cálculos de Hamilton, entre 1500 y 1650 llegaron oficialmente a España 181 toneladas de oro y 16.886 toneladas de plata. Europa aumentó de manera decisiva por esta vía sus reservas argentíferas respecto al punto de partida. Unas cifras así no pudieron por menos que influir en el comportamiento de los precios. He aquí el segundo vector de la obra de Hamilton. En efecto, este autor se propuso comprobar la correspondencia existente entre la llegada a España del metal americano a través del puerto de Sevilla -ciudad que oficiaba como cabecera del monopolio de la Carrera de Indias- y el nivel de los precios. Estudió para ello series correspondientes a productos diversos en diferentes ciudades y trazó una curva evolutiva que se correspondía sustancialmente con la de arribadas de remesas de metal precioso. A partir de esta obra muchos autores que se han referido posteriormente a la coyuntura del siglo XVI han explicado la revolución de los precios en función fundamentalmente del impacto del tesoro americano. En el conjunto del siglo, según los datos ofrecidos por Hamilton, los precios se multiplicaron en España por cuatro (1500 = 100; 1600 = 412). Ello representa unos índices medios de crecimiento anual moderados desde el punto de vista de un observador de nuestros días, pero bastante apreciables referidos a la situación del siglo XVI, ya que el siglo anterior, el XV, había asistido a un período de estancamiento de precios e, incluso, de tendencias deflacionarias. La plata americana no limitó sus repercusiones al ámbito estricto de la economía española. En teoría hubiera podido suponerse así, ya que legalmente sólo los españoles podían comerciar con las colonias americanas, y además leyes proteccionistas impedían la salida de metal precioso del reino. Pero lo cierto es que las exportaciones de moneda española alcanzaron un fuerte volumen. Este drenaje de metal se produjo por diversas vías. En primer lugar, el pago de la deuda de los monarcas españoles con los banqueros extranjeros que libraban jugosos empréstitos para subvenir a los altos costos económicos de la política imperial de la Monarquía hispánica en Europa. La mejor garantía de tales préstamos la constituían con frecuencia las propias remesas anuales de oro y plata americanos, en las que los monarcas tenían una fuerte participación a través de la fiscalidad real sobre los colonos americanos, sobre el comercio de Indias y sobre la propia producción de las minas (el llamado quinto real o quinta parte del metal precioso producido en sus posesiones coloniales). En segundo lugar, la plata salía de la Península como medio de pago del contravalor de las mercancías extranjeras remitidas a América. La infiltración de las compañías mercantiles foráneas en el ámbito de la Carrera de Indias constituyó un hecho consumado, a pesar de las limitaciones del monopolio. Los problemas legales quedaron fácilmente soslayados mediante la utilización de testaferros españoles que actuaban a menudo como meros agentes comisionistas de las casas de comercio extranjeras. La producción nacional de manufacturas (que fueron ocupando cada vez un mayor porcentaje de las mercancías remitidas a Indias, superando a los productos agrarios) resultó cada vez menos competitiva frente a las manufacturas extranjeras (especialmente los textiles), en buena medida como efecto del desfase al alza de los precios españoles resultado del propio proceso inflacionista que caracterizó la economía del siglo. La balanza de pagos española fue, en este sentido, claramente deficitaria, por lo que hubo de equilibrarse con exportaciones de moneda. En tercer lugar, los fenómenos del fraude, el comercio ilegal directo de extranjeros con las colonias y las capturas de galeones españoles por corsarios de otros países influyeron, aunque en mucha menor medida, en la llegada de metal precioso a Europa. Finalmente, no carece de importancia la cantidad de moneda que sacaron del país los muchos trabajadores extranjeros que llegaron atraídos por los mejores salarios que en España se ofrecían. La inflación rebasó, de esta forma, las fronteras españolas y alcanzó al resto del Continente. Su impacto, según Hamilton, fue no obstante mayor en el epicentro del monopolio, es decir, en Sevilla y Andalucía, para ir diluyendo su intensidad conforme nos alejamos del mismo. La subida del nivel de los precios en Francia, en Italia y en otros diversos países se ha explicado en función de la concurrencia del metal precioso americano en los circuitos internacionales de circulación monetaria. Todo el sistema financiero de Europa -se ha llegado a afirmar- reposaba en último extremo sobre las importaciones periódicas de plata procedentes de los virreinatos de México y Perú.

PRESENTACIONES POWER POINT

PRESENTACIONES
Edad Contemporánea - Etapas de la E.C. - Independencia de los Estados Unidos - Revolución Francesa - Independencia de las colonias en Iberoamérica - Nacionalismos Unificadores - Guerra de Secesión - Paz Armada - Primera Guerra Mundial - Comunismo - Nazismo - Fascismo - Segunda Guerra Mundial - Guerra Fría - Descolonización

Los siete saberes necesarios para la educación del futuro

Por Edgar Morin
Elaborado para la UNESCO como contribución a la reflexión internacional sobre cómo educar para un futuro sostenible. Este texto antecede cualquier guía o compendio de enseñanza. No es un tratado sobre el conjunto de materias que deben o deberían enseñarse: pretende única y esencialmente exponer problemas centrales o fundamentales que permanecen por completo ignorados u olvidados y que son necesarios para enseñar en el próximo siglo.
Hay siete saberes ''fundamentales'' que la educación del futuro debería tratar en cualquier sociedad y en cualquier cultura sin excepción alguna ni rechazo según los usos y las reglas propias de cada sociedad y de cada cultura. Además, el saber científico sobre el cual se apoya este texto para situar la condición humana no sólo es provisional, sino que destapa profundos misterios concernientes al Universo, a la Vida, al nacimiento del Ser Humano. Aquí se abre un indecidible en el cual intervienen las opciones filosóficas y las creencias religiosas a través de culturas y civilizaciones.

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