27/12/07

El bombardeo a Plaza de Mayo



“Mártires y Verdugos”, Editorial Revelación, 3ra. Edición, Buenos Aires, octubre de 1972, páginas 24 y 25.
[...] La oligarquía ambiciona el regreso al poder total, la restauración de su régimen y la anulación del proceso revolucionario iniciado en 1943. Conoce los obstáculos porque los ha palpado y reiteradamente se ha roto las narices contra ellos. Son el pueblo politizado, presente, activo; y el ejército, colocado en su exacta ubicación nacional. Al primero planea anestesiarlo mediante el terror; al segundo desarticularlo y reestructurarlo en milicia partidaria a sus órdenes.
La primera y potente inyección de anestesia la recibe el pueblo el 16 de junio de 1955. Ese día sucede en Buenos Aires algo espantoso y absolutamente inconcebible: una formación de aviones navales bombardea Plaza de Mayo. El pretexto es matar a Perón, a quien suponen en la Casa de Gobierno, para lo cual se bombardea la plaza, se ametralla la Avenida de Mayo, y hasta hay un avión que regresa de su fuga para lanzar una bomba olvidada. Cientos de cadáveres quedan sembrados en la plaza histórica y sus adyacencias, unos pertenecientes a civiles que habían acudido en apoyo al gobierno, y otros de anónimos transeúntes. Es el primer castigo, la primer dosis de castigo administrada al pueblo. Es el fusilamiento aéreo, múltiple, bárbaro, anónimo, antecesor de los que luego realizarían en tierra firme con nombres y apellidos [se refiere a la masacre de José León Suárez en la represión del levantamiento cívico-militar del 9 de junio de 1956, a los mártires y verdugos que le dan título al libro]. Entre este grupo de aviadores [entre los que estaba el capitán Cacciatore, que después del 76 cobraría fama y fortuna como intendente porteño] que mata desde el aire a una multitud, y los agentes de la Policía de la Provincia de Buenos Aires que “fusilan” a un núcleo de civiles en un basural, tirándoles a quemarropas sin previo aviso, solamente existe una diferencia de ubicación.
Este episodio criminal, este acto terrorista comparable al cañoneo de Alejandría y de ciudades persas efectuados por la flota inglesa, también con propósitos de escarmiento, no tiene antecedentes en la historia de los golpes de estado. Porque hasta en la lucha entre naciones está proscripto el ataque a ciudades indefensas, y porque la guerra aérea, con el bombardeo a poblaciones civiles, ha sido una tremenda calamidad traída como novedad por la última guerra mundial, que ha merecido el repudio unánime universal.
Nuestro pueblo, que estuvo alejado del escenario de esa guerra, que jamás pudo con su imaginación reproducir la imagen aproximada de un bombardeo aéreo, experimenta ese horror -el horror del siglo- en carne propia, por gestión de su propia aviación. Y esa aviación que nunca había tenido que bombardear a nadie, que no sabía lo que era un bombardeo real, hace su bautismo de guerra con su propio pueblo, en su propia ciudad capital. El 16 de junio de 1955, sufrimos los argentinos nuestro Pearl Harbour interno, donde la víctima es el pueblo y el agresor la oligarquía [...].
Salvador Ferla



Los secretos del día más sangriento del siglo XXMaría Seoane.
mseoane@clarin.com
Fue el día más sangriento de la historia argentina contemporánea: el destello mortal de una crisis política y económica que estallaba descarnadamente, pero que se incubaba desde lejos, por lo menos en sus aristas más trágicas desde abril de 1955. Perón había decidido, a pesar de la crisis económica, mantener a raja tabla el porcentaje más alto de distribución del ingreso en toda la historia latinoamericana: hacia mediados de 1955, la participación de los trabajadores en el PBI era cercana al 53 por ciento. Pero en el Estado circulaba una pertinaz corrupción, un poder cada vez mayor de la CGT que presionaba sobre los empresarios y el Estado, una persecusión fiera a la oposición. En el frente militar, Perón lograba hacia abril de 1955 mantener la hegemonía, no sin fracturas en Ejército y Aeronáutica pero el 90 por ciento de la Marina era católica y antiperonista.
La preparación del golpe cívico-militar se puso en marcha ese abril por el creciente enfrentamiento de Perón con la Iglesia. Las razones de fondo eran económicas, pero las de superficie fueron políticas: Perón era un tirano y no era posible derrocarlo en las urnas. El 14 de abril se suspendió en todas las escuelas la enseñanza obligatoria de religión y moral. El 20 de mayo se suprimió por ley la exención de impuestos a los templos y organizaciones religiosas y se llamó a una Constituyente para separar a la Iglesia del Estado. Los católicos de todo el país se pusieron en pie de guerra. Y los militares y civiles opositores, también.
Del expediente 26.237/55, causa "Aníbal Olivieri y otros sobre rebelión militar" archivada en el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas a la que Clarín tuvo acceso— 33 cuerpos y unas 6000 fojas— se desprende la siguiente historia. La conspiración que terminará con los bombardeos en Plaza de Mayo comenzó a principios de 1955, pero recrudeció en abril de ese año. El capitán de Aeronáutica Julio César Cáceres en su testimonio (fojas 842) admitirá que el capitán de Fragata Francisco Manrique era el encargado de reclutar para la rebelión entre los marinos. Que se reunían en una quinta en Bella Vista, propiedad de un tal Laramuglia, no sólo Manrique, sino también Antonio Rivolta del Estado Mayor General Naval; el contraalmirante Samuel Toranzo Calderón, jefe del Estado Mayor de la Infantería de Marina y los jefes de la aviación naval en la base de Punta Indio, los capitanes de fragata Néstor Noriega y Jorge Bassi, así como el jefe del Batallón de Infantería de Marina B4 de Dársena Norte, capitán de navío Juan Carlos Argerich. El jefe de los marinos sería Toranzo Calderón. Los civiles, por su parte, sabían que sin contacto con el Ejército cualquier sublevación fracasaría. Uno de los líderes del nacionalismo católico, Luis María de Pablo Pardo, un hombre pequeño y miope, según las crónicas del momento, fue el enlace de Calderón con el comandante del III Cuerpo con sede en Paraná, el general León Bengoa, que está "con el movimiento". Pardo también hace de enlace con los capitanes de la Base de Morón de la Fuerza Aérea y el comandante de Aviación Agustín de la Vega.
Según la causa, al tanto de la rebelión estaban el ministro de Marina, contraalmirante Aníbal Olivieri, el vicealmirante Benjamín Gargiulo, y los tenientes primero de navío Emilio Eduardo Massera, secretario de Olivieri, y sus ayudantes Horacio Mayorga y Oscar Antonio Montes, entre otros. También, los generales Pedro Eugenio Aramburu y Bengoa. Desde los civiles, con Pardo conspiraban en un mismo bando radicales como Miguel Angel Zabala Ortiz, conservadores que respondían a Adolfo Vicchi, y socialistas de Américo Ghioldi, entre otros. ¿Cuál era el plan de la sublevación si lograban matar a Perón y alzarse con el poder? Según el testimonio del aviador Cáceres: "Se planeaba armar una junta de gobierno en manos militares, con ministros civiles como Vicchi y Ghioldi y Zabala Ortiz. Y que luego de consolidado el país se llamaría a elecciones". Un plan que se repetiría en cada golpe militar del siglo.
Mientras esto ocurría en las sombras, en esa semana de abril de 1955, el gobierno propuso pasar el día de la Bandera al 18 de octubre. Fue, para los nacionalistas, un nuevo agravio. El momento de acelerar el golpe ocurrió luego de la manifestación de Corpus Christi que puso en la calle a unos 200 mil católicos opositores al gobierno. La manifestación fue prohibida por el ministro del Interior Angel Borlenghi. Esto enfureció más a los católicos. El gobierno detectó la conspiración esa semana. Creyó ver en dos religiosos como monseñor Manuel Tato y Ramón Novoa los vínculos entre militares y civiles golpistas, que a esas alturas eran muy numerosos. Borlenghi decidió su arresto y expulsión a Roma. Los líderes de la rebelión supieron que el 16 serían detenidos igualmente. Deciden, entonces, que bajo el pretexto de un "desagravio a la bandera" una flota de aviones sobrevuele la Catedral metropolitana. Era la señal para el ataque contra Plaza de Mayo. Toranzo da la orden sin saber que llegaba una comunicación de Roma: Perón había sido excomulgado por el Vaticano.
Las crónicas abundan en detalles de aquel ataque sangriento que comienza con la descarga de dos bombas por parte de Noriega a las 12.40 y se sucede en tres oleadas hasta las 17.45. Muchos aviones llevaban inscripta esta sigla: "Cristo Vence". Perón era, a esa altura, el anticristo. Pero el movimiento fracasó: Perón logró fugar a los subsuelos del edificio sede del Ejército, hoy Libertador, reunido con los ministros de Guerra, Flanklin Lucero, el almirante fiel Ramón Brunet, el jefe de la Aeronáutica, brigadier Juan Ignacio San Martín y el general Arnaudo Sosa Molina y Juan José Valle, que negociaron la rendición de los marinos atrincherados en el Ministerio de Marina, luego de numerosos tiroteos, de la avalancha de camiones de la CGT con obreros armados con palos y cuchillos, de la columna de motorizados que acompañó el asalto final al edificio de la Marina. Unos 90 aviadores— entre los cuales estaba el teniente de navío Carlos Alberto Massera, hermano de Eduardo Emilio— y Zabala Ortiz parten a Uruguay, donde son asilados por el gobierno de Luis Batlle. El ministro de Marina Olivieri, Toranzo Calderón y Gargiulo se habían entregado a los generales Sosa Molina y a Valle. Sosa Molina, en fojas 417 a 436, cuenta la rendición de los sublevados al tribunal:
"—Sosa Molina (a Olivieri): Traigo un mensaje del señor Presidente. No desea más derramamiento de sangre. La causa, está perdida. Todo el país permanece leal al Presidente.
—Toranzo Calderón: No es verdad. Esto es solamente el comienzo. En el resto del país hay fuerzas comprometidas, como Bengoa."
Sosa Molina pidió que suspendieran los bombardeos. Toranzo dijo que eso no dependía de él. Pero se reunieron con Olivieri y Gargiulo para ver las condiciones de la rendición. Exigieron la renuncia de Borlenghi y que la "turba", como definieron, se fuera a su casa. Perón cumplirá con el pedido. Pero esa misma noche —mientras se saqueaban e incendiaban iglesias (ver La quema...)— Perón hizo un discurso pacificador, pero firmó el decreto 9407: el Consejo Supremo de las Fuezas Armadas, presidido por el general de división Juan Eriberto Molinuevo debía juzgar y procesar a 150 militares.
A las 23 del 16 de junio se reunió el Consejo Supremo. El tribunal comenzó a sesionar el 17. Olivieri nombró al vicealmirante Isaac Rojas como defensor. Toranzo Calderón, al contraalmirante Teodoro Hartung. Ese mismo día fueron indagados Eduardo Massera, Mayorga y Montes (fojas 142 a 174). Al día siguiente, Toranzo Calderón y Olivieri. Entre los testimonios más significativos se encuentran también los de los leales Brunet, Sosa Molina y Valle. El testimonio de Massera, un oficial de 29 años, revela quizá mejor que ninguno la mendacidad de los conjurados. Massera se transformó en la pieza clave de enlace con la ESMA, para el asalto de la infantería de marina de Dársena Norte a cargo de Argerich sobre la Casa de Gobierno. El tribunal no le creerá una palabra. (Ver Teniente Cero).
El testimonio de Toranzo Calderón fue del mismo tono (fojas 339 a 357). Admitió sin embargo su responsabilidad parcialmente. "Pensé que estaba defendiendo la libertad de mi patria donde había muchos comprometidos", dijo. Pero se negó a dar nombres. Y culpó del bombardeo a Plaza de Mayo a Gargiulo. Pero Gargiulo ya estaba muerto, como le informó Rojas a Calderón en medio del interrogatorio, para que culpara a un muerto. El jefe del EMGM se había suicidado esa madrugada en su oficina del edificio Libertador, donde permanecía detenido e incomunicado como los otros jefes de la rebelión. La declaración de Olivieri es, tal vez, la más profunda y comprometida porque expresa la mentalidad de la rebelión. Explicó por qué había dejado de ser peronista: "Me hice peronista cuando creí ver que ese movimiento se construía sobre las bases de Dios, Patria y Hogar pero se desvirtuó". Luego dijo: "Mi lealtad al presidente fue superada por un estado de ánimo de lealtad a mi patria, a mi bandera, a mi Dios". En agosto fueron condenados a destitución e inhabilitación y prisión los cabecillas de la rebelión. Ningún civil fue condenado. El golpe contra Perón en setiembre de 1955 modificó esos destinos. Rojas, desde la Flota de Mar amenazó con bombardear el puerto de Buenos Aires si Perón no renunciaba. La Revolución Libertadora dio a Hartung el cargo de Ministro de Marina hasta 1958. Aramburu fue el Presidente desde noviembre de 1955. Toranzo Calderón, embajador en España; Olivieri, ante la ONU. Vicchi, embajador en EE.UU.. Montes fue Canciller de Videla. Massera, su jefe y numen de la dictadura de 1976.
El bombardeo a Plaza de Mayo, ahora lo sabemos, inauguró las décadas más violentas de la historia argentina.

4 comentarios:

mariano dijo...

hola me surgieron dos nombres de dos posibles pilotos criminales, nose si tenes alguno, uno vive el otro murio pero puden ser feacientes de que hayan sido hay urgar un poquito de manera personal pero creo que se puede saber algo

FABIAN dijo...

UN ABOGADO PERONISTA RECLAMARA QUE EL HECHO SEA DECLARADO DELITO DE LESA HUMANIDAD Piden que la Justicia investigue el bombardeo del 55 en Plaza de Mayo
Mañana se presenta la denuncia. El objetivo es que condenen a los pilotos que aún viven. Por: Marcelo Helfgot
Pasaron 52 años del bombardeo aéreo a Plaza de Mayo dispuesto por sectores militares opuestos al presidente Juan Perón y aún no se sabe con precisión el número de víctimas que causó. Se estima que fueron centenares. Los responsables gozaron de impunidad. Ahora, un abogado peronista pretende que se reabran las investigaciones y mañana pedirá a la Justicia que el hecho sea declarado delito de lesa humanidad. Y por lo tanto imprescriptible.

Una nota publicada en Clarín el 8 de febrero, bajo el título "Los viejos muchachos peronistas y una pensión por sus años de lucha" fue el disparador para que José Deguisa, un especialista en derecho penal, se decidiera a presentar un escrito en los Tribunales Federales reclamando que se juzgue a los uniformados que tiraron las bombas y están vivos.

"Ya tengo detectados a más de veinte ex pilotos navales y de la Fuerza Aérea que ahora tienen entre 75 y 85 años", asegura Deguisa. El abogado destaca que el episodio ocurrido el 16 de junio de 1955 fue la mayor matanza de civiles en la Argentina en un solo día. Se estima -por relevamientos de historiadores que, sin embargo, no coinciden en las cifras- los muertos fueron más de 300 y un número similar de personas habrían quedado inválidas a causa de las heridas recibidas.

Sin embargo, la posibilidad de investigar el caso fue debilitándose con los años por la indiferencia de la Justicia y el ocultamiento promovido por los gobiernos que se sucedieron tras el golpe que derrocó a Perón tres meses después del bombardeo.

En el artículo de este diario que el querellante adjuntará al expediente se publican declaraciones de un testigo directo del ataque aéreo a Plaza de Mayo. Era el eslabón que le faltaba a Deguisa para promover una causa basada en pruebas concretas.

"El día del bombardeo a la Plaza estaba trabajando en Philips, me fui para allá y vi cuando ametrallaban a la gente. No le tiraban a Perón, le tiraban al pueblo. A la noche, debajo de los micros, estaba lleno de cadáveres", fue el relato de Raymundo Heredia, de 75 años, uno de los beneficiados con la indemnización que otorgó la Legislatura bonaerense a quienes participaron de la llamada "resistencia peronista" tras el golpe contra el gobierno justicialista. Un proyecto para indemnizar a familiares de las víctimas de los bombardeos del '55 está trabada en el Congreso de la Nación.

En el escrito que presentará hoy -y al que tuvo acceso Clarín en exclusiva-, Deguisa apunta principalmente, aunque sin nombrarlo, contra Máximo Rivero Kelly, el que más alto llegó en la escala militar entre los presuntos atacantes que pueden contar el cuento. Rivero Kelly admitió que participó del bombardeo en el libro "Bombas sobre Buenos Aires" que publicó el periodista Daniel Cichero en el 2005.

FABIAN dijo...

El querellante sostiene que hay quienes "describen los hechos sin arrepentimientos y con los años se desempeñaron como funcionarios de la más feroz y aberrante tiranía ó dictadura militar", refiriéndose a Rivero Kelly, quien estuvo a cargo de la Aviación Naval cuando el jefe de la Marina, Emilio Massera, formaba parte de la Junta Militar. Ya en democracia, Rivero Kelly llegó a ser el número dos de la Armada.

Con todo, no será la recolección de pruebas sino la tipificación del hecho como delito de lesa humanidad el mayor obstáculo para lograr la apertura de una investigación judicial sobre los bombardeos del '55.

A través de sucesivos fallos, la Corte Suprema de Justicia, en su actual conformación, sentó jurisprudencia sobre la delimitación de los crímenes que no prescriben aunque hayan ocurrido décadas atrás. Y de la lectura de ellos surge que se refiere a delitos "cometidos desde el aparato estatal de modo sistemático".

En el escrito, Deguisa apela al encuadramiento del caso en la Convención sobre Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad a la que adhirió la Argentina y desde setiembre de 2003 tiene rango constitucional.

Ese tratado, promovido por las Naciones Unidas, fue el que inspiró en agosto de 2004 a la Corte para considerar imprescriptible el asesinato del general chileno Carlos Prats, en la Argentina, por parte del agente de la policía secreta de Augusto Pinochet, Enrique Arancibia Clavel. Y más adelante rechazó esa tipificación para delitos que no fueron cometidos por agentes de un Estado.

http://edant.clarin.com/diario/2008/02/24/elpais/p-00901.htm

FABIAN dijo...

1. Presentan la investigación sobre el bombardeo a Plaza de Mayo en 1955
Entre el bombardeo a la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955 y el golpe de estado ocurrido el 24 de marzo de 1976 existen una serie de continuidades políticas y nombres que vinculan ambos momentos. Es la primera vez que se investiga dicho bombardeo en 54 años por el Equipo Especial de Investigación del Archivo Nacional de la Memoria, el cual realizó un informe “con nombres, armas, datos de las más de cien bombas que se tiraron, localizaciones y un listado depurado de 308 víctimas identificadas”.
En el bombardeo participaron miembros de la Marina y de la Fuerza Aérea en menor medida, mientras que el Ejército se habría mantenido leal al gobierno, por lo menos durante los siguientes tres meses.
Los tres ayudantes del contraalmirante Aníbal Olivieri, ministro de Marina y jefe de la conspiración, eran los capitanes de fragata Emilio Massera (integrante de la Junta Militar después de 1976), Horacio Mayorga (involucrado en la masacre de Trelew) y Oscar Montes (canciller de la dictadura).
Los pilotos que huyeron a Uruguay luego del bombardeo fueron recibidos por Guillermo Suárez Mason, “prófugo de la Justicia argentina desde su participación en el intento de golpe de 1951 y luego poderoso comandante del Primer Cuerpo del Ejército de la dictadura”. Entre ellos se encontraban “Máximo Rivero Kelly, acusado de delitos de lesa humanidad como jefe de la Base Almirante Zar de Trelew y de la Fuerza de Tareas 7 de la zona norte de Chubut”; “Horacio Estrada, jefe del grupo de tareas de la ESMA; Eduardo Invierno jefe del servicio de Inteligencia Naval en la dictadura; Carlos Fraguio, jefe de la dirección general naval en 1976 con responsabilidad en los centros de detención como la EMSA y la escuela de suboficiales de la Marina; Carlos Carpineto, secretario de prensa de la Armada en 1976; Carlos Corti su sucesor y Alex Richmond, agregado naval en Asunción. De la Fuerza Aérea, Jorge Mones Ruiz fue delegado de la dictadura en la SIDE de La Rioja y Osvaldo Andrés Cacciatore luego fue intendente de la Ciudad de Buenos Aires”. (Ver Página 12, sección El País, 16/06/2009 y 17/06/2009)
http://www.cee-chile.org/resumen/argenti/semarg342.pdf



Maten a Peron (2005). Documental sobre el bombardeo a Plaza de Mayo del 16 de junio del 1955. Duracion: 1 hora 13 minutos. Formato avi, 350 Mb. Descargar:

http://www.megaupload.com/?d=QDNWPEUU