27/12/07

DEL COLONIALISMO AL IMPERIALISMO



1. Explotación y acumulación originaria en la colonia
La propia conquista y colonización de América Latina fueron acciones de lo que hoy Ilamaríamos financiación o ayuda extranjera. Cristobal Colon, el descubridor de América, declaró: "La mejor cosa en el mundo es el oro... Sirve hasta para enviar las almas al paraíso..." Cortés, el conquistador de México, agregó: "Nosotros los españoles, tenemos una enfermedad del corazón para la cual el remedio indicado es el oro." Los frailes franciscanos confirmaron: "Donde no hay plata no entra el evangelio." Es decir que los viajes de descubrimiento y la inversión española en América Latina, gran parte de ella con capital mercantil holandés e italiano, fueron parte de la expansión capitalista mercantil y de un esfuerzo pare extraer recursos humanos y naturales del satélite colonial —en su mayoría trabajo y metales preciosos— y encauzarlos hacia el consumo y el desarrollo de la metrópoli. La afortunada combinación de plata, indígenas y organización social precolombina en las áreas altamente civilizadas de México y Perú, permitió una multiplicación inmediata de las limitadas inversiones en transporte de hombres y mercancías. Como en Europa se carecía del capital y trabajo necesarios para producir la acumulación de capital básico y el desarrollo que sabemos ocurrió, el capital inicial tenía que venir del trabajo y la financiación extranjera de los indios de América Latina y los negros de África, que costaron, primero, el exterminio del 89% de la población (en México), luego la destrucción de varias civilizaciones y por último el subdesarrollo.
Los portugueses en Brasil y luego los holandeses, ingleses y franceses en el Caribe, no encontraron la feliz combinación de plata, trabajo y c
ivilización, y tuvieron que crear una economía colonial con recursos extranjeros. Indirectamente, fue la bonanza previa de España la que hizo posible, si no necesaria, esta financiación, por la concentración del ingreso y el alza de los precios del azúcar y otros artículos en Europa. Los países metropolitanos organizaron economías agrícolas en estas tierras tropicales, poniendo a trabajar a los negros de África en Ia producción de azúcar latinoAméricano para las masas europeas.
Si España y Portugal no se beneficiaron con este estado de cosas en Ia medida que era de esperarse, se debió en gran parte a su propia satelización a través del capital holandés y británico, colonización sin Ias molestias del coloniaje, como la llamó en 1755 el primer ministro de Portugal, marqués de Pombal.
Un resultado importante de esta combinación de capital extranjero y comercio doblemente triangular de esclavos, azúcar, ron, cereales, maderas y artículos manufacturados, es analizado por el primer ministro de Trinidad y Tobago, Eric Williams, en su obra Capitalismo y esclavitud: "Lo que la construcción de barcos para el transporte de esclavos significo para Liverpool en el siglo XVII, lo significó para Manchester en el siglo XVIII las manufacturas de algodón para la compra de esclavos. El primer estimulo para el nacimiento de Algodonópolis vino de los mercados de África y las Indias Occidentales. El crecimiento de Manchester estuvo íntimamente ligado al de Liverpool, su salida al mar y al mercado mundial. El capital acumulado en Liverpool por el comercio de esclavos irrigo el interior para fertilizar las energías de Manchester; las mercancías de Manchester para África eran Ilevadas a la costa en los barcos de Liverpool. El mercado exterior del Lancashire fueron principalmente las plantaciones de las Indias Occidentales y África ... Fue esta tremenda dependencia del comercio la que hizo a Manchester" (Williams, 68).
En verdad, sin contar con las corrientes menores de capital, difíciles de precisar durante los tres siglos anteriores, el comercio y el capital extranjeros generaron hacia la metrópoli una corriente de ingresos —desde América Latina, África y Asia—, de 1.000 millones de libras esterlinas aproximadamente (de las cuales alrededor de Ia mitad procedía de la primera), superior al valor total de las industrias movividas a vapor en toda Europa en 1800 y en una mitad a las inversiones de Gran Bretaña en su industria metalúrgica hasta 1790. Entre 1760 y 1780 solamente, el ingreso británico precedente de las Indias Occidentales y Orientales excedió en más del doble los fondos de inversión disponibles pare su creciente industria (Mandel II, 562-564).
Está claro, pues, que desde el principio el verdadero flujo de capital extranjero ha sido de América Latina hacia las metrópolis. Esto significa que América Latina ha tenido recursos o capital de inversión propio, pero que gran parte de él ha sido llevado al exterior e invertido allí, y no en América Latina. Esta transferencia de capital al exterior, y no su supuesta inexistencia en América Latina, ha sido evidentemente la causa principal de las necesidades latinoamericanas de más capital para inversión, tal como el aportado por extranjeros.
Pero el desarrollo de esta relación colonial entre las metrópolis y América Latina tuvo también consecuencias estructurales internas en el seno de esta última, que en lo esencial persisten en la actualidad: "Si se pretende determinar cuáles fueron Ias actividades economicas dinámicas en la economía colonial, deben recordarse las características de Ia economía de la época y se concluye que fueron aquéllas estrechamente ligadas al comercio exterior. La minería, los cultivos tropicales, la pesca, la caza y Ia explotacion forestal, dedicadas fundamentalmente a Ia exportación fueron Ias actividades expansivas que atrajeron capital y mano de obra... Los grupos de propietarios y comerciantes vincuIados a las actividades exportadoras eran, logicamente, los de más altos ingresos, juntamente con los altos funcionarios de la corona y del clero (que muchas veces consiguieron sus puestos por la compra de los mismos). Estos sectores constituían la demanda dentro de la economía colonial y eran los únicos sectores en condiciones de acumular. Forzando el concepto, constituían al mismo tiempo el mercado interno colonial y la Puente de acumulación de capital... Cuanto más se concentraba la riqueza en un pequeño grupo de propietarios, comerciantes e influyentes políticos, mayor fue la propensión de adquirir los bienes manufacturados de consumo y durables (consistentes en buena poporción de bienes suntuarios de difícil o imposible producción interna) en el exterior, y menor fue la proporción del ingreso total de la comunidad gastado internamente... El sector exportador no permitía, pues, Ia transformación del sistema en su conjunto... Poca duda cabe que tanto la estructura del sector exportador como la concentración de la riqueza constituyeron obstáculos básicos para la diversificación de la estructura productiva interna, la elevación consecuente de los niveles técnicos y culturales de la población y el surgimiento de grupos sociales vinculados a la evolución del mercado interno y a la búsqueda de líneas de exportación no controladas por la potencia metropolitana. Este chato horizonte del desarrollo económico y social, explica buena parte de Ia experiencia del mundo colonial americano y, notoriamente, de las posesiones hispanoportuguesas" (Ferrer, 1963: 31-32). La segunda causa de Ia inadecuada inversión domestica fue, pues, la estructura interna de subdesarrollo económico, político y social, provocada y mantenida por los intereses extranjeros; la estructura de subdesarrollo encauzó la mayor parte del capital restante potencialmente invertible a la minería, la agricultura, el transporte y empresas comerciales de exportación a Ia metrópoli, casi la totalidad del sobrante a importaciones de lujo de las metrópolis, y sólo muy poco a las manufacturas y el consumo relacionados can el mercado interno. Debido al comercio y el capital extranjeros, los intereses económicos y políticos de Ia burguesía minera, agrícola y comercial —o las tres patas de la mesa económica, como llamó Claudio Véliz a sus descendientes del siglo XIX— no contaron con desarrollo económico interno. (Para análisis más detallados, véase Frank, 1966c).
Hasta el imperialismo, la sola excepción a este esquema había sido el debilitamiento de los lazos del comercio y el capital extranjeros durante las guerras o depresiones metropolitanas, como la del siglo XVII, y la ausencia inicial de tales lazos entre la metrópoli y regiones aisladas de exportación no orientada hacia ultramar, que permitió una temporal o incipiente acumulación autónoma de capital y el desarrollo industrial para el mercado interno, tales como los de São Paulo en Brasil, Tucuman y otros en Argentina, Asunción en Paraguay, Querétaro y Puebla en México en el siglo XVIII y otros (Frank, 1966a),
En la era colonial del desarrollo capitalista, pues, el capital extranjero fue ante todo un estimulo auxiliar del saqueo de recursos, la explotación del trabajo y el comercio colonial, que iniciaban el desarrollo de la metrópoli europea y simultáneamente el subdesarrollo de los satélites latinoamericanos.
EN:Capitalismo y subdesarrollo en América Latina
Andre Gunder Frank (FRAGMENTO)

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