Desde hace una veintena de años se asiste a una profunda renovación del campo científico. No sólo la mayoría de las ciencias manifiestan esta aceleración de la historia, tan fácil de consignar, sino que el desglose del saber evoluciona rápidamente.
EL PUESTO ORIGINAL DE LA HISTORIA
En este campo renovado, una ciencia ocupa un lugar original la historia. Hay una nueva historia, y uno de sus adelantados Henri Berr, empleaba ya el término en 1930. Este puesto original lo debe la historia a dos características fundamentales: su total renovación y el arraigo de su mutación en tradiciones antiguas y sólidas. Muchas ciencias se han modernizado en un sector particular de sus dominios, sin que se haya modificado todo su campo.
Toda forma de nueva historia es un intento de historia total. Mas la historia no se ha contentado con abrirse, aquí y allá, nuevos horizontes y nuevos sectores. Cierto que un Pierre Goubert abre a la nueva historia el campo de la demografía histórica, el acceso, desde el nacimiento a la muerte, gracias al detenido examen de los registros parroquiales, a todos los individuos, a todas las familias de una región durante un siglo. Cierto que un Nathan Wachtel, con "La visión de los vencidos*", modelo y obra maestra de la nueva historia, extiende esta historia a las dimensiones sin fronteras de la etnohistoria. Pero la nueva historia no se contenta con estas avanzadas. Ella se afirma como historia global, total, y reivindica la renovación de todo el campo de la historia.
Y, a propósito del título de los "Annales de historia económica y social", fundados en 1929, Lucien Febvre debía decir que ambos epítetos, pero sobre todo el de "social", habían sido elegidos por Marc Bloch y él por razón de su carácter vago que abarcaba toda la historia: No hay historia económica y social. Hay la historia, sencillamente, en su unidad. La historia que es social enteramente, por definición.
La nueva historia ha ensanchado el campo del documento histórico. La segunda originalidad de la nueva historia estriba en efecto en apoyarse en una larga y sólida tradición. La nueva historia nació en gran parte de una rebelión contra la historia positivista del siglo XIX, tal como había sido definida por ciertas obras de método alrededor de 1900. Sin embargo, una parte de las conquistas técnicas del método positivista sigue siendo válida. La nueva historia ha ensanchado el campo del documento histórico; ha sustituido la historia de Langlois y de Seignobos esencialmente fundada sobre los textos, sobre el documento escrito, por una historia fundada sobre una multitud de documentos: escritos de todas clases, documentos con figuras, productos de las excavaciones arqueológicas, documentos orales, etc. Una estadística, una curva de precios, una fotografía, una película, o, para un pasado más lejano, polen fósil, una herramienta, un exvoto, son para la nueva historia, documentos de primer orden
NACIMIENTO DE LA NUEVA HISTORIA. LA "ESCUELA DE LOS ANNALES"
Sobre todo, la nueva historia tiene ya una tradición propia, la de los fundadores de la revista "Annales de historia económica y social". Cuando Lucien Febvre y Marc Bloch lanzaron en Estrasburgo, en 1929, una revista que asumía, modificado, un antiguo proyecto de Lucien Febvre, de una revista internacional de historia económica que había abortado, sus motivaciones eran de varios órdenes.
Una lucha contra la historia política. De 1924 a 1939 ¿cuál fue el combate de los "Annales"?. Primeramente, la lucha contra la historia política, la bestia negra de Lucien Febvre y Marc Bloch, sobre todo en su forma diplomática, cuyo modelo de pesadilla era para ellos el "Manual de política extranjera" de Emile Bourgeois (1892). Esta historia política que es, por una parte, una historia-relato y, por otra, una historia de acontecimientos, una historia del acontecer, teatro de apariencias que escondía el verdadero juego de la historia, que se desarrolla entre bastidores y entre las estructuras ocultas adonde hay que ir para descubrirlo, analizarlo y explicarlo.
Una crítica de la noción de hecho histórico. Este es también el momento en que los "Annales" hacen una despiadada crítica de la noción de hecho histórico. No hay realidad histórica ya hecha que se entregue espontáneamente al historiador. Como todo hombre de ciencia, éste, según la frase de Marc Bloch, "de cara a la inmensa y confusa realidad", debe hacer "su opción", lo que evidentemente no significa ni arbitraria ni simple recopilación, sino construcción científica del documento cuyo análisis debe permitir la reconstitución y explicación del pasado.
Los Annales. Economías. Sociedades. Civilizaciones.
Después de la segunda guerra mundial, los "Annales" y los historiadores que gravitan en torno a ella continúan, luego vuelven al trabajo y hacen progresar otra vez a la nueva historia. La revista, que ha tenido que cambiar varias veces de nombre por las condiciones de la guerra y de la ocupación alemana, lleva a partir de 1946 un nuevo título que señala la ampliación de sus horizontes. En adelante se llamará los "Annales. Economías. Sociedades. Civilizaciones". Hemos reconocido que, en una sociedad, cualquiera que ella sea, todo se enlaza y se rige mutuamente: la estructura política y social, la economía, las creencias, las manifestaciones más elementales al igual que las más sutiles de la mentalidad."
Una historia problemática, y no automática. Más que nunca, los problemas, una historia para el tiempo presente, para permitir vivir y comprender "en un mundo en estado de inestabilidad definitiva".
En el umbral de esta nueva fase, aparecen dos obras "programáticas" de los fundadores, que publicaron al principio de la guerra sus obras maestras: "La sociedad feudal", de Marc Bloch, modelo de una historia con problemas, sintética y comparatista sin extravagancia, abierta a "las maneras de ver y pensar", que va más allá de la historia jurídica de las instituciones hacia una historia social de las clases y una historia del poder y los poderes; y "El problema de la increencia en el siglo XVI: la religión de Rabelais", donde Lucien Febvre encuentra la historia profunda "en el corazón del siglo XVI", la larga duración de las ideas, de los sentimientos y de las creencias y destruye el anacrónico mito de un Rabelais librepensador.
De una parte, rechazar "el ídolo de los orígenes", porque, según un proverbio árabe, "los hombres se parecen más a su tiempo que a sus padres". De otra, prestar atención a las relaciones del presente y del pasado, es decir, "comprender el presente por el pasado", pero también "comprender el pasado por el presente", de donde la necesidad de un método "prudentemente regresivo".
Combates por una nueva historia. Unos años después, Lucien Febvre recogía una parte importante de sus artículos de método en "Combates por la historia". En él se hallan las "profesiones de fe del principio", de las que he dado varios fragmentos significativos, los artículos de combate contra la historia política y diplomática, la historia-cuadro, la historia-manual, la historia filosófica y lo que él llama historia historizante, a base de historia del acontecer, pasiva ante los hechos, sin problemas, encerrada en la rumia de los textos, comparable a lo que se denomina hoy en política "política politicastra".
En cambio, combate por una "historia dirigida": expresión que hoy quizás suena mal, pero que designa la historia hecha a partir de encuestas colectivas, "porvenir de la historia", de las que los "Annales" dieron desde el principio ejemplo, lanzando encuestas sobre el catastro, los planes parcelarios, la técnica agrícola y sus repercusiones en la historia de los hombres, las noblezas.
Después viene la mirada hacia el vecino, con la esperanza de hacer que dialoguen los "hermanos que se ignoran", que son casi otras tantas decepciones; cierto fracaso de las lingüísticas, que permite con todo a los historiadores "descubrir un rincón del pasado sin textos mediante una inducción limitada tal vez, pero fuerte, sólida, fundada en una experiencia inatacable" la psicología, aparentemente incapaz de entablar por sí misma diálogo con los historiadores, que deben "procurar a los psicólogos una psicología histórica válida" y, por fin, ese conjunto de campos replegados sobre sí mismos por falta de especialistas sin horizontes y sin problemas, que mantienen lejos del hambre de los historiadores de la nueva historia campos fundamentales: la literatura, la filosofía, el arte, las ciencias.
Hacia otra historia... con Fernand Braudel. Por otra parte, a la llamada de Lucien Febvre, Georges Friedmann, que se va a convertir en el padre de la nueva sociología en Francia, una sociología amasada de historia, que sitúa al taylorismo en la evolución del trabajo industrial, abarca el presente en su espesor de tradición y cambios, en sus mitos ideológicos*, y dos jóvenes historiadores, Fernand Braudel y Charles Morazé, devuelven a los "Annales" el impulso hacia esta historia en la que mutuamente se iluminan pasado y presente. Pronto, Fernand Braudel entrega a la nueva historia su obra maestra, "El Medíterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe ll ". Lucien Febvre, que ha "descubierto" a Fernand Braudel, presenta así la obra en un artículo de título significativo: "Hacia otra historia: 'El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe ll' (dos personajes de desigual grandeza, y no es el segundo quien gana por la mano al primero, gran novedad entonces).
Lucien Febvre muere en 1956. Fernand Braudel, secundado primero por Robert Mandrou y después por Marc Ferro, se convierte en el inspirador principal de los "Annales". En 1958 publica en ellos el artículo que va a caracterizar profundamente la actual etapa de la nueva historia: "Historia y ciencias sociales: la larga duración." En 1969, Fernand Braudel, Charles Morazé y Georges Friedmann confian los Annales a un nuevo equipo: André Burguiére, Marc Ferro, Jacques Le Goff, Emmanuel Le Roy Ladurie y Jacques Revel. Este equipo hará el balance de la revista y señalará la historia que queda por hacer, en 1979, con ocasión del cincuentenario de los Annales.
¿UNA HISTORIA FRANCESA?
La nueva historia parece ser esencialmente una historia francesa. Y en muy buena parte, ése es el caso. De una parte, la historia ha representado en Francia, desde el siglo XIX, por no decir desde fines del siglo XVII, un papel dominante, federador y pionero en el campo de las ciencias que habrían de llamarse humanas o sociales. Hemos visto algunos de los grandes nombres que manifestaron su papel y contribuyeron a afirmarlo. Mientras en los países anglosajones las modernas ciencias sociales surgieron más bien de la sociología o la antropología, en Francia es la historia la que desempeñó el papel de guía, como puede verse, por ejemplo, en las condiciones de fundación, programa y funcionamiento de la sección VI de la Escuela Práctica de Altos Estudios a partir de 1947.
La nueva historia fuera de Francia. Finalmente y sobre todo, la nueva historia se hace también en otras parte además de Francia, y con frecuencia de una manera brillante y avanzada. En cuanto a revistas, recordemos el papel modelo representado por la "Vierteljahrschrift für Sozial- und Wirtschaftsgeschichtes" en el nacimiento de los "Annales de historia económica y social". Hoy, la revista británica "Past and Present" (desde 1952) representa a la nueva historia por el mismo título que los "Annales E.S.C." Y las angloamericanas "Comparative Studies in Sociology and History" (desde 1957) han contribuido a esta renovación de la historia social en sentido amplio. Con la Gran Bretaña, Italia parece abrirse particularmente a la nueva historia y así lo atestigua la actividad de varios de sus editores. Citaré al azar (y hay otros muchos) el puesto de primera fila que ocupan en etnohistoria la americana Natalie Zemon Davis y el italiano Carlo Ginzburg; la brillante escuela histórica polaca ha producido, por ejemplo, uno de los mayores y más innovadores historiadores de los marginados, Ronislaw Gereúieke, y Witold Kula ha renovado los modelos Marxistas en historia económica y social, con un voluminoso tratado de historia económica, pero sobre todo quizás con un nuevo modelo de feudalismo* que ha despertado el más vivo interés en Occidente y con un libro pionero, "Medidas y hombres"*, donde muestra cómo la historia de las luchas sociales se desarrolló a menudo en torno a los instrumentos de la vida cotidiana.
LA NUEVA HISTORIA, HOY
En "Hacer la historia", la nueva historia ha sido definida por la aparición de nuevos problemas, nuevos métodos, que han renovado campos tradicionales de la historia y sobre todo tal vez por la aparición en el campo de la historia de objetos nuevos, reservados en general hasta entonces a la antropología.
La larga duración La más fecunda de las perspectivas definidas por los adelantados de la nueva historia ha sido la de la larga duración. La historia avanza más o menos rápida, pero las fuerzas profundas de la historia sólo actúan y se dejan prender en el tiempo largo. Un sistema económico y social sólo cambia lentamente. Así lo entendió Marx, quien, por el concepto de modo de producción, por la teoría del paso de la esclavitud al feudalismo y después al capitalismo, había designado, como formaciones esenciales de la historia, sistemas multiseculares. Cabe definirlas de otro modo, elegir como medida de la historia las costumbres o las mentalidades, distinguir períodos según las técnicas, según las formas energéticas predominancia sucesiva del motor humano, del motor animal, del motor mecánico), según las actitudes frente a fenómenos y problemas fundamentales: el trabajo, por ejemplo (¿cuándo se pasa de la idea de trabajo despreciable a la de trabajo progresista, de muerte enteramente sufrida a muerte parcialmente dominada?).
La historia a corto plazo es incapaz de captar y explicar las permanencias y los cambios. Una historia política que se regule por los cambios de reinos y gobiernos, no capta la vida profunda: el aumento de la estatura de los humanos ligada a las revoluciones de la alimentación y de la medicina, el cambio de las relaciones con el espacio derivado de la revolución de los transportes, la radical transformación de los conocimientos provocados por la aparición de los nuevos medios, la imprenta, el telégrafo y el teléfono, el periódico, la radio, la televisión no dependen de los cambios políticos, de los acontecimientos que todavía hoy ocupan la primera plana de los diarios, por tanto, es menester estudiar lo que cambia lentamente y lo que desde hace unos decenios llamamos estructuras, pero también hay que resistir una de las tentaciones de la nueva historia; atrapados por la importancia de lo que dura, algunos de los mayores historiadores de hoy han empleado -forzando, sin llamarse a engaño, las palabras para mejor explicar las cosas y presiones peligrosas: "historia casi inmóvil" (Fernand Braudel) o "historia inmóvil" (Emmanuel Le Roy Ladurie). No, la historia se mueve. La nueva historia debe, al contrario, hacer que se entienda mejor el cambio.
El hombre salvaje y el hombre corriente.
La fecunda teoría de la larga duración ha favorecido el acercamiento entre la historia y aquella de las ciencias humanas que estudiaba sociedades "casi inmóviles", la etnología o, como se llama corrientemente hoy, la antropología. De aquí el interés reciente por el nivel de las costumbres, de lo que Marcel Mauss llamaba las técnicas del cuerpo, de las maneras de alimentarse, vestirse, habitar, etc. Es el programa de estudio del hombre salvaje y del hombre corriente que Francois Furet y yo mismo hemos intentado trazar. De ahí la necesidad de desarrollar los métodos de una historia a partir de textos hasta ahora desdeñados - textos literarios o archivos que atestiguan las humildes realidades cotidianas , los "etnotextos" sin embargo, no deja de crear problemas el acercamiento entre historiadores y antropólogos.
La historia y las otras Ciencias Humanas. Este privilegiado diálogo de la historia con la antropología no debe hacernos olvidar los esfuerzos de la nueva historia por entablar mejor el diálogo con las demás ciencias humanas. La escuela francesa de sociología de Durkheim había ejercido un influjo innegable en todos "Annales" en su nacimiento. La presencia de Georges Friedmann, los lazos que unían a Fernand Braudel con Georges Gurvitch no fueron suficientes para garantizar la prosecución de un intercambio fecundo. La nueva historia no encuentra fácilmente un lenguaje común con una sociología que oscila entre un discurso dogmático filosófico y abstracto y métodos muy empíricos que proceden por cuestionarios, tras los cuales no siempre se dibuja una problemática sólida. Por su parte, los sociólogos no disimulan su inquietud frente a las aspiraciones expansionistas de las historias, la encuentran demasiado poco conceptual y siguen con frecuencia sin ver en ella más que un depósito de ejemplos y experiencias.
No resulta más fácil el diálogo con la economía. Cierto que el desarrollo de la historia económica y su presencia siempre indispensable en la nueva historia conservan sus pasarelas entre ambas ciencias. Pero el creciente tecnicismo de la economía y la tiranía de la economía matemática, la tendencia de los economistas a ceñirse a los estudios de corto y mediano plazo conducen también aquí a una distorsión entre las orientaciones de ambas ciencias. Pero la colaboración, por ejemplo, de un Serge Christophe Kolm en los "Annales" da fe de una evolución en estas relaciones*. La obra de un gran historiador de la nueva historia como Georges Duby, que, sobre bases de partida de historia económica y social, amplía estos horizontes mediante la integración de los sistemas de representación, es capaz de facilitar esta evolución.
La actual crisis de la geografía ha -arrastrado también un relajamiento de las relaciones entre la historia y la geografía, de la que sabemos el fundamental papel que ha representado en el pensamiento de Marc Bloch, de Lucien Febvre y de Fernand Braudel y en los "Annales" hasta un período reciente. Mas las premisas de un renacimiento de la geografía, a partir de una nueva problemática del espacio y de una mejor integración de la duración -y por consiguiente de la historia- en el estudio de los fenómenos especiales, permiten esperar un prometedor renacimiento de las relaciones entre ambas ciencias.
No es tan claro el deshielo en los dominios de la psicología y de la lingüística. El desarrollo de la psicología social, al contacto más de la psicología que de la historia, los progresos de una psicología científica más ligada a las ciencias de la naturaleza (o de la vida) que a las ciencias del hombre, han mantenido o agravado las ignorancias entre psicología e historia. La evolución de la historia de la psicología colectiva hacia el concepto de mentalidad, poco interesante para los psicólogos, ha aumentado las distancias entre las dos ciencias. La lingüística moderna con sus orientaciones estructuralistas- no se ha acercado a la nueva historia, pese a la atención que dedican los historiadores a la obra de un Emile Benveniste o a las invenciones de los semiólogos y semióticos, que han ocupado un lugar destacado en la sección VI de la Escuela Práctica de Altos Estudios, convertida en 1975 en Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales.
Quedan tres evoluciones interesantes, pero de resultados por ahora limitados. La primera, en el campo mismo de las ciencias del hombre, es por el Psicoanálisis. De él ha surgido incluso el nacimiento de una historia psicoanalítica, más desarrollada quizás en los países anglosajones que en Francia, donde no obstante, vías muy diferentes, han abierto caminos sugestivos Michel teau, de una parte, y Alain Besancon, de otras. Pero la dificultad para el psicoanálisis de pasar científicamente de lo individual a lo colectivo, la desconfianza de muchos historiadores en cuanto al pensamiento de Jung, a pesar de ser más adecuado compartir las preocupaciones de los historiadores, de ciertos historiadores en todo caso, como Alphonse Dupronte y Aurigemas, han detenido, provisionalmente sin duda, un poco estas investigaciones.
La segunda vía es la del encuentro de la historia con las ciencias exactas y especialmente con las matemáticas. Una vez más, ha nacido una nueva ciencia, las matemáticas sociales, más su utilidad ha sido hasta ahora más evidente para la sociología, la ecología, la lingüística y la geografía que para la historia. vía más prometedora es quizás la que tiende a rebajar, ya no abatir, los muros que separan las ciencias humanas (y primer lugar la historia) y las ciencias de la vida.
El deseo de la nueva historia de construir una historia del hombre total, su cuerpo y su fisiología situados en la duración social, la ocupación de ciertos grandes biólogos por convertir la historia de su ciencia en instrumento de investigación de un modo exterior sino interno y ampliar sus investigaciones a las dimensiones de la ecología humana, haciendo intervenir a la historia, la geografía, la antropología, la sociología y la demografía junto con la biología propiamente tal, permiten entrever enormes perspectivas. En todo este quehacer el papel de la nueva historia es determinante.
La historia de las mentalidades
Lucien Febvre y Marc Bloch, atraídos por la psicología colectiva y los fenómenos espirituales en historia, abrieron los accesos de una nueva historia, la de las mentalidades. Pero Lucien Febvre no exploró sino dos aspectos -por lo demás importantísimos - de este nuevo campo: la noción de mental y la de sensibilidad. Me contentaré aquí con recordar que esta noción vaga, ambigua y a veces inquietante de "mentalidad", como muchos términos vagos, es una de las que más han removido en estos últimos años el campo de la historia, aportando, sobre todo a la historia económica, un contrapeso que se echaba de menos. Las mentalidades han inyectado bocanadas de aire en la historia.
La historia cuantitativa y la revolución documental.
El historiador economista había trabajado muy pronto con cifras y había apelado a la estadística, pero desde hace veinte años casi todos los historiadores que se han puesto a contar han mirado en dirección de los ordenadores, produciéndose una revolución: la historia cuantitativa. Emmanuel Le Roy Ladurie, fraguando con humor una fórmula conscientemente exagerada, declaró que en adelante el historiador o será programador o no será.
Historia y tiempo presente
Lucien Febvre y Marc Bloch estaban fascinados por el presente, por muy especialistas que fuesen ambos, el primero en el siglo XVI y el segundo en la Edad Media. Marc Bloch concebía como una osadía necesaria extender el dominio de la historia "hasta el conocimiento del presente", y la parte de artículos de historia muy contemporánea en los "Annales de historia económica y social" es importante. Con todo, los principales avances de la nueva historia se produjeron en los dominios de la historia medieval y de la historia moderna. Hay ciertamente notables excepciones, individuales o colectivas.
Una respuesta a nuestras interrogantes. Hay más. La nueva historia tiene que responder por lo menos a algunos grandes interrogantes de nuestra época. En 1946, Lucien Febvre afirmaba: "Hacer la historia, sí, en toda la medida en que la historia es capaz, y la única capaz, de permitirnos, en un mundo en estado de inestabilidad definitiva, vivir con otros reflejos que los del miedo ... " Yo precisaría: "en toda la medida en que la nueva historia es la más capaz ... " Porque en nuestro mundo, donde cambia la memoria colectiva, donde el hombre, el hombre corriente, de cara a la aceleración de la historia, quiere escapar de la angustia de convertirse en huérfano del pasado, sin raíces; donde los hombres marchan apasionadamente a la búsqueda de su identidad; donde por doquier intentamos inventariar y preservar los patrimonios y constituir para el pasado como para el presente bancos de datos; donde el hombre empavorecido trata de dominar una historia que parece escapársele, ¿quién mejor que la nueva historia puede aportarle informaciones y respuestas?.
Nueva historia y marxismo.
El marxismo, una teoría de la larga duración. En muchos aspectos, es Marx uno de los maestros de una nueva historia, problemática, interdisciplinar, anclada en la larga duración y de intención global. La periodización (esclavismo, feudalismo, capitalismo) de Marx y del marxismo, aunque no sea aceptada bajo esa forma, es una teoría de la larga duración. Si bien las nociones de infraestructura y superestructura parecen incapaces de dar cuenta de la complejidad de las relaciones entre los distintos niveles de realidades históricas, dependen de un llamamiento a la noción de estructura que representa una tendencia fundamental de la nueva historia. La colocación en el primer plano del papel de las masas en la historia puede coincidir con el interés de la historia por el hombre corriente, que es también un hombre socialmente situado. Pero la burda primacía de lo económico en la explicación histórica, la tendencia a situar en las superestructuras las mentalidades, cuyo puesto, sin ser el de un rival fundamental de causalidad, es más central en la nueva historia, y sobre todo la creencia en una historia lineal que se desarrolla según un modelo único de evolución, mientras que la nueva historia insiste en las diferencias de las experiencias históricas y la necesidad de una multiplicidad de enfoques, todos estos problemas manifiestan que la nueva historia puede ser considerada por la historia marxista oficial como un desafío. Corresponde a los historiadores de la nueva historia -marxista o no- profundizar en esta confrontación. Esta es una de las tareas de la historia, hoy.
Las tradiciones de la "escuela de los Annales" y la nueva generación de historiadores. Pienso que es inútil reiterar que la nueva historia ha sido forjada en gran parte por el equipo de los "Annales" y en torno a la revista. Lo cual no quiere decir que, ayer lo mismo que hoy, eminentes historiadores que no tienen relación con los "Annales" y que a veces no sienten por ella ninguna simpatía, no ocupen un puesto de primera línea en la nueva historia. Tengo presente, en concreto, a Louis Chevalier, cuya obra "Clases trabajadoras y clases peligrosas en París en la primera mitad del siglo xix" ha renovado mediante la alianza entre la historia y la demografía, la historia de las estructuras sociales y la historia social según las perspectivas de la nueva historia. Pero importa situar, siquiera rápidamente, a la nueva historia -tal como se me representa hoy- con relación a las grandes opciones de los "Annales" de Lucien Febvre y Marc Bloch, para medir mejor el camino recorrido, tal como Lucien Febvre les invitaba a ello a los jóvenes historiadores en el prólogo de "Combates por la historia"*.
TAREAS DE LA NUEVA HISTORIA
Tal como aparecen, los desarrollos probables y necesarios de la nueva historia de mañana son tres.
La promoción de una nueva erudición.
La historia tradicional se impuso y nos legó una preciosa herencia gracias a sus métodos y a sus técnicas. La nueva historia no ha visto acompañada la renovación de los problemas con idéntica renovación de las técnicas de erudición. Esta tarea tiene sobre todo que comprender:
a) Una nueva concepción del documento, acompañada de una nueva crítica de ese documento. El documento no es inocente, no dimana solamente de la opción del historiador, a su vez parcialmente determinado por su época y su entorno, sino que lo producen consciente o inconscientemente las sociedades pretéritas, tanto para imponer una imagen del pasado como para decir "la verdad". La crítica tradicional de lo falso (Marc Bloch apenas la superó en "Apología por la historia") es muy insuficiente. Es preciso desestructurar el documento para descubrir sus condiciones de producción. ¿Quién tenía en una sociedad del pasado la producción de los testigos que, voluntaria o involuntariamente, se han convertido en los documentos de la historia? Hay que investigar a partir de la noción de documentos monumento propuesta por Michel Foucault en "La arqueología del saber*". Al mismo tiempo, hay que delimitar y explicar las lagunas y los silencios de la historia y asentar la historia lo mismo sobre estos vacíos que sobre los llenos que han sobrevivido.
b) Un "re-tratamiento" de la noción de tiempo, materia de la historia. Aquí también, indagar quién tenía poder sobre el tiempo, su medida y su utilización. Desechar la idea de un tiempo único, homogéneo y lineal. Construir conceptos operativos de los diversos tiempos de una sociedad histórica, conforme al modelo de la multiplicidad de los tiempos sociales definidos por M. Halbwachs y Georges Gurvitch. Establecer una nueva cronología científica, que date los fenómenos históricos según la duración de su eficacia en la historia y no tanto según la fecha de su producción. Esto vale lo mismo para los fenómenos materiales que para los espirituales. Como hay una cronología de las fuentes de energía (motor humano, motor animal, vapor, electricidad, petróleo, etc.), hay una cronología de las creencias.
c) La elaboración de métodos de comparativismo adecuados, que permitan no comparar sino lo que es comparable. Por ejemplo, a propósito de la feudalidad, evitar la definición excesivamente amplia, que pone bajo una misma etiqueta realidades enormemente alejadas en el espacio y en el tiempo y que no dependen de sistemas históricos comparables -las pretendidas feudalidades africanas no tienen, en el fondo, mucho que ver con la feudalidad europea de los siglos IX y X (que, a su vez, debe diferenciarse en varias fases)-, pero tampoco contentarse con una concepción estrecha, que sólo juzgase comparables la feudalidad europea y la feudalidad japonesa.
El progreso hacia una historia total y lo imaginario.
Debe ante todo realizarse tomando en consideración todos los documentos legados por las sociedades: el documento literario y el documento artístico deben especialmente ser integrados en su explicación, sin desconocer la especificidad de estos documentos ni de las miras humanas de que son fruto. Lo que significa que una dimensión, fundamental, que todavía se echa de menos en gran parte en la historia es la de lo imaginario, esa parte del ensueño que, cuando desenredamos bien sus complejas relaciones con las demás realidades históricas, nos introduce tan a fondo en el corazón de las sociedades. A este respecto, debería, por ejemplo, establecerse mejor contacto entre los historiadores y el Centro de Investigación Sobre lo Imaginario, de Chambéry, en torno a Gilbert Durand, procedente de la historia literaria y de la lingüística. Para lo cual, el historiador debe escoger como tema de investigación lo que Pierre Toubert y yo mismo hemos llamado estructuras globalizadoras. Y hemos evocado el fenómeno del "incastellamento", forma original del hábitat rural, constituido entre el siglo X y el siglo XIII, la noción de trabajo, las guerras, la deserción rural, la marginalidad, etc.
La preocupación de las ideas y de las teorías
Lucien Febvre, al inaugurar su docencia en el Colegio de Francia en 1933, deseaba que se pudiese decir de él: "Tuvo la preocupación de las ideas y de las teorías; de las ideas, porque las ciencias sólo avanzan por obra de la potencia creadora y original del pensamiento; de las teorías, porque indudablemente sabemos muy bien que nunca abarcan la infinita complejidad de los fenómenos naturales; pero no por eso dejan de ser escalones sucesivos que, en su insaciable deseo de ensanchar el horizonte del pensamiento humano, sube la Ciencia uno tras otro ..." Hasta ahora la nueva historia ha intentado evitar dos peligros: ser sistemática, por un lado, ser puramente empírica, por otro, a imagen de la escuela positivista (que se creía objetiva porque carecía de teoría, y que las más de las veces carecía de ideas).
Pero hay que reconocer que, pese a las declaraciones de Lucien Febvre, los historiadores de la nueva historia, al insistir con razón en la multiplicidad de los enfoques, no por eso han descuidado la preocupación de lo teórico, que, lejos de ser lo dogmático, no es sino la explicación de las teorías implícitas que fatalmente, como todo hombre de ciencia, pone el historiador como base de su trabajo y de las que tiene interés en tomar conciencia y el deber de declararlas a los demás. Yo deseo particularmente que el historiador, aunque se mantenga al margen de los rígidos sistemas de explicaciones históricas, no por eso deje de reconocer la existencia de sistemas históricos, cuya estructura y cuyas transformaciones le corresponde analizar.
El futuro de la historia
Finalmente, podemos preguntarnos en qué corre peligro de convertirse la historia pasado mañana, por no decir mañana. Marc Bloch, entre otros, se había planteado esta cuestión: "Así, pues, ahora hay más que una ciencia de los hombres en el tiempo, que sin cesar necesita unir el estudio de los muertos al de los vivos. ¿Cómo llamarla?... El antiguo nombre de historia me parece el más comprehensivo, el menos exclusivo; el más cargado también de los emocionantes recuerdos de un esfuerzo mucho más que secular*."
Sin dárnoslas de profetas o adivinos, podemos considerar tres hipótesis:
0 bien la historia, prosiguiendo su cerco a las demás ciencias humanas, las absorbe en una panhistoria, ciencia global del hombre, de los hombres en el tiempo. - 0 bien tiene lugar una fusión entre las tres ciencias sociales más afines: historia, antropología y sociología. A esta eventual nueva ciencia, Paul Veyne la llamaría "historia sociológica"; yo preferiría llamarla "antropología histórica". - 0 bien, dejando de vivir sin fronteras y de flirtear con todas las demás ciencias del hombre, la historia se encerraría en un nuevo territorio, operando un nuevo "corte epistemológico". Pienso que Michel Vovelle, tal como aquí se expresa (cf. p. 359), iría espontáneamente a buscarla en el sentido de "una nueva dialéctica del tiempo corto y del tiempo largo".
En todo caso, lo que debemos esperar es que la ciencia histórica pueda en adelante evitar mejor las tentaciones de la filosofía de la historia, renuncie a las seducciones de la mayúscula -la historia con una gran H- y se defina mejor con relación a la historia vivida de los hombres. Los interesantes desarrollos de la historia de la historia deben seguir adelante y prestar su apoyo a la empresa.
Jacques Le Goff.
EL PUESTO ORIGINAL DE LA HISTORIA
En este campo renovado, una ciencia ocupa un lugar original la historia. Hay una nueva historia, y uno de sus adelantados Henri Berr, empleaba ya el término en 1930. Este puesto original lo debe la historia a dos características fundamentales: su total renovación y el arraigo de su mutación en tradiciones antiguas y sólidas. Muchas ciencias se han modernizado en un sector particular de sus dominios, sin que se haya modificado todo su campo.
Toda forma de nueva historia es un intento de historia total. Mas la historia no se ha contentado con abrirse, aquí y allá, nuevos horizontes y nuevos sectores. Cierto que un Pierre Goubert abre a la nueva historia el campo de la demografía histórica, el acceso, desde el nacimiento a la muerte, gracias al detenido examen de los registros parroquiales, a todos los individuos, a todas las familias de una región durante un siglo. Cierto que un Nathan Wachtel, con "La visión de los vencidos*", modelo y obra maestra de la nueva historia, extiende esta historia a las dimensiones sin fronteras de la etnohistoria. Pero la nueva historia no se contenta con estas avanzadas. Ella se afirma como historia global, total, y reivindica la renovación de todo el campo de la historia.
Y, a propósito del título de los "Annales de historia económica y social", fundados en 1929, Lucien Febvre debía decir que ambos epítetos, pero sobre todo el de "social", habían sido elegidos por Marc Bloch y él por razón de su carácter vago que abarcaba toda la historia: No hay historia económica y social. Hay la historia, sencillamente, en su unidad. La historia que es social enteramente, por definición.
La nueva historia ha ensanchado el campo del documento histórico. La segunda originalidad de la nueva historia estriba en efecto en apoyarse en una larga y sólida tradición. La nueva historia nació en gran parte de una rebelión contra la historia positivista del siglo XIX, tal como había sido definida por ciertas obras de método alrededor de 1900. Sin embargo, una parte de las conquistas técnicas del método positivista sigue siendo válida. La nueva historia ha ensanchado el campo del documento histórico; ha sustituido la historia de Langlois y de Seignobos esencialmente fundada sobre los textos, sobre el documento escrito, por una historia fundada sobre una multitud de documentos: escritos de todas clases, documentos con figuras, productos de las excavaciones arqueológicas, documentos orales, etc. Una estadística, una curva de precios, una fotografía, una película, o, para un pasado más lejano, polen fósil, una herramienta, un exvoto, son para la nueva historia, documentos de primer orden
NACIMIENTO DE LA NUEVA HISTORIA. LA "ESCUELA DE LOS ANNALES"
Sobre todo, la nueva historia tiene ya una tradición propia, la de los fundadores de la revista "Annales de historia económica y social". Cuando Lucien Febvre y Marc Bloch lanzaron en Estrasburgo, en 1929, una revista que asumía, modificado, un antiguo proyecto de Lucien Febvre, de una revista internacional de historia económica que había abortado, sus motivaciones eran de varios órdenes.
Una lucha contra la historia política. De 1924 a 1939 ¿cuál fue el combate de los "Annales"?. Primeramente, la lucha contra la historia política, la bestia negra de Lucien Febvre y Marc Bloch, sobre todo en su forma diplomática, cuyo modelo de pesadilla era para ellos el "Manual de política extranjera" de Emile Bourgeois (1892). Esta historia política que es, por una parte, una historia-relato y, por otra, una historia de acontecimientos, una historia del acontecer, teatro de apariencias que escondía el verdadero juego de la historia, que se desarrolla entre bastidores y entre las estructuras ocultas adonde hay que ir para descubrirlo, analizarlo y explicarlo.
Una crítica de la noción de hecho histórico. Este es también el momento en que los "Annales" hacen una despiadada crítica de la noción de hecho histórico. No hay realidad histórica ya hecha que se entregue espontáneamente al historiador. Como todo hombre de ciencia, éste, según la frase de Marc Bloch, "de cara a la inmensa y confusa realidad", debe hacer "su opción", lo que evidentemente no significa ni arbitraria ni simple recopilación, sino construcción científica del documento cuyo análisis debe permitir la reconstitución y explicación del pasado.
Los Annales. Economías. Sociedades. Civilizaciones.
Después de la segunda guerra mundial, los "Annales" y los historiadores que gravitan en torno a ella continúan, luego vuelven al trabajo y hacen progresar otra vez a la nueva historia. La revista, que ha tenido que cambiar varias veces de nombre por las condiciones de la guerra y de la ocupación alemana, lleva a partir de 1946 un nuevo título que señala la ampliación de sus horizontes. En adelante se llamará los "Annales. Economías. Sociedades. Civilizaciones". Hemos reconocido que, en una sociedad, cualquiera que ella sea, todo se enlaza y se rige mutuamente: la estructura política y social, la economía, las creencias, las manifestaciones más elementales al igual que las más sutiles de la mentalidad."
Una historia problemática, y no automática. Más que nunca, los problemas, una historia para el tiempo presente, para permitir vivir y comprender "en un mundo en estado de inestabilidad definitiva".
En el umbral de esta nueva fase, aparecen dos obras "programáticas" de los fundadores, que publicaron al principio de la guerra sus obras maestras: "La sociedad feudal", de Marc Bloch, modelo de una historia con problemas, sintética y comparatista sin extravagancia, abierta a "las maneras de ver y pensar", que va más allá de la historia jurídica de las instituciones hacia una historia social de las clases y una historia del poder y los poderes; y "El problema de la increencia en el siglo XVI: la religión de Rabelais", donde Lucien Febvre encuentra la historia profunda "en el corazón del siglo XVI", la larga duración de las ideas, de los sentimientos y de las creencias y destruye el anacrónico mito de un Rabelais librepensador.
De una parte, rechazar "el ídolo de los orígenes", porque, según un proverbio árabe, "los hombres se parecen más a su tiempo que a sus padres". De otra, prestar atención a las relaciones del presente y del pasado, es decir, "comprender el presente por el pasado", pero también "comprender el pasado por el presente", de donde la necesidad de un método "prudentemente regresivo".
Combates por una nueva historia. Unos años después, Lucien Febvre recogía una parte importante de sus artículos de método en "Combates por la historia". En él se hallan las "profesiones de fe del principio", de las que he dado varios fragmentos significativos, los artículos de combate contra la historia política y diplomática, la historia-cuadro, la historia-manual, la historia filosófica y lo que él llama historia historizante, a base de historia del acontecer, pasiva ante los hechos, sin problemas, encerrada en la rumia de los textos, comparable a lo que se denomina hoy en política "política politicastra".
En cambio, combate por una "historia dirigida": expresión que hoy quizás suena mal, pero que designa la historia hecha a partir de encuestas colectivas, "porvenir de la historia", de las que los "Annales" dieron desde el principio ejemplo, lanzando encuestas sobre el catastro, los planes parcelarios, la técnica agrícola y sus repercusiones en la historia de los hombres, las noblezas.
Después viene la mirada hacia el vecino, con la esperanza de hacer que dialoguen los "hermanos que se ignoran", que son casi otras tantas decepciones; cierto fracaso de las lingüísticas, que permite con todo a los historiadores "descubrir un rincón del pasado sin textos mediante una inducción limitada tal vez, pero fuerte, sólida, fundada en una experiencia inatacable" la psicología, aparentemente incapaz de entablar por sí misma diálogo con los historiadores, que deben "procurar a los psicólogos una psicología histórica válida" y, por fin, ese conjunto de campos replegados sobre sí mismos por falta de especialistas sin horizontes y sin problemas, que mantienen lejos del hambre de los historiadores de la nueva historia campos fundamentales: la literatura, la filosofía, el arte, las ciencias.
Hacia otra historia... con Fernand Braudel. Por otra parte, a la llamada de Lucien Febvre, Georges Friedmann, que se va a convertir en el padre de la nueva sociología en Francia, una sociología amasada de historia, que sitúa al taylorismo en la evolución del trabajo industrial, abarca el presente en su espesor de tradición y cambios, en sus mitos ideológicos*, y dos jóvenes historiadores, Fernand Braudel y Charles Morazé, devuelven a los "Annales" el impulso hacia esta historia en la que mutuamente se iluminan pasado y presente. Pronto, Fernand Braudel entrega a la nueva historia su obra maestra, "El Medíterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe ll ". Lucien Febvre, que ha "descubierto" a Fernand Braudel, presenta así la obra en un artículo de título significativo: "Hacia otra historia: 'El Mediterráneo y el mundo mediterráneo en la época de Felipe ll' (dos personajes de desigual grandeza, y no es el segundo quien gana por la mano al primero, gran novedad entonces).
Lucien Febvre muere en 1956. Fernand Braudel, secundado primero por Robert Mandrou y después por Marc Ferro, se convierte en el inspirador principal de los "Annales". En 1958 publica en ellos el artículo que va a caracterizar profundamente la actual etapa de la nueva historia: "Historia y ciencias sociales: la larga duración." En 1969, Fernand Braudel, Charles Morazé y Georges Friedmann confian los Annales a un nuevo equipo: André Burguiére, Marc Ferro, Jacques Le Goff, Emmanuel Le Roy Ladurie y Jacques Revel. Este equipo hará el balance de la revista y señalará la historia que queda por hacer, en 1979, con ocasión del cincuentenario de los Annales.
¿UNA HISTORIA FRANCESA?
La nueva historia parece ser esencialmente una historia francesa. Y en muy buena parte, ése es el caso. De una parte, la historia ha representado en Francia, desde el siglo XIX, por no decir desde fines del siglo XVII, un papel dominante, federador y pionero en el campo de las ciencias que habrían de llamarse humanas o sociales. Hemos visto algunos de los grandes nombres que manifestaron su papel y contribuyeron a afirmarlo. Mientras en los países anglosajones las modernas ciencias sociales surgieron más bien de la sociología o la antropología, en Francia es la historia la que desempeñó el papel de guía, como puede verse, por ejemplo, en las condiciones de fundación, programa y funcionamiento de la sección VI de la Escuela Práctica de Altos Estudios a partir de 1947.
La nueva historia fuera de Francia. Finalmente y sobre todo, la nueva historia se hace también en otras parte además de Francia, y con frecuencia de una manera brillante y avanzada. En cuanto a revistas, recordemos el papel modelo representado por la "Vierteljahrschrift für Sozial- und Wirtschaftsgeschichtes" en el nacimiento de los "Annales de historia económica y social". Hoy, la revista británica "Past and Present" (desde 1952) representa a la nueva historia por el mismo título que los "Annales E.S.C." Y las angloamericanas "Comparative Studies in Sociology and History" (desde 1957) han contribuido a esta renovación de la historia social en sentido amplio. Con la Gran Bretaña, Italia parece abrirse particularmente a la nueva historia y así lo atestigua la actividad de varios de sus editores. Citaré al azar (y hay otros muchos) el puesto de primera fila que ocupan en etnohistoria la americana Natalie Zemon Davis y el italiano Carlo Ginzburg; la brillante escuela histórica polaca ha producido, por ejemplo, uno de los mayores y más innovadores historiadores de los marginados, Ronislaw Gereúieke, y Witold Kula ha renovado los modelos Marxistas en historia económica y social, con un voluminoso tratado de historia económica, pero sobre todo quizás con un nuevo modelo de feudalismo* que ha despertado el más vivo interés en Occidente y con un libro pionero, "Medidas y hombres"*, donde muestra cómo la historia de las luchas sociales se desarrolló a menudo en torno a los instrumentos de la vida cotidiana.
LA NUEVA HISTORIA, HOY
En "Hacer la historia", la nueva historia ha sido definida por la aparición de nuevos problemas, nuevos métodos, que han renovado campos tradicionales de la historia y sobre todo tal vez por la aparición en el campo de la historia de objetos nuevos, reservados en general hasta entonces a la antropología.
La larga duración La más fecunda de las perspectivas definidas por los adelantados de la nueva historia ha sido la de la larga duración. La historia avanza más o menos rápida, pero las fuerzas profundas de la historia sólo actúan y se dejan prender en el tiempo largo. Un sistema económico y social sólo cambia lentamente. Así lo entendió Marx, quien, por el concepto de modo de producción, por la teoría del paso de la esclavitud al feudalismo y después al capitalismo, había designado, como formaciones esenciales de la historia, sistemas multiseculares. Cabe definirlas de otro modo, elegir como medida de la historia las costumbres o las mentalidades, distinguir períodos según las técnicas, según las formas energéticas predominancia sucesiva del motor humano, del motor animal, del motor mecánico), según las actitudes frente a fenómenos y problemas fundamentales: el trabajo, por ejemplo (¿cuándo se pasa de la idea de trabajo despreciable a la de trabajo progresista, de muerte enteramente sufrida a muerte parcialmente dominada?).
La historia a corto plazo es incapaz de captar y explicar las permanencias y los cambios. Una historia política que se regule por los cambios de reinos y gobiernos, no capta la vida profunda: el aumento de la estatura de los humanos ligada a las revoluciones de la alimentación y de la medicina, el cambio de las relaciones con el espacio derivado de la revolución de los transportes, la radical transformación de los conocimientos provocados por la aparición de los nuevos medios, la imprenta, el telégrafo y el teléfono, el periódico, la radio, la televisión no dependen de los cambios políticos, de los acontecimientos que todavía hoy ocupan la primera plana de los diarios, por tanto, es menester estudiar lo que cambia lentamente y lo que desde hace unos decenios llamamos estructuras, pero también hay que resistir una de las tentaciones de la nueva historia; atrapados por la importancia de lo que dura, algunos de los mayores historiadores de hoy han empleado -forzando, sin llamarse a engaño, las palabras para mejor explicar las cosas y presiones peligrosas: "historia casi inmóvil" (Fernand Braudel) o "historia inmóvil" (Emmanuel Le Roy Ladurie). No, la historia se mueve. La nueva historia debe, al contrario, hacer que se entienda mejor el cambio.
El hombre salvaje y el hombre corriente.
La fecunda teoría de la larga duración ha favorecido el acercamiento entre la historia y aquella de las ciencias humanas que estudiaba sociedades "casi inmóviles", la etnología o, como se llama corrientemente hoy, la antropología. De aquí el interés reciente por el nivel de las costumbres, de lo que Marcel Mauss llamaba las técnicas del cuerpo, de las maneras de alimentarse, vestirse, habitar, etc. Es el programa de estudio del hombre salvaje y del hombre corriente que Francois Furet y yo mismo hemos intentado trazar. De ahí la necesidad de desarrollar los métodos de una historia a partir de textos hasta ahora desdeñados - textos literarios o archivos que atestiguan las humildes realidades cotidianas , los "etnotextos" sin embargo, no deja de crear problemas el acercamiento entre historiadores y antropólogos.
La historia y las otras Ciencias Humanas. Este privilegiado diálogo de la historia con la antropología no debe hacernos olvidar los esfuerzos de la nueva historia por entablar mejor el diálogo con las demás ciencias humanas. La escuela francesa de sociología de Durkheim había ejercido un influjo innegable en todos "Annales" en su nacimiento. La presencia de Georges Friedmann, los lazos que unían a Fernand Braudel con Georges Gurvitch no fueron suficientes para garantizar la prosecución de un intercambio fecundo. La nueva historia no encuentra fácilmente un lenguaje común con una sociología que oscila entre un discurso dogmático filosófico y abstracto y métodos muy empíricos que proceden por cuestionarios, tras los cuales no siempre se dibuja una problemática sólida. Por su parte, los sociólogos no disimulan su inquietud frente a las aspiraciones expansionistas de las historias, la encuentran demasiado poco conceptual y siguen con frecuencia sin ver en ella más que un depósito de ejemplos y experiencias.
No resulta más fácil el diálogo con la economía. Cierto que el desarrollo de la historia económica y su presencia siempre indispensable en la nueva historia conservan sus pasarelas entre ambas ciencias. Pero el creciente tecnicismo de la economía y la tiranía de la economía matemática, la tendencia de los economistas a ceñirse a los estudios de corto y mediano plazo conducen también aquí a una distorsión entre las orientaciones de ambas ciencias. Pero la colaboración, por ejemplo, de un Serge Christophe Kolm en los "Annales" da fe de una evolución en estas relaciones*. La obra de un gran historiador de la nueva historia como Georges Duby, que, sobre bases de partida de historia económica y social, amplía estos horizontes mediante la integración de los sistemas de representación, es capaz de facilitar esta evolución.
La actual crisis de la geografía ha -arrastrado también un relajamiento de las relaciones entre la historia y la geografía, de la que sabemos el fundamental papel que ha representado en el pensamiento de Marc Bloch, de Lucien Febvre y de Fernand Braudel y en los "Annales" hasta un período reciente. Mas las premisas de un renacimiento de la geografía, a partir de una nueva problemática del espacio y de una mejor integración de la duración -y por consiguiente de la historia- en el estudio de los fenómenos especiales, permiten esperar un prometedor renacimiento de las relaciones entre ambas ciencias.
No es tan claro el deshielo en los dominios de la psicología y de la lingüística. El desarrollo de la psicología social, al contacto más de la psicología que de la historia, los progresos de una psicología científica más ligada a las ciencias de la naturaleza (o de la vida) que a las ciencias del hombre, han mantenido o agravado las ignorancias entre psicología e historia. La evolución de la historia de la psicología colectiva hacia el concepto de mentalidad, poco interesante para los psicólogos, ha aumentado las distancias entre las dos ciencias. La lingüística moderna con sus orientaciones estructuralistas- no se ha acercado a la nueva historia, pese a la atención que dedican los historiadores a la obra de un Emile Benveniste o a las invenciones de los semiólogos y semióticos, que han ocupado un lugar destacado en la sección VI de la Escuela Práctica de Altos Estudios, convertida en 1975 en Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales.
Quedan tres evoluciones interesantes, pero de resultados por ahora limitados. La primera, en el campo mismo de las ciencias del hombre, es por el Psicoanálisis. De él ha surgido incluso el nacimiento de una historia psicoanalítica, más desarrollada quizás en los países anglosajones que en Francia, donde no obstante, vías muy diferentes, han abierto caminos sugestivos Michel teau, de una parte, y Alain Besancon, de otras. Pero la dificultad para el psicoanálisis de pasar científicamente de lo individual a lo colectivo, la desconfianza de muchos historiadores en cuanto al pensamiento de Jung, a pesar de ser más adecuado compartir las preocupaciones de los historiadores, de ciertos historiadores en todo caso, como Alphonse Dupronte y Aurigemas, han detenido, provisionalmente sin duda, un poco estas investigaciones.
La segunda vía es la del encuentro de la historia con las ciencias exactas y especialmente con las matemáticas. Una vez más, ha nacido una nueva ciencia, las matemáticas sociales, más su utilidad ha sido hasta ahora más evidente para la sociología, la ecología, la lingüística y la geografía que para la historia. vía más prometedora es quizás la que tiende a rebajar, ya no abatir, los muros que separan las ciencias humanas (y primer lugar la historia) y las ciencias de la vida.
El deseo de la nueva historia de construir una historia del hombre total, su cuerpo y su fisiología situados en la duración social, la ocupación de ciertos grandes biólogos por convertir la historia de su ciencia en instrumento de investigación de un modo exterior sino interno y ampliar sus investigaciones a las dimensiones de la ecología humana, haciendo intervenir a la historia, la geografía, la antropología, la sociología y la demografía junto con la biología propiamente tal, permiten entrever enormes perspectivas. En todo este quehacer el papel de la nueva historia es determinante.
La historia de las mentalidades
Lucien Febvre y Marc Bloch, atraídos por la psicología colectiva y los fenómenos espirituales en historia, abrieron los accesos de una nueva historia, la de las mentalidades. Pero Lucien Febvre no exploró sino dos aspectos -por lo demás importantísimos - de este nuevo campo: la noción de mental y la de sensibilidad. Me contentaré aquí con recordar que esta noción vaga, ambigua y a veces inquietante de "mentalidad", como muchos términos vagos, es una de las que más han removido en estos últimos años el campo de la historia, aportando, sobre todo a la historia económica, un contrapeso que se echaba de menos. Las mentalidades han inyectado bocanadas de aire en la historia.
La historia cuantitativa y la revolución documental.
El historiador economista había trabajado muy pronto con cifras y había apelado a la estadística, pero desde hace veinte años casi todos los historiadores que se han puesto a contar han mirado en dirección de los ordenadores, produciéndose una revolución: la historia cuantitativa. Emmanuel Le Roy Ladurie, fraguando con humor una fórmula conscientemente exagerada, declaró que en adelante el historiador o será programador o no será.
Historia y tiempo presente
Lucien Febvre y Marc Bloch estaban fascinados por el presente, por muy especialistas que fuesen ambos, el primero en el siglo XVI y el segundo en la Edad Media. Marc Bloch concebía como una osadía necesaria extender el dominio de la historia "hasta el conocimiento del presente", y la parte de artículos de historia muy contemporánea en los "Annales de historia económica y social" es importante. Con todo, los principales avances de la nueva historia se produjeron en los dominios de la historia medieval y de la historia moderna. Hay ciertamente notables excepciones, individuales o colectivas.
Una respuesta a nuestras interrogantes. Hay más. La nueva historia tiene que responder por lo menos a algunos grandes interrogantes de nuestra época. En 1946, Lucien Febvre afirmaba: "Hacer la historia, sí, en toda la medida en que la historia es capaz, y la única capaz, de permitirnos, en un mundo en estado de inestabilidad definitiva, vivir con otros reflejos que los del miedo ... " Yo precisaría: "en toda la medida en que la nueva historia es la más capaz ... " Porque en nuestro mundo, donde cambia la memoria colectiva, donde el hombre, el hombre corriente, de cara a la aceleración de la historia, quiere escapar de la angustia de convertirse en huérfano del pasado, sin raíces; donde los hombres marchan apasionadamente a la búsqueda de su identidad; donde por doquier intentamos inventariar y preservar los patrimonios y constituir para el pasado como para el presente bancos de datos; donde el hombre empavorecido trata de dominar una historia que parece escapársele, ¿quién mejor que la nueva historia puede aportarle informaciones y respuestas?.
Nueva historia y marxismo.
El marxismo, una teoría de la larga duración. En muchos aspectos, es Marx uno de los maestros de una nueva historia, problemática, interdisciplinar, anclada en la larga duración y de intención global. La periodización (esclavismo, feudalismo, capitalismo) de Marx y del marxismo, aunque no sea aceptada bajo esa forma, es una teoría de la larga duración. Si bien las nociones de infraestructura y superestructura parecen incapaces de dar cuenta de la complejidad de las relaciones entre los distintos niveles de realidades históricas, dependen de un llamamiento a la noción de estructura que representa una tendencia fundamental de la nueva historia. La colocación en el primer plano del papel de las masas en la historia puede coincidir con el interés de la historia por el hombre corriente, que es también un hombre socialmente situado. Pero la burda primacía de lo económico en la explicación histórica, la tendencia a situar en las superestructuras las mentalidades, cuyo puesto, sin ser el de un rival fundamental de causalidad, es más central en la nueva historia, y sobre todo la creencia en una historia lineal que se desarrolla según un modelo único de evolución, mientras que la nueva historia insiste en las diferencias de las experiencias históricas y la necesidad de una multiplicidad de enfoques, todos estos problemas manifiestan que la nueva historia puede ser considerada por la historia marxista oficial como un desafío. Corresponde a los historiadores de la nueva historia -marxista o no- profundizar en esta confrontación. Esta es una de las tareas de la historia, hoy.
Las tradiciones de la "escuela de los Annales" y la nueva generación de historiadores. Pienso que es inútil reiterar que la nueva historia ha sido forjada en gran parte por el equipo de los "Annales" y en torno a la revista. Lo cual no quiere decir que, ayer lo mismo que hoy, eminentes historiadores que no tienen relación con los "Annales" y que a veces no sienten por ella ninguna simpatía, no ocupen un puesto de primera línea en la nueva historia. Tengo presente, en concreto, a Louis Chevalier, cuya obra "Clases trabajadoras y clases peligrosas en París en la primera mitad del siglo xix" ha renovado mediante la alianza entre la historia y la demografía, la historia de las estructuras sociales y la historia social según las perspectivas de la nueva historia. Pero importa situar, siquiera rápidamente, a la nueva historia -tal como se me representa hoy- con relación a las grandes opciones de los "Annales" de Lucien Febvre y Marc Bloch, para medir mejor el camino recorrido, tal como Lucien Febvre les invitaba a ello a los jóvenes historiadores en el prólogo de "Combates por la historia"*.
TAREAS DE LA NUEVA HISTORIA
Tal como aparecen, los desarrollos probables y necesarios de la nueva historia de mañana son tres.
La promoción de una nueva erudición.
La historia tradicional se impuso y nos legó una preciosa herencia gracias a sus métodos y a sus técnicas. La nueva historia no ha visto acompañada la renovación de los problemas con idéntica renovación de las técnicas de erudición. Esta tarea tiene sobre todo que comprender:
a) Una nueva concepción del documento, acompañada de una nueva crítica de ese documento. El documento no es inocente, no dimana solamente de la opción del historiador, a su vez parcialmente determinado por su época y su entorno, sino que lo producen consciente o inconscientemente las sociedades pretéritas, tanto para imponer una imagen del pasado como para decir "la verdad". La crítica tradicional de lo falso (Marc Bloch apenas la superó en "Apología por la historia") es muy insuficiente. Es preciso desestructurar el documento para descubrir sus condiciones de producción. ¿Quién tenía en una sociedad del pasado la producción de los testigos que, voluntaria o involuntariamente, se han convertido en los documentos de la historia? Hay que investigar a partir de la noción de documentos monumento propuesta por Michel Foucault en "La arqueología del saber*". Al mismo tiempo, hay que delimitar y explicar las lagunas y los silencios de la historia y asentar la historia lo mismo sobre estos vacíos que sobre los llenos que han sobrevivido.
b) Un "re-tratamiento" de la noción de tiempo, materia de la historia. Aquí también, indagar quién tenía poder sobre el tiempo, su medida y su utilización. Desechar la idea de un tiempo único, homogéneo y lineal. Construir conceptos operativos de los diversos tiempos de una sociedad histórica, conforme al modelo de la multiplicidad de los tiempos sociales definidos por M. Halbwachs y Georges Gurvitch. Establecer una nueva cronología científica, que date los fenómenos históricos según la duración de su eficacia en la historia y no tanto según la fecha de su producción. Esto vale lo mismo para los fenómenos materiales que para los espirituales. Como hay una cronología de las fuentes de energía (motor humano, motor animal, vapor, electricidad, petróleo, etc.), hay una cronología de las creencias.
c) La elaboración de métodos de comparativismo adecuados, que permitan no comparar sino lo que es comparable. Por ejemplo, a propósito de la feudalidad, evitar la definición excesivamente amplia, que pone bajo una misma etiqueta realidades enormemente alejadas en el espacio y en el tiempo y que no dependen de sistemas históricos comparables -las pretendidas feudalidades africanas no tienen, en el fondo, mucho que ver con la feudalidad europea de los siglos IX y X (que, a su vez, debe diferenciarse en varias fases)-, pero tampoco contentarse con una concepción estrecha, que sólo juzgase comparables la feudalidad europea y la feudalidad japonesa.
El progreso hacia una historia total y lo imaginario.
Debe ante todo realizarse tomando en consideración todos los documentos legados por las sociedades: el documento literario y el documento artístico deben especialmente ser integrados en su explicación, sin desconocer la especificidad de estos documentos ni de las miras humanas de que son fruto. Lo que significa que una dimensión, fundamental, que todavía se echa de menos en gran parte en la historia es la de lo imaginario, esa parte del ensueño que, cuando desenredamos bien sus complejas relaciones con las demás realidades históricas, nos introduce tan a fondo en el corazón de las sociedades. A este respecto, debería, por ejemplo, establecerse mejor contacto entre los historiadores y el Centro de Investigación Sobre lo Imaginario, de Chambéry, en torno a Gilbert Durand, procedente de la historia literaria y de la lingüística. Para lo cual, el historiador debe escoger como tema de investigación lo que Pierre Toubert y yo mismo hemos llamado estructuras globalizadoras. Y hemos evocado el fenómeno del "incastellamento", forma original del hábitat rural, constituido entre el siglo X y el siglo XIII, la noción de trabajo, las guerras, la deserción rural, la marginalidad, etc.
La preocupación de las ideas y de las teorías
Lucien Febvre, al inaugurar su docencia en el Colegio de Francia en 1933, deseaba que se pudiese decir de él: "Tuvo la preocupación de las ideas y de las teorías; de las ideas, porque las ciencias sólo avanzan por obra de la potencia creadora y original del pensamiento; de las teorías, porque indudablemente sabemos muy bien que nunca abarcan la infinita complejidad de los fenómenos naturales; pero no por eso dejan de ser escalones sucesivos que, en su insaciable deseo de ensanchar el horizonte del pensamiento humano, sube la Ciencia uno tras otro ..." Hasta ahora la nueva historia ha intentado evitar dos peligros: ser sistemática, por un lado, ser puramente empírica, por otro, a imagen de la escuela positivista (que se creía objetiva porque carecía de teoría, y que las más de las veces carecía de ideas).
Pero hay que reconocer que, pese a las declaraciones de Lucien Febvre, los historiadores de la nueva historia, al insistir con razón en la multiplicidad de los enfoques, no por eso han descuidado la preocupación de lo teórico, que, lejos de ser lo dogmático, no es sino la explicación de las teorías implícitas que fatalmente, como todo hombre de ciencia, pone el historiador como base de su trabajo y de las que tiene interés en tomar conciencia y el deber de declararlas a los demás. Yo deseo particularmente que el historiador, aunque se mantenga al margen de los rígidos sistemas de explicaciones históricas, no por eso deje de reconocer la existencia de sistemas históricos, cuya estructura y cuyas transformaciones le corresponde analizar.
El futuro de la historia
Finalmente, podemos preguntarnos en qué corre peligro de convertirse la historia pasado mañana, por no decir mañana. Marc Bloch, entre otros, se había planteado esta cuestión: "Así, pues, ahora hay más que una ciencia de los hombres en el tiempo, que sin cesar necesita unir el estudio de los muertos al de los vivos. ¿Cómo llamarla?... El antiguo nombre de historia me parece el más comprehensivo, el menos exclusivo; el más cargado también de los emocionantes recuerdos de un esfuerzo mucho más que secular*."
Sin dárnoslas de profetas o adivinos, podemos considerar tres hipótesis:
0 bien la historia, prosiguiendo su cerco a las demás ciencias humanas, las absorbe en una panhistoria, ciencia global del hombre, de los hombres en el tiempo. - 0 bien tiene lugar una fusión entre las tres ciencias sociales más afines: historia, antropología y sociología. A esta eventual nueva ciencia, Paul Veyne la llamaría "historia sociológica"; yo preferiría llamarla "antropología histórica". - 0 bien, dejando de vivir sin fronteras y de flirtear con todas las demás ciencias del hombre, la historia se encerraría en un nuevo territorio, operando un nuevo "corte epistemológico". Pienso que Michel Vovelle, tal como aquí se expresa (cf. p. 359), iría espontáneamente a buscarla en el sentido de "una nueva dialéctica del tiempo corto y del tiempo largo".
En todo caso, lo que debemos esperar es que la ciencia histórica pueda en adelante evitar mejor las tentaciones de la filosofía de la historia, renuncie a las seducciones de la mayúscula -la historia con una gran H- y se defina mejor con relación a la historia vivida de los hombres. Los interesantes desarrollos de la historia de la historia deben seguir adelante y prestar su apoyo a la empresa.
Jacques Le Goff.
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