8/11/07

De la Multiple Utilizacion de la Historia

Este trabajo se lle mejor si al hacerlo escuchas a AC/DC en Back In Black (cliquea acá http://www.musicpophits.com/Music/ACDC/BackInBlack.mp3)
González Luis
De la Multiple Utilizacion de la Historia
En PEREYRA, C. y otros. Historia Para que
Edit. Siglo XXI .1980
Cuando iniciaba la carrera de historia en El Colegio de México parientes y amigos me preguntaban ¿para que sirve lo que estudias? Como yo no sabía contestar para que servía una de las profesiones mas viejas y hermosas del mundo, pues la había escogido por mera afición al cuento o discurso histórico, sondeaba a mis ilustres profesores sobre la utilidad de estudiar " lo que fue" para la vida comunitaria de hoy. El maestro Ramón Iglesias decia: "No creo que el historiador pueda jugar un papel decisivo en la vida social, pero si un papel importante. La historia no es puramente un objeto de lujo." Recuerdo vagamenteque al doctor Silvio Zavala no le caía bien la pregunta aunque siempre la contestaba con la fórmula de Dilthey: "solo la historia puede decir lo que el hombre sea".
Historia-Antropología.El maestro José Miranda sentenció en uno de sus arranques de escepticismo: "El conocimiento histórico no sirve para resolver los problemas del presente; no nos inmuniza contra las atrocidades del pasado; no enseña nada; no evita nada; desde el punto de vista práctico vale un comino." Para él la historia era un conocimiento legítimo e inútil igual que para don Silvio.
Vino enseguida la lectura de tratados sobre el conocimiento histórico y el encuentro con las proposiciones siguientes: "La historia es maestra de la vida" (Cicerón). "El saber histórico prepara para el gobierno de los estallidos" (Polibio). "Las historias nos muestran cómo los hombres viciosos acaban mal y a los buenos les va bien" (Eneas Silvio). "Los historiadores refieren con detalle ciertos acontecimientos para que la posteridad pueda aprovecharlos como ejemplos en idénticas circunstancias" (Maquiavelo). "Desde los primeros tiempos se le ha visto una utilidad al saber del pasado: la de predecir e incluso manipular el futuro" (Lewis). "Escribir historia es un modo de deshacerse del pasado" (Goethe). "Si los hombres conocen la historia, la historia no se repetirá" (Brunschvigg). "Quienes no recuerdan su pasado están condenados a repetirlo" (Ortega). "El recuerdo de algunos acaeceres históricos puede ser fermento revolucionario" (Chesneaux). "E1 estudio de la historia permitirá al ciudadano sensato deducir el probable desarrollo social en el futuro próximo" (Childe).
Una práxis profesional pobre, pero larga y cambiante me ha metido en la cabeza algunas nociones de Pero Grullo: "hay tantosmodos de hacer historia como requerimientos de la vida se practiquen". Sin menoscabo de la verdad, pero con miras a la utilidad, hay varias maneras de enfrentarse al vastísimo ayer. Según la selección que hagamos de los hechos conseguimos utilidades distintas. Con la historia anticuaria se consiguen gozos que están muy lejos de disparar la historia crítica. Con ésta se promueven acciones destructivas muy distintas a las que fomenta la historia reverencial o didáctica. Mientras las historias que se imparten en las escuelas proponen modelos de vida a seguir,la historia que se autonombra científica asume el papel de explicar el presente y predecir las posibilidades del suceder real. Cada especie del género histórico es útil a su manera. Según la porción de la realidad que se exhume será el provecho que se obtenga. Un mismo historiador, según el servicio que desee proporcionar en cada clave, puede ejercer las distintas modalidades utilitarias del conocimiento histórico. También es posible y deseable trazar historias de acción multiple que sirvan simultaneamente para un barrido y para un regado, para la emoción y la acción, para volver a vivir el pasado y para resolver problemas del presente y del futuro. Lo difícil es concebir un libro de historia que sea sólo saber y no acicate para la acción y alimento para la emoción. Quizá no exista una historia inútil, puramente cognoscitiva que no afecte al corazón o a los órganos motores.

¿Acaso es inservible la historia anticuaria?
En la actualidad la especie cenicienta del género histórico es la historia que admite muchos adjetivos: anecdótica, arqueológica, anticuaria, placentera, precientífica, menuda, narrativa y romántica. Es una especie del género histórico que se entretiene en acumular sucesos de la mudable vida humana, desde los tiempos más remotos. Por regla general escoge los hechos que afectan al corazón, que caen en la categoría de emotivos o poéticos. No le importan las relaciones causales ni ningun tipo de generalización. Por lo común, se contenta con un orden espacio-temporal de los acontecimientos; reparte las anécdotas enseries temporales (años, decenios, siglos y diversas formas de periodos), y en series geográficas (aldeas, ciudades, provincias, países o continentes)
Aunque hay demasiadas excepciones, puede afirmarse que la historia narrativa es igual al relato con pretensión artística, a expresiones llenas de color, en una vecindad con la literatura. Los historiadores académicos de hoy niegan el apelativo de historiadores a los practicantes de la anticuaria, y por añadidura, los desprecian llamándolos almas pueriles, coleccionadores de nimiedades, espíritus ingenuos, gente chismosa, cerebros pasivos, hormigas acarreadoras de basura y cuenteros. Con todo, este proletariado intelectual, ahora tan mal visto en las altas esferas, es al que con mayor justicia se puede anteponer el tratamiento de historiador, porque sigue las pisadas del universalmente reconocido como padre de la historia y como bautizador del género. Herodoto, el que puso la etiqueta de historia al oficio, fue, por lo que parece, un simple narrador de los "hechos públicos de los hombres". Después de Herodoto, en las numerosas épocas románticas, la especie más cotizada del género histórico es la narrativa.
Aunque en las cumbres de la intelectualidad contemporánea no rige lo romántico, emotivo, nocturno, flotante, suelto y yang, que si lo clásico, yin, diurno y racional, en el subsuelo y los bajos fondos de la cultura cuenta el romanticismo, y por ende, la historia anticuaria. Muchos proletarios y pequeños burgueses de hoy suscribirían lo dicho por Cicerón hace dos mil años: "Nada hay más agradable y más deleitoso para un lector que las diferencias de los tiempos y las vicisitudes de la fortuna."Podríamos culpar a villanos o mercachifles u opresores de la abundancia de historia narrativa en la presente época, pues no se puede negar que los escaparates de las librerías, los puestos de periódicos, las series televisivas, los cines y demás vetas de comercio y comunicación venden historia anticuaria a pasto, en cantidades industriales. Sin lugar a dudas, la vieja historia de hechos se mantiene muy vivaz, especialmente en el cine y en la televisión. Estamos frente a un producto de aceptación masiva, a una droga muy gustada,a una manera próxima sin molestias.
Seguramente es una especie de historia que no sirve para usos revolucionarios. Es fácil aceptar lo dicho por Nietzsche: "La historia anticuaria impide la decisión en favor de lo que es nuevo, paraliza al hombre de acción, que siendo hombre de acción, se rebelaria siempre contra cualquier clase de piedad." Hoy, en los frentes de izquierda, se afirma frecuentemente que la erudición histórica que deparan los anticuarios "es una defensa de todo un orden de cosas existentes", es un baluarte del capitalismo, es un arma de la reacción. En los frentes de derecha tampoco faltan los enemigos del cateo de saberes deleitosos del pasado. Estos se preguntan: ¿Para qué nos sirve el simple saber de los hechos en sí? Atiborrar la mente con montones de historias dulces o picantes es disminuir el ritmo de trabajo. Izquierdas y derechas, y en definitiva todos los encopetados y pudientes, lo mismo revolucionarios que reaccionarios, coinciden en ver en los anecdotarios históricos un freno para la acción fecunda y creadora, un adormecedor, una especie de opio.
Si se cree que no todo es destruir o construir, si se acepta el derecho al placer, se pueden encontrar virtudes, una para que positivo en la escritura y el consumo de textos de historia anticuaria. Para el primer historiador la historia fue una especie de viaje por el tiempo que se hacía, al revés de los viajes por el espacio, con ojos y pies ajenos, pero que procuraba un parecido deleite al de viajar. Los que escriben a la manera de Herodoto nos ponen en trance turístico. En palabras de Maculay, "el gusto de la historia se parace grandemente al que recibimos de viajar por el extranjero". E1 que viaja hacia el pasado por libros o películas de historia anticuaria, se complace con las maravillas de algunos tiempos idos, se embelesa con la visión de costumbres exóticas, se introduce en mundos maravillosos. La mera búsqueda y narración de hechos no está desprovista de esta función social. Este papel lo desempeñan los contadores de historias para un público que se encuclilla alrededor del fuego así como los trovadores y cantantes de corridos para los concurrentes a la feria.
Ojalá que la gente importante le perdone la vida al cuento de acaeceres pasados, que no le apliquen la última pena a los historiadores que sólo proporcionan solaz a su lector o auditorio. ¿Por qué no permitir la hechura de libros tan gratos como "Ancla en el Tiempo" de Alfredo Maillefert? Que no se diga que no están los tiempos para divertirse, sino únicamente para hacer penitencia. En toda época es indispensable soñar y dormir. Sin una mente cochambrosa o demasiado desconfiada es posible apreciar el para qué positivo de las historias que distraen de las angustias del tiempo presente, que equivalen a salirse de sí, a una fuga a tiempos mejores o sólo distintos, a un alivio contra el cual protesta airadamente Prieto Arciniega, ese amigo de la historia crítica.

¿Es liberadora la historia crítica?
Otra especie del género histórico "trata de darse cuenta de cuan injusta es la existencia de una cosa, por ejemplo, de un privilegio, de una casta, de una dinastía; y entonces se considera, segun Nietzsche, el pretérito de esta cosa bajo el ángulo crítico, se atacan sus raíces con el cuchillo, se atropellan despiadadamente todos los respetos". Si la historia anticuaria se asemeja a romances y corridos, la historia crítica parace medio hermana de la novela policial; descubre cadáveres y persigue delincuentes. Quizá su mayor abogado haya sido Voltaire, autor de los tests: nunca se nos recordarán bastante los crímenes y las desgracias de otras épocas. Diderot le escribia a Voltaire: "Usted refiere los hechos para suscitar en nuestros corazones un odio intenso a la mentira, a la ignorancia, a la hipocresía, a la superstición, a la tiranía, y la cólera permanece incluso después de haberse desvanecido la memoria de los hechos." Se trata pues de una historia, que como la anticuaria, si bien no adicta a sucesos muy remotos, se dirige al corazón, aunque únicamente sea para inyectarle rencor o ponerlo en ascuas. No es una historia meramente narrativa de sucesos terribles ni una simple galería de villanos. Este saber histórico para que surta su efecto descubre el origen humano, puramente humano de instituciones y creencias que conviene prescribir pero que se oponen al destierro por creérseles de origen divino ó de ley natural.
Si la historia anticuaria suele ser la lectura preferida en períodos posrevolucionarios, la de denuncia florece en etapas prerrevolucionarias, o por obra de los revolucionarios. Esto se ha visto con gran claridad en la historiografía mexicana. Los misioneros del siglo XVI recordaron preferentemente los hechos infames del estilo de vida prehispánica para facilitar su ruptura.
Los criollos de la insurgencia de principios del siglo XIX le sacaron todos sus trapitos al sol a la época colonial, la esacralizaron, le exhibieron sus orígenes codiciosos. Los historiadores de la reforma liberal, al grito de borrón y cuenta nueva, pusieron como lazo de cochino la trayectoria vital de su patria. Los discursos históricos del pasado inmediato se complacían en la exhibición de los aspectos corruptos del porfiriato. Hoy no sólo en México, sino en todo el mundo occidental, entre investigadores profesionales cunde el gusto por la historia crítica, por descubrir la villanía que se agazapa detrás de las grandes instituciones de la sociedad capitalista.
A este tipo de sabiduría histórica que se complace en lo feo del pasado inmediato se le atribuye una funcion corrosiva. Se cree con Voltaire que "las grandes faltas que en el tiempo pasado se cometieron" van a servir para despertar el odio y poner la piqueta en manos de quienes se enteren de ellas. Cuando se llega a sentir que el pasado pesa, se procura romper con él, se trata de evitar que sobreviva o que regrese. La recordación de los sucesos de infeliz memoria contribuye a lo dicho por Goethe ("Escribir historia es un modo de deshacerse del pasado") y por Brunschvigg ("Si los hombres conocen la historia, la historia no se repetirá"). Así como hay una historia que nos ata al pasado hay otra que nos desata de él. Este es el saber histórico disruptivo, revolucionario, liberador, rencoroso. Muchas supervivencias estorbosas, muchos lastres del pasado son susceptibles de expulsión del presente haciendo conciencia de su cara sombría. La detracción histórica que hicieron Wistano. Luis Orozco y Andres Molina Enriquez de la hacienda o latifundio dícese que sirvió para difundir el conocimiento de lo anacrónico, perjudicial e injusto de la caduca institución, para formular leyes condenatorias de la hacienda, y para la conductaagrarista de los regímenes revolucionarios. Detrás de la enérgica redistribución de ranchos ejecutada por el presidenteCárdenas estuvo, quizá, la labor silenciosa de algunos historiadores críticos que minaron la fama de la gran hacienda. La historia crítica podría llamarse con toda justicia conocimiento activo del pasado, saber que se traduce muy fácilmente en acción destructora. "Si desde los primeros tiempos escribe Diderot-, la historiografía hubiese tomado por los cabellos y arrastrado a los tiranos civiles y religiosos, no creo que éstos hubiesen aprendido a ser mejores, pero habrían sido más detestados y sus desdichados súbditos habrían aprendido tal vez a ser menos pacientes. "La historia aguafiestas es un saber de liberación, no de dominio como la de bronce. Denuncia los recursos de opresión de opulentos y gobernantes; en vez delegitimar la autoridad la socava; dibuja tiranos; pinta patronos crueles de empresas capitalistas, refiere movimientos obreros reprimidos por la fuerza pública; estudia intervenciones nefastas de los países imperialistas en naciones frágiles, o destaca los prejuicios de la sobrevivencia de edades cumplidas. Para sacar adelante ideas jóvenes se bebe la historia erigida en tribunal que condena, la crítica que corroe las ideas vetustas. Todos los revolucionarios del siglo xx han echado mano de ella en distintas formas, con diferentes lenguajes, en especial el cinematográfico. Los primeros filmes de Eisenstein, como "La Huelga" y "El Acorazado Potemkin", fueron historia crítica para beneficio de la Revolución rusa. Filmes posteriores de Eisenstein pertenecen a otra especie histórica, de una historia de signo opuesto que sin embargo no es anticuaria.

La historia de bronce.
Es aún más pragmática que la historia crítica, es la historia pragmática por excelencia. Es la especie histórica a la que Cicerón apodó "maestra de la vida", a la que Nietzsche llama reverencial, otros didáctica, conservadora, moralizante, pragmático-política, pragmático-ética, monumental o de bronce. Sus padres son famosos: Plutarco y Polibio. Sus características son bien conocidas: recoge los acontecimientos que suelen celebrarse en fiestas patrias, en el culto religioso, y en el seno de instituciones; se ocupa de hombres de estatura extraordinaria (gobernantes, santos, sabios y caudillos); presenta los hechos desligados de causas, como simples monumentos dignos de imitación. "Durante muchos siglos la costumbre fue esta: aleccionar al hombre con historias." En la Antiguedad clásica compartió la supremacia con la historia anticuaria a lo Herodoto. En la Edad Media fue soberana indiscutida. Eneas Silvio le llamó ""la anciana consejera y orientadora". La moral cristiana la tomó como su principal vehículo de expresión. Entonces produjo copiosas vidas ejemplares de santos y de séforas. En el Renacimiento fue declarada materia fundamental de la educación política. En su modalidad pragmático-política, tuvo un autor de primer orden: Nicolás de Maquiavelo. En el otro lado del mundo, en la América recién conquistada por los españoles, fue una especie histórica practicada por capitanes y sacerdotes. En el siglo XIX, con una burguesía dada al magisterio, se impuso en la educación pública como elemento fundamental en la consolidación de las nacionalidades. En las escuelas fue la fiel y segura acompañante del civismo. Se usó como una especie de predicación moral, y para promover el espiritu patriótico de losmexicanos. Guillermo Prieto asegura que sus "Lecciones de Historia Patria" fueron escritas para "exaltar el sentimiento de amor a México". Recordar heroicidades pasadas serviría para fortalecer las defensas del cuerpo nacional.
Nadie puso en duda en el siglo XIX lo provechoso de la historia de bronce. El acuerdo sobre su eficacia para promover la imitación de las buenas obras fue unánime. Una gran dosis de estatuaria podía hacer del peor de los niños un niño héroe como los que murieron en Chapultepec "bajo las bales del invasor". Quizas el único aguafiestas fue que Nietzsche con su afirmación: "La historia monumental engaña por analogías. Por seductoras asimilaciones, lanza al hombre valeroso a empresas temerarias"y lo vuelve temible. Un continuador de Nietzsche, ya de nuestro siglo, Paul Valery lanzó la siguiente señal de alarma: la historia que recoge las bondades del pasado propio y las villanias de los vecinos, "hace soñar, embriaga a los pueblos, engendra en ellos falsa memoria, exagera sus reflejos, mantiene viejas llagas, los atormenta en el reposo, los conduce al delirio de grandeza o al de persecución, y vuelve a las naciones amargas, soberbias, insoportables y vanas".
Pese al grito de Valery que declaró a la historia que se enseñaba en las escuelas el producto más peligroso producido por la química del intelecto humano"; no obstante la tests de Fustel de Coulanges que le negó a la historia la capacidad de ser luz, ejemplo, norte o guía de conductas públicas o privadas, sigue sosteniendo la historia de bronce su prestigio como fortalecedora de la moral, maestra de pundonor y faro del buen gobierno. Todos nuestros pedagogos creen a pie juntillas que los hombres de otras épocas dejaron gloriosos ejemplos que emular, que la recordación de su buena conducta es el medio más poderosopara la reforma de las costumbres, que como ciudadanos debemos nutrirnos de la sangre más noble de todos los tiempos, que las hazañas de Quiroga, de Hidalgo, de Juárez, de los héroes de la Revolución, bien contadas por los historiadores, harán de cada criatura un apóstol, un niño héroe o un ciudadano merecedor de la medalla Belisario Domínguez. Gracias a la historia de bronce o reverencial o pragmática o ejemplarizante "mil santos, estadistas, inventores, científicos, poetas, artistas, músicos,enamorados y filósofos, según expresión de los Durant, todavía viven y hablan, todavía enseñan" y no cabe duda que tienen alumnos aplicados y fieles. La historia de bronce llegó para quedarse. En nuestros días la recomiendan con igual entusiasmo los profesionales del patriotismo y de las buenas costumbres desde el primer mundo hasta el tercero. Es la historia preferida de los gobiernos.
No hay motivos para dudar de la fuerza formativa de la historia de aura. No se justifica la prohibición de este vigorizante de criaturas en crecimiento, aún no torcidas. La exhumación de los valores positivos de otros tiempos, enriquece la actualidad aunque no sepamos decir con exactitud en que consiste tal enriquecimiento. La historia de bronce no es una especie incapaz de caber en el mismo jarrito donde se acomodan las demás especies historiográficas, incluso la científica. Léase en Burkhardt: "Lo que antes era júbilo o pena tiene que convertirse ahora en conocimiento, como ocurre también en rigor en la vida delindividuo. Esto da también a la frase de historia magistra vite un significado superior y a la par más modesto."

La utilidad de la historia científica.
Sería indiscutible si así lo fuera la cientificidad de la historia. Se trata de una especie del género histórico que tuvo como precursor a Tucidides, pero a ésta le ha salido la barba en fechas muy recientes, ante nuestros ojos. Se trata de una historia que busca paracerse a las ciencias sistemáticas del hombre: la economía, la sociología, la ciencia política... Si las otras especies andan tras hechos particulares, ésta procura los acaeceres genéricos. "Solo por la obstinada miopía ante los hechos -escribe Bagby- algunos historiadores siguen afirmando que los sucesos no llevan consigo ningún tipo de regularidad. Los hechos históricos no son refractarios al estudio científico. Las generalidades formuladas por la ciencia de la historia probablemente nunca llegarán a ser tan precisas y tan altamente probables como las de las ciencias físicas, pero esto no es ninguna razón para no buscarlas." Por regla general, la nueva Clio recoge principalmente hechos de la vida económica. Como dice Beutin, "para la vida económica se pueden hacer enunciados de valor general porque es un campo de actividad racional. La economía trata con elementos que pueden ser contados, pesados, medidos, cuantificados." La nueva especie histórica suele auto llamarse historia cuantitativa. "La historia cuantitativa -según la definición de Marczewski y de Vilar- es un método de historia económica que integra todos los hechos estudiados en un sistema de cuentas interdependientes y que extrae sus conclusiones en forma de agregados cuantitativos determinados integrados únicamente por los datos del sistema."
En los círculos académicos de los países industrializados existe la devoción por la historia cuantitativa. Dictámenes como el de Carr ("E1 culto a la historia cuantitativa lleva la concepción materialista de la historia a extremos absurdos") no han logrado entibiar el fervor de los cuantificadores que en su mayoría son gente de izquierda, alguna muy adicta al materialismo histórico. Gracias a la cuantificación, según notables cuantificadores, la historia ha podido ponerse a la altura de las demás ciencias del hombre. Según Chaunu, la cuantificación ha conseguido que la historia sea fámula de las ciencias del hombre, y por lo mismo la ha vuelto un ente servicial, le ha quitado el carácter de buena para nada. Chaunu sentencia: "La historia cuantitativa busca en los testimonios del pasado respuestas a las interrogaciones mayores de las ciencias sociales; estas interrogaciones que son simplemente demandas de series... La demografía tiene necesidad de un espesor estadístico que la historia demográfica prorporciona... La economía tiene necesidad de ... historia económica regresiva... Es así como la historia puede ser útil en el sentido más noble y al mismo tiempo el más concreto..." Si tuvieramos aquí a Chaunu y le preguntáramos "¿la historia para qué?", contestaría "para ser tenida por investigación básica de las ciencias y las técnicas sociales".
Por lo demás, se supone que las ciencias sociales reforzadas por la historia científica van a hacer realidad lo que quería Luis Cabrera de Córdoba en el siglo XVII, una historia que fuera "luz para las cosas futuras". Es ya un hecho lo previsto por Taine en el siglo XIX: "Que sequedad y que feo aspecto tiene la historia reducida a una geometría de fuerzas." Pero agregaba: "Poco importa." El conocimiento histórico "no tiene por meta el divertir"; su mira es explicar el presente y advertir al mañana. Los cuantificadores de la historia creen que si Childe viviera no pondría en futuro la siguiente proposición: "El estudio de la historia permitirá al ciudadano sensato establecer la pauta que el proceso ha ido entretejiendo en el pasado, y de allí deducir su probable desarrollo en el futuro próximo." Sólo los menos optimistas piensan que nos quedaremos en una semiprevisión a través de la historia generalizante; creen con Lacombe: "De la historia, ciencia compleja en el mas alto grado... no es necesario esperar una previsión infalible y sobre todo una previsión circunstanciada... A lo más llegaremos a entrever las corrientes que llevan a ciertos puntos."
Todavía no se puede saber cuales promesas de la historia científica se cumplirán plenamente. Hasta dónde el estudio científico del pasado, hasta dónde las largas listas de precios, de nacimientos y defunciones de seres humanos, de volúmenes de producción y de otras cosas cuantificables nos permiten encontrar en ellas sentido y orientación para el presente y el porvenir?Profetizar hasta dónde llegará nuestro don de profecía al través de una historia que haya cuantificado todo o la mayor parte de los tiempos idos es muy difícil. La computación de las pocas noticias conservadas en documentos seriables del pasado no puede prometer mucho. Aquí y ahora hay igual número y fuerza de argumentos para los que sostienen la imposibilidad de ver el futuro al través de la ciencia histórica como los que ven en cada historiador numérico un profeta con toda la barba. Pero si la historia cuantitativa no nos cumple todo lo prometido no importa mucho. Sólo a medias quedarán como inservibles libros tanvoluminosos como los que suele expedir rebosantes de cuentas. Mantendrán su valor como recordatorios y como auxiliares en la predicción del futuro. En el ¿para qué? Las cuatro maneras de abordar el pasado que hemos visto son un poco ilusorias; las cuatro prometen más de lo que cumplen. La anticuaria no es siempre placentera; la crítica está lejos de poder destruir toda tradición injusta; la didáctica es mucho menos aleccionadora de lo que dicen los pedagogos, y la científica, por lo que parace,no va a ser la lámpara de mano que nos permita caminar en la noche del futuro sin mayores tropiezos. Como quiera, lo servicial de las historias está fuera de duda. La que llega a más amplios círculos sociales, la historia fruto de la curiosidad que no de la voluntad de servir, los conocimientos que le dispute el anticuario a la polilla, "los trabajos inútiles" de los eruditos han sido fermento de grandes obras literaries (poemas épicos, novelas y dramas históricos), han distraido a muchos de los pesares presentes, han hecho sonar a otros, han proporcionado a las mayorías viajes maravillosos a distintos y distantes modos de vivir. La historia anticuaria responde a "la insaciable avidez de saber la historia" que condenó el obispo Bossuet y que hoycondenan los jerarcas del mundo académico, los clérigos de la sociedad láica y los moralistas de siempre. La narración histórica es indigesta para la gente de mando".
La historia crítica, la desenterradora de traumas, maltratos, horrores, rudezas, barbaries, da a los caudillos revolucionarios argumentos para su acción transformadora; busca el ambicioso fin de destruir para luego retracer; es para cualquier sufriente un fermento liberador. Este tipo de toma de conciencia histórica "realiza una autentica catarsis"; produce, según Marrou, "una liberación de nuestro inconsciente sociológico un tanto análoga a la que en el piano psicológico trata de conseguir el psicoanálisis". Se trata de un saber disruptivo que libera al hombre del peso de su pasado, que le extirpa acumulaciones molestas o simplemente inútiles. Suele ser un ponche mortífero para autoridades.
Aún la historia de tan grosero utilitarismo, la que se llama a si misma historia magistra vitae, es una maestra útil al poner ante nuestros ojos los frutos mejores del arbor humano: filosofías, literaturas, obras de arte, actos de valor heróico, pensamientos y dichos célebres, amores sublimes, conductas generosas y descubrimientos e inventos que han transformado al mundo. La historia reverencial o de bronce nos permite, en expresión de Séneca, "despegarnos de la estrechez de nuestra caduca temporalidad originaria y darnos a participar con los mejores espíritus de aquellas cosas que son inmensas y eternas". Si la historia de bronce no se nos impusiera en las auras, tendría probablemente más repercusión de la que posee hoy en día. Es esta la busqueda más cara al humanismo, la que exhibe la cara brillante, bella, gloriosa, digna de ser imitada del ser humano. Es también la disciplina que mejor le sienta a los dominadores.
Por último, a la presuntuosa historia científica, en sus multiples manifestaciones de historia económica, social, demognáfica y de las mentalidades, no es, según la pretensión de la gente de sentido común, por no decir del común de la gente, una mera inutilidad. Es cada vez una mejor sirviente de las ciencias sistemáticas del hombre, de la economía, de la ciencia política, etc.También ayuda a conocer nuestra situación actual y en esta forma a orientar su inmediata acción futura, aunque su don de zahori aún esta en veremos. Aún sin capacidades adivinativas es servicial. Es muy difícil creer que la seriedad científica no reporte beneficios prácticos. Como ciencia, tiene su carácter utilitario que es reconocido por mecenas y poderosos.
Por supuesto que ninguna de las cuatro historias se da en pureza en la vida real, y por lo mismo todas, de algún modo, son fuentes de placer, liberación, imitación y guía práctica. También son posibles y existentes las histories globales que aspiran a la resurrección total de trozos del pasado, que resucitan al unísono ángulos estéticos, aspectos crueles, logros clásicos y estructuras de una época y un pueblo y que pueden ser de utilidad para nostálgicos, revolucionarios, huérfanos y planificadores. Aunque son imaginables las histories verdaderas totalmente inútiles, no se vislumbra su existencia aquí y ahora.
Para concluir, y en alguna forma justificar lo pedestre de las palabras dichas es provechoso recordar que el poseedor de la chifladura de la investigación histórica no siempre indaga por el para qué de su chifladura. Quizá como todas las vocaciones auténticas, el gusto por descubrir acciones humanas del pasado se satisface sin conciencia de sus efectos prácticos, sin reparar en lo que pueda acarrear de justo o injusto, de aburrimiento o de placer, de oscuridad o de luz. La búsqueda de lo histórico ha sido repetidas veces un deporte irresponsable, no una actitud profesional y menos una misión apostólica. Con todo, cada vez pierde más su carácter deportivo. Quizá ya lo perdió del todo en las naciones con gobiernos totalitarios. Quizá la tendencia general de los gobiernos de hoy en día es la de influir en la forma de presenter el pasado con estímulos para las historias que legitimen la autoridad establecida y con malas caras para los saberes históricos placenteros o desestabilizadores o sin segunda intención, sin otro propósito que el de saber y comunicar lo averiguado.

No hay comentarios: