Francis Fukuyama: El hombre que mató a la historia
Francis Fukuyama habló con Newsweek sobre este particular momento de la historia. Un reportaje imprescindible al hombre que habló del fin de la Historia. En 1992, Francis Fukuyama, historiador y filósofo japonés-estadounidense de segunda generación, publicó un controvertido tratado titulado “El fin de la historia”, donde afirmaba que la antigua lucha de ideologías políticas había terminado y que la democracia liberal era la vencedora. Pero los últimos 16 años, con el repunte del autoritarismo ruso, el colosal crecimiento económico chino y el fracaso de los ideales neoconservadores en Irak, han puesto en duda la premisa de Fukuyama, quien habló con nuestro corresponsal Matthew Philips. Extractos:
¿Todavía sostiene la tesis que propuso en “El fin de la historia”?FUKUYAMA: La premisa básica sigue vigente. El problema con la comprensión popular de la tesis es que la historia sólo representa acontecimientos, cuando en realidad la hipótesis aborda mucho más, como la evolución de la sociedad humana, la dirección que seguimos y el posible destino final en términos de formas de gobierno. Así que, no obstante el resurgimiento autoritario de Rusia y China, la democracia liberal sigue siendo la única forma legítima de gobierno que goza de aceptación universal. Por supuesto, varios grupos renunciaron a ella, pero sigo convencido de que a la larga los sistemas democráticos son los únicos viables.- ¿Esto no contradice su tesis de que Estados Unidos podría estar en su ocaso y que la democracia liberal recibió un fuerte golpe en Irak?- Jamás me vinculé específicamente con la hegemonía estadounidense. De hecho, la Unión Europea representa mejor esos ideales. El poder relativo de Estados Unidos frente al mundo está decayendo debido al desarrollo de otros centros de poder, cosa ciertamente prevista. Lo que cambió es la idea misma de la democracia como algo positivo, es decir, asegurar la democracia en todas las naciones; eso lo debemos a Bush, que explotó el concepto como argumento para su guerra contra el terrorismo. En consecuencia, el mundo asocia el concepto de democracia con la administración de Bush, y Vladimir Putin puede decir: “No nos interesa la democracia”.- En 1992 manifestó un gran optimismo en cuanto a Rusia. ¿Cambió su sentir?- Lo que ocurre en Rusia es un asunto generacional. Los jóvenes que desarrollaron conciencia en la década de 1990 asocian negativamente el período posterior al colapso de la Unión Soviética. Aunque disfrutan del creciente consumismo, perciben aquella década como una era de humillación nacional, de debilidad, caos y retroceso frente al exterior. Al no haberla vivido directamente, tienen nostalgia de la fuerza soviética y en eso se apoya Putin. Hay que preguntar a esa generación si realmente quiere sacrificar la posibilidad de viajar por Europa en aras de dominar Ucrania y Georgia.- ¿Considera que esas dos naciones deben ingresar en la OTAN?- Sí, y creo que merecen la seguridad de que enviaremos fuerzas para defender a los miembros de la OTAN. Pero es ilusorio suponer que Estados Unidos procederá de esa manera en alguno de los dos casos. Tenemos más que suficiente con la protección de Polonia y los Estados del Báltico, y frente a la nueva agresividad de Rusia. En las condiciones actuales, es absurdo que defendamos fronteras que Rusia reclama con tal insistencia. Tenemos que abstenernos de hacer compromisos militares que no podremos cumplir.- Al parecer, se apartó mucho de su anterior tendencia neoconservadora.- La abandoné hace años. Siempre analicé la historia desde la perspectiva marxista: la democracia es consecuencia de un vasto proceso de modernización que ocurre en todos los países. Los neoconservadores creen que el uso del poder político puede acelerar el cambio, pero a la larga, el cambio depende de la sociedad misma.- ¿Así pensaba en 1992?- El proceso es más largo y arduo de lo que creía entonces. Entiendo mejor que la democracia se fundamenta en instituciones difíciles de establecer, sobre todo el estado de derecho. Otro elemento importante que no visualicé en 1992 es que Estados Unidos se volvería tan controvertido y dañino para la perspectiva de la democracia.- ¿Cuánto tiempo hará falta para corregir la situación?- Quizá una década de esfuerzos de reconstrucción. Sin embargo, es posible porque mi tesis subyacente, que las sociedades democráticas son necesarias, conserva su vigor.- ¿Opina que Estados Unidos debería volver a enfocarse sólo en asuntos internos?- No considero que deba retroceder su participación internacional. Hay muchos problemas en la escala global, hicimos muchos compromisos y debemos cumplirlos. En su mayoría, sería preferible recurrir al poderío no militar, así que me parece necesario volver a enfatizar el uso del poder blando estadounidense.-Dijo que China es un reto mayor que Rusia.- Hay dos opciones. Podemos construir una barrera de contención contra China, cosa que han sugerido mis amigos neoconservadores, o tratar de asimilar a los chinos en tantas instituciones globales como sea posible, como la OMC. La mejor solución es la segunda, sobre todo si imaginamos el mundo a 20 años, cuando China tenga el mismo tamaño que Estados Unidos. Newsweek Argentina