14/11/07

LOS GOBIERNOS Y LAS GUERRAS

Por Juan Bautista Alberdi
(escucha
León Gieco y Mercedes Sosa - Solo le pido a Dios si cliqueas en el título)
Si la guerra moderna es hecha contra el gobierno del país y no contra el pueblo de ese país, ¿por qué no admitir también que la guerra es hecha por el gobierno y no por el pueblo del país en cuyo nombre se lleva la guerra a otro país?La verdad es que la guerra moderna tiene lugar entre un Estado y un Estado, no entre los individuos de ambos Estados. Pero, como los Estados no obran en la guerra ni en la paz sino por el órgano de sus gobiernos, se puede decir que la guerra tiene lugar entre gobierno y gobierno, entre poder y poder, entre soberano y soberano: es la lucha armada de dos gobiernos obrando cada uno en nombre de su Estado respectivo.Pero, si los gobiernos hallan cómodo el hacerse representar en la pelea por los ejércitos, justo es que admitan el derecho de los Estados de hacerse representar en los hechos de la guerra por sus gobiernos respectivos.Colocar la guerra en ese terreno, es reducir el círculo y alcance de sus efectos desastrosos.Los pueblos democráticos, es decir, soberanos y dueños de sí mismos, deberían hacer lo que hacían los reyes soberanos del pasado: los reyes hacían pelear a sus pueblos, quedando ellos en la paz de sus palacios. Los pueblos -reyes o soberanos-, deberían hacer pelear a sus gobiernos delegados, sin salir ellos de su actitud de amigos.Es lo que hacían los galos primitivos, cuyo ejemplo de libertad, citado por Grocio, vale la pena de señalarse a la civilización de este siglo democrático."Si por azar sobreviene alguna diferencia entre sus reyes, todos ellos (los antiguos francos) se ponen en campaña, es verdad, en actitud de combatir y resolver la querella por las armas. Pero desde que los ejércitos se encuentran en presencia uno de otro, vuelven a la concordia, depositando sus armas; y persuaden a sus reyes de resolver la diferencia por las vías de la justicia; o, si no lo quieren, de combatir ellos mismos entre sí en combate singular y de terminar el negocio a sus propios riesgos y peligros; no juzgando que sea equitativo y bien hecho, o que convenga a las instituciones de la patria, el conmover o trastornar la prosperidad pública a causa de sus resentimientos particulares" (Grocio, Libro II, cap.XXIII)El presente texto fue publicado en EL CRIMEN DE LA GUERRA, J.B.Alberdi (Capítulo II, Párrafo XIV, pags.46 y 47 / Colección Claridad, Buenos Aires)




Efectos de la guerra: Pérdida de la libertad y de la riqueza


JUAN B. ALBERDI
Del libro EL CRIMEN DE LA GUERRA,


Juan B. Alberdi (Ed. Claridad)
El primer efecto de la guerra –efecto infalible- es un cambio en la constitución interior del país, en detrimento de su libertad, es decir, de la participación del pueblo en el gobierno de sus cosas. Este resultado es grave, pues desde que sus cosas dejen de ser conducidas por él mismo, sus cosas irán mal.
La guerra puede ser fértil en victorias, en adquisiciones de territorios, de preponderancia de aliados sumisos y útiles: ella cuesta siempre la pérdida de su libertad al país que la convierte en hábito y costumbre.Y no puede dejar de convertirse en hábito permanente una vez comenzada, pues en lo interior como en lo exterior la guerra vive de la guerra.Ella crea al soldado, la gloria del soldado, el héroe, el candidato, el ejército y el soberano.
Este soberano, que ha debido su ser a la espada, y que ha resuelto por ella todas las cuestiones que le han dado el poder, no dejará ese instrumento para gobernar a sus gobernados en cambio de la razón que de nada le ha servido.
Así todo país guerrero acaba por sufrir la suerte que él pensó infligir a sus enemigos por medio de la guerra. Su poder soberano no pasará a manos del extranjero pero saldrá siempre de sus manos para quedar en las de esa especie de estado en el estado –en las de ese pueblo aparte y privilegiado que se llama ejército. La soberanía nacional se personifica en la soberanía del ejército; y el ejército hace y mantiene los emperadores que el pueblo no puede evitar.
La guerra trae consigo la ciencia y el arte de la guerra, el soldado de profesión, el cuartel, el ejército, la disciplina, y, a la imagen de este mundo excepcional y privilegiado, se forma y amolda poco a poco la sociedad entera. Como en el ejército, la individualidad del hombre desaparece en la unidad de la masa, y el Estado viene a ser como el ejército, un ente orgánico, una unidad compuesta de unidades, que han pasado a ser moléculas de ese grande y único cuerpo del ejército y cuya inteligencia se personaliza en la del soberano.
He ahí los efectos políticos de la guerra, según lo demuestra la historia de todos los países y el más simple sentido común.A la pérdida de la libertad, sigue la pérdida de la riqueza como efecto necesario de la guerra; y con sólo esto es ya responsable de los dos más grandes crímenes, que son: esclavizar y empobrecer a la nación, si estas calamidades son dos y no una sola.
La riqueza y la libertad son dos hechos que se suponen mutuamente. Ni puede nacer ni existir la riqueza donde falta la libertad, ni la libertad es comprensible sin la posesión de los medios de realizar su voluntad propia.
La libertad es una, pero tiene mil faces. De cada faz hace una libertad aparte nuestra facultad natural de abstraer. De la tiranía, que no es más que el polo negativo de la libertad, se puede decir otro tanto. Examinadlo bien: donde una libertad esencial del hombre está confiscada, es casi seguro que están confiscadas todas. Paralizad la libertad del pensamiento, que es la faz suprema y culminante de la libertad, y con sólo eso dejáis sin ejercicio la libertad de conciencia o religiosa, la libertad política, las libertades de industria, de comercio, de circulación, de asociación, de publicación, etc.

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